viernes, 17 de abril de 2020

EL REMEDIO DE LA VERDAD

Imagen de "Efecto Cocuyo"
Por Roberto Marra
Existen muchas formas de mentir. Una de ellas es la de no hablar sobre algo que resulta opuesto a los intereses de quien está emitiendo una noticia o una opinión. El ocultamiento de la realidad es la forma en que se puede dar continuidad a la falsía con la que se manifiestan muchos comunicadores, la mayoría de los cuales responden antes a las empresas “periodísticas” que los contratan, que al valor de la honestidad de sus actos.
Hay también aquellos cuyos temores de ser expulsados del cómodo ámbito en el que transcurren sus días de periodistas “estrellas”, les hace ignorar lo que saben que les molesta a sus patrocinadores, esas grandes empresas que suelen publicitar entre nota y nota para recordarnos comprar lo que no necesitamos. Con ese solo acto se logra esconder la realidad que molesta al Poder Real, que siempre “revolotea” por los pasillos de televisoras y radios para segurarse que sus acólitos no se pierdan entre el mar de verdades que nunca transmiten.
Las noticias sobre Venezuela son esas de las cuales se trabaja con especial ahínco por parte del periodismo genuflexo. Para desgracia de la población que busca conocer la realidad de otros lares, toda información sobre aquella nación pasa por el tamiz de las agencias internacionales serviles del imperio, logrando que, incluso periodistas de capacidades y producciones notables, caigan en las mismas artimañas que el enemigo ideológico de nuestros hermanos latinoamericanos se encarga de imponer.
No es novedad este accionar malicioso. Se ha puesto en práctica desde hace ya tanto tiempo, que se desdibuja el origen. Pero cualquiera podrá recordar, si tiene los años y/o el interes por conocer la historia de nuestras naciones hermanas, lo que ha sucedido desde que la Revolución Cubana triunfó. No se privaron de ninguna falsedad, no dejaron de emitir una sola elucubración que se les ocurriera para intentar destruir aquel proceso. Aún traspasando los límites de lo ridículo, jamás abandonaron sus mensajes llenos de desprecios y sarcasmos hacia sus líderes, nunca dejaron de generar fábulas grotescas sobre la isla y sus heroísmos envidiables.
Ahora, cuando el padecimiento internacional por la pandemia todo lo cubre, continúa todo ese ultraje a la verdad, escondiendo las realidades de esos países para entorpecer nuestro entendimiento sobre ellas, para asegurarse la ignorancia que les permita acumular idiotas útiles para la continuidad de sus ruindades mundiales. En este tiempo de imperiosa necesidad de verdades transparentes, de urgencias en la búsqueda de salidas a semejante apremio, conocer las formas que han encarado otras naciones que se manejan con otros conceptos ideológicos y prácticos, puede ser de relevancia para ajustar nuestras propias decisiones para la lucha exitosa contra este nuevo enemigo de sospechoso origen.
Pero allí está entonces Venezuela, curiosamente controlando con éxito la propagación virósica en su territorio, sin cantar victoria pero transitando un camino positivo para lograr el menor daño de todo el Continente para su población, que ya tiene demasiado con sufrir las consecuencias del bloqueo ominoso del imperio y sus miserables adláteres europeos y americanos. Semejante logro, oculto en forma pasmosa por todo el arco periodístico, mencionado como un número sin importancia cuando hacen el relevamiento de afectados y fallecidos mundiales, en ese diario recuento cruel que parecen gozar en transmitir con sus falsas caras de compungidos.
Todo es aprovechable para ensayar una salida a esta enésima crisis del capitalismo, encerrado en sus propias consignas sin destino, nadando en el vómito de sus propias maldades, experimentando una tras otra las enfermizas maneras de contagiarnos con sus eternos virus de la desmemoria y la oscuridad mediática.
Sus ataques histéricos contra las naciones que los desafían no cejan. Los ríos de tinta y las voces acumuladas de tantos miserables periodistas de papel glacé, intentan frenar la verdad con toneladas de obscenidades comunicacionales, haciendo de la historia que corre bajo nuestras narices, una papilla fácilmente digerible por las mayorías. Solo pretenden sobrevivir a una más de las desgracias creadas por ellos mismos, frenando a las multitudes de desesperados en las puertas mismas de la esperanza de ser algo más que números en el pizarrón de las víctimas.
Los ocultamientos sobre Venezuela y sus pocos damnificados o el desconocimiento de la ayuda humanitaria de Cuba, seguirán su curso denigrante en las pantallas del desprecio por la verdad y la insanía de la defensa de los intereses de los poderosos que pretenden salvar sus fortunas a costa de la muerte de millones de personas. Más enfermos están, a no dudarlo, aquellos que sirven a estos energúmenos, solo por los asquerosos minutos de fama de sus pobres actuaciones mediáticas.
Otra pandemia los exterminará, seguro, cuando de las bocas de los marginados, de los expulsados de la vida, de los eternos desposeídos de derechos, surjan las verdades que los aplasten contra la pared de la justicia social. Allí verán la luz de lo que nunca vieron, escucharán los sonidos de las voces que jamás escucharon, pero será tarde para ellos, fracasados engendros de un imperio que se muere lentamente, paradójicamente, sin remedio.

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