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Por
Roberto Marra
La
degradación moral es la base de los peores actos de las personas. La
ética tirada a la basura, convierte a sus “basureros” en lacras
sociales, auténticos representantes de los más deleznables
disvalores, reproductores de las más vergonzantes manifestaciones y
acciones. Desprecio, odio, supremacismo, racismo, son algunas de las
caras visibles de estos personajes devenidos en poco más que
orangutanes parlantes, sin atisbos de honestidad, sinceridad, honor,
decencia, y cada uno de los rasgos que nos hacen más humanos.
Allí
tenemos ahora a algunos pretendidos “salvadores de la Patria”,
integrantes de la centenaria UCR, cacareando sus odios a través de
medios de comunicación de sus mismas condiciones inmorales, contra
uno de los máximos y más honestos líderes de Nuestra América, Evo
Morales. Ahí andan recorriendo canales y emisoras de radio,
escribiendo sus panfletos de horrores basados en falsedades que
inventan para generar odio y desprecio hacia quien seguro consideran
un ser inferior por su condición de indígena y su piel oscura.
Transitan
el mismo camino que algunos de sus colegas de antaño, cuando se
aliaron a verdaderos asesinos golpistas. Son los herederos de
aquellos que aplaudieron los bombardeos a la Plaza de Mayo o de
quienes, en ese mismo lugar, formaron parte de las huestes criminales
que atentaron contra muchedumbres indefensas, solo para manifestar el
mismo desprecio que ahora colocan en la figura de Evo.
Enanos
mentales, títeres obscenos manejados por la embajada y por el Poder
Real, ese al que sirven con fruición, alentados por la parafernalia
mediática que los cobija, avanzan sin temor a ser contrariados en
sus odiosas manifestaciones, gracias a la previa construcción de un
ideario social que se asemeja demasiado a sus mismos pareceres
amorales. Esa es la razón por la cual sus dichos repugnantes logran
la adhesión de buena parte de la población, que cree ver en la
defenestración de los que no consideran de su misma condición, la
salvación de sus intereses, asquerosa manifestación de sus pobrezas
espirituales.
No
resulta tan extraño la defensa de los golpistas bolivianos, esa
caterva de asesinos capaces de negar la condición humana de sus
connacionales solo por el color de la piel que porten. No puede
llamar tanto la atención, cuando estuvieron, estos mismos goriloides
que hoy día elevan sus voces contra un líder de tamaño prestigio
mundial, aliados a un personaje de la catadura antisocial como Macri,
a quien sirvieron hasta el último día y con quien continúan
planificando desmanes contra el gobierno popular recién asumido.
Pareciera
no haber leyes que los alcancen. Se colocan por sobre toda la
sociedad y desde allí emiten sus vituperios indecentes, se
abroquelan con sus iguales y sostienen las banderas sangrientas y
deshumanizantes de sus “superiores” ideológicos. Hacen el
trabajo sucio, se arrastran por el barro de la indignidad, donde
revuelcan el honroso nombre del partido de Yrigoyen, tan degradado
como irrecuperable, aún con el esfuerzo de quienes no se resignan a
abandonar aquellos viejos idearios perdidos entre los vómitos de sus
peores representantes.
Sus
nombres se perderán rapidamente entre los estertores de sus pobres
palabreríos denostantes. La historia no sabrá de sus existencias,
pero recogerá, sin dudas, los dichos y los hechos de un grande
inocultable de nuestros tiempos, un héroe que proviene del grito
mismo de libertad de los inicios de la emancipación americana. Evo
Morales es la máxima figura de ese plurinacional Estado Boliviano,
que supo recoger la savia de Tupac Katari y convertirla en
reivindicación de sus Pueblos. Es nuestra obligación, como Pueblo
de la Patria Grande, cuidarlo hasta que la verdad prevalezca por
sobre tanta oscuridad y los auténticos dueños de esa Nación puedan
renacer de las cenizas del odio y la sinrazón, para recuperar la
libertad avasallada por esa casta de serviles y sus acólitos de este
lado de la frontera.
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