jueves, 23 de abril de 2020

AHORA... VIRTUALIDAD POPULAR

Imagen de "Página12"
Por Roberto Marra
La virtualidad es una característica de los tiempos donde predomina el uso de los medios informáticos para comunicarse. El desarrollo de este tipo de relacionamiento se ha hecho bastante común, aunque también en esto se manifiestan las diferencias de clase y de capacidad de acceso a la tecnología que lo permite. Sin embargo, no resulta demasiado extraño ver a personas que sufren por dificultades económicas pero acceden a un servicio de comunicación telefónico y de internet. Y si bien el sistema implica un relacionamiento que no cuenta con el mismo valor de lo espontáneo y sensitivo del cara a cara, su importancia radica paradójicamente en esa característica que permite acceder, cada vez que se lo desee o necesite, a esta importante manera de vincularse.
Pero (siempre hay alguno), existen aquellos trogloditas que intentan valerse de criterios negadores de la realidad (costumbre muy arraigada entre muchos politiqueros argentinos) que se oponen con tozudez al uso de la tecnología susodicha para dar continuidad a la vida institucional de la política. Claro que no lo hacen por ninguna pretensión “republicana” ni en defensa de esa anquilosada Constitución que tanto “aman”, pero ni aún así defienden. Solo se trata de una nueva puesta en escena de sus berrinches miserables y obscenos, en busca de predicamentos perdidos en el caos económico y financiero que desataron ¿gobernando?
Atrapados por la telaraña pandémica, pero lejos de comprenderla, actúan como sus inconsciencias permanentes les han venido dictando durante toda su vida. Nada los conmueve, salvo la salvaguarda de las fortunas de sus patrocinadores millonarios, por quienes actúan sin pudor alguno, sabedores del respaldo mediático con el que cuentan desde siempre. Recorren estudios televisivos destilando sus venenos antisociales y señalando culpas ajenas de sus propias acciones, eficaz método para la conquista de tantos idiotas útiles que replican sus desvergüenzas con la impunidad del anonimato de las redes sociales, que son parte de ese medio comunicacional virtual que denigran para otros objetivos.
No podían no contar con la “ayudita”, siempre atenta para lo antipopular, del aparato judicial. Allí, sitio donde el entumecimiento ya alcanza proporciones inauditas, los “supremos” se distraen de sus obligaciones haciendo caso omiso a los requerimientos perentorios de las necesidades derivadas de la situación frágil de la economía nacional. No lo hacen por convencimientos jurídicos, sino por complicidades con el Poder que allí los ubicó, como muro de contención de cualquier acción que pudiera promover el más mínimo cambio en la correlación de fuerzas socio-económicas.
La cuestión ya ni siquiera pasa por solucionar el funcionamiento “virtual” del Congreso Nacional, sino por comenzar a ver con especial detenimiento el futuro de parálisis permanente que proponen los personajes de historietas que ofician de legisladores de la denominada “oposición”. Estos maniáticos con ínfulas de capacidades decisorias que no poseen, por ser simples marionetas de los auténticos dueños de sus palabras y acciones, se sienten ahora propietarios de las piedras que se colocan en el camino democrático propuesto por el Ejecutivo para la búsqueda de soluciones para la crisis desatada por aquellos y exacerbada por la pandemia.
Estos pequeños funcionarios legislativos, tan funcionales a sus patrones ideológicos como enemigos de la Nación que les provee sus emolumentos, gozan con sus actos maquiavélicos, creyentes de poderíos imbatibles. Y lo son y serán, en tanto el propio Pueblo no culmine con esa letanía quejosa pero sin actitudes protagonistas. Los cambios reales no sucederán solos, sin que medien masivas expresiones de repudio y acciones conjuntas de las mayorías que, hasta ahora, solo son ciudadanos el día que votan, para abandonar a su suerte después, al gobierno que eligen para hacer realidad las soluciones que hayan propuesto.
Los tiempos corren más veloces que nunca por estos días peligrosos. Las responsabilidades ya no se pueden adjudicar solo a los enemigos que traban el desarrollo de la restauración de la dignidad popular. Con o sin pandemia, debe ser capaz el Pueblo de “sesionar” por su cuenta, de otorgarse el mandato impostergable de empujar contra la pared de la razón a los negadores de la verdad que nos apabulla. Resulta inaplazable destruir sus argumentos de barro con la espada de la justicia social, con el escudo de la auténtica soberanía popular, con la independencia de quienes nos reconocemos dueños de la Patria. Para hacerlo, no se deberá ya temer por el uso de la virtuosa virtualidad comunicacional, que está aquí y ahora para aglutinarnos y derrotar a estos engreídos profetas del odio y la desidia.

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