viernes, 17 de enero de 2020

EVO, LA DOBLE VARA Y EL SUEÑO ETERNO

Imagen de "Diario Digital Nuestro País"
Por Roberto Marra
Doble vara” se le suele llamar a esa postura de observar un mismo tipo de hechos o de ideas con miradas opuestas, según se trate quienes los realizen o las sostengan. Atravesada por la ideología de quien haga la observación, pero sobre todo incluyendo un profundo prejuicio hacia cualquier manifestación que pueda emitir alguien, por el solo hecho de ser quien es o de pensar como piense, este tipo de actitudes suele formar parte de procedimientos tendientes a poner en tela de juicio, denostar y denigrar a la persona que se pretende alejar de la buena consideración que pueda poseer en el ámbito público.
Es el caso de los dichos del Presidente Evo Morales sobre la creación de cuerpos de milicianos para defender la democracia o las instituciones del Estado, cuando éstas sean atacadas o avasalladas de manera inconstitucional. Por fuera de la coincidencia o no sobre lo bueno o la malo de esa propuesta (que, por otro lado, el mismo Evo rectificó en declaraciones posteriores), lo que llama la atención es el grado de cinismo e hipocresía de quienes aprovecharon la ocasión para atacar al Presidente legal y legítimo del Estado Plurinacional de Bolivia, expulsado de su cargo por una horda de malvivientes y asesinos que se autoproclamaron como autoridades de esa Nación por la fuerza de las armas.
Por increíble que pueda parecer a las almas honestas, esos seres menos que humanos, alzaron la voz intentando señalar al líder boliviano como autor de un terrible llamado a la violencia, siendo ellos mismos los autores materiales de una feroz represalia hacia los pueblos indígenas que intentaban sostener con sus cuerpos la democracia torcida hacia una nueva dictadura.
Pero no solo eso sucedió con esa simple manifestación verbal de Evo. También representantes de la ONU pusieron sus gritos en el cielo por ello, mientras dejan pasar durante décadas los genocidios del imperio en cada rincón del Planeta que desean someter a sus arbitrios. Con sus caras de piedra y sus manos ensangrentadas, esos payasescos “defensores de las instituciones democráticas” solo se ocupan de facilitar el camino hacia la destrucción de la Bolivia emergida del oscuro sometimiento de siglos, apañando a los vulgares y corruptos ladrones que se apoderaron del gobierno con la muerte como cómplice.
No faltó nadie a la cita con la desvergüenza. Cada uno de los repugnantes odiadores seriales del Continente y del Mundo, salieron con sus “tapones de punta” contra el estadista expulsado de su cargo por la fuerza antidemocrática, para señalarlo con sus dedos solo acostumbrados a apretar el gatillo criminal del hambre y el desprecio racial. Tampoco se privaron de opinar en Argentina, los propios hacedores de las peores obscenidades antisociales de la historia, generadores de la muerte por inanición de niños, del abandono programado de millones de personas a su suerte, del desfalco de la riquezas nacionales y el apoderamiento de los beneficios del manejo del Estado en sus propios beneficios.
La inmoralidad en su máxima expresión, la confabulación de los peores en busca de la eliminación del obstáculo del “indio rebelde” del Altiplano. Cualquier palabra será excusa para sus vituperios. Todo acto de defensa de la verdad del Pueblo sometido, será presentado por la “prensa libre” como una declaración de guerra de quien necesitan destruir para siempre, para aleccionarnos y aplastarnos a su antojo, impidiendo la reaparición de algo similar en otro rincón de Nuestra América.
El bello título de la obra de Andrés Rivera, “La revolución es un sueño eterno”, nos pone por delante la tarea compleja pero vital de construir ese sueño, de hacerlo realidad a partir de las experiencias populares acumuladas a lo largo de los siglos (y de las derrotas). Este horrendo tropiezo del destino sufrido por el Pueblo boliviano y las mentiras utilizadas para la denostación de su líder, marcan también necesidades incumplidas, fallas en la construcción de poder popular, errores en su comunicación, inercias en actitudes derivadas de un sistema degradado y fértil para el desarrollo de las reacciones más antipopulares, que los poderosos enemigos saben aprovechar apenas encuentran un resquicio en los cimientos que se intenten levantar para establecer una sociedad más justa, esa pequeña e imprescindible utopía que nos empujará (siempre) hacia el horizonte de la auténtica libertad.

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