miércoles, 12 de junio de 2019

OTRA MUERTE FUMIGADA

Imagen de "Cuarto Poder"
Por Roberto Marra
Mientras los últimos “cuerpitos” se acomodan en el carro electoral, mientras los traidores se dan el lujo de emerger como “nobles” representantes del “verdadero peronismo” aliado con los peores enemigos de esa doctrina, mientras algún pelafustán con ínfulas de estadista decadente pretende todavía caminar por senderos intermedios entre la Patria y la antipatria con el dedo acusador a diestra y siniestra; siguen sucediendo genocidios encubiertos por la maquinaria de la mentira organizada para construir una sociedad ciega y sorda, solo capaz de someterse a lo que le dicten desde las pantallas, el hogar de las operaciones destinadas a aceptar realidades tergiversadas para que los poderosos se salgan con la suya, acumulando más de los que pueden a costa de las ocultas muertes cotidianas.
El mundo de la fantasía súper-productiva agraria sigue su camino ascendente en la tabla del desprecio mortal, llenando cada día un casillero más para solventar sus delirios lucrativos basados en sus lluvias de venenos y sus enterramientos de genomas modificados. La “fiesta” de la fertilidad continúa sin barreras, sin que nadie se atreva a apretar el freno, sin que la sociedad termine por atender las advertencias de las propias víctimas, reducidas al mero papel de “ingratos” hacia los procesos que posibilitan el apestoso “desarrollo”, que solo lo es de las fortunas de quienes nunca pagan por sus perversiones rentísticas.
Le tocó ahora a una sencilla maestra, de esas que dejan la vida (literalmente, en este caso) por sus alumnos. La abatieron con las balas húmedas de las gotas del bombardeo indiscriminado sobre todo lo que se pueda considerar sembrable, buscando hasta el último milímetro cuadrado de rentabilidad, dejando sin resquicio de salvación posible a quienes pretendan generar vidas mejores para los niños huérfanos de protección ante semejante ataque artero.
No es que no escuchen los avisos desesperados de los más despiertos. Es que no les interesa escuchar, ocupados como están en acumular silos de granos asesinos, montañas de dólares escondidos, a costa de los siglos de los humus arrasados cada vez que un avión descarga las millones de letales gotas del horror. “Daños colaterales”, denominarán a sus actos demoníacos, repletos de odios clasistas y deshonestos objetivos de fáciles ganancias.
Matan dejando sin trabajo y matan a los que aún lo tienen. Asesinan niños con la facilidad y el desparpajo de los que se saben impunes, protegidos por jueces y fiscales que les pertenecen, igual que las tierras y las cuatro por cuatro. Descartan humanos como hacen con los residuos después de llenarse con impúdicas comilonas, esas que les impiden tener a sus vasallos, esclavos modernos de un sistema donde la vida vale tanto como el chasquido de los dedos de los poderosos que las permiten. O nó.
La maestra asesinada por el goteo venenoso no puede ser solo una cifra más en la tabla diaria del desprecio. Su muerte y el destino pavoroso de sus alumnos no puede quedar en manos de los criminales que pretenden sacar las escuelas para obtener un pedazo más de tierra para sembrar sus odios con formas de semillas de soja. Los miles de sometidos a semejantes ultrajes no pueden terminar sus días sin que se rebelen los que aún no se vieron en el espejo de sus iguales, enceguecidos por esos mares verdes que nunca podrán acabar con sus miserias, porque son, justamente, los que la generan.
Tal vez (solo tal vez) algunos de aquellos que pretendan conducir a la Nación después de la horrenda noche macrista, se atrevan a poner fin a esta guerra silenciada, al oprobio de la muerte escondida por los cómplices mediáticos, al disimulo y la postergación de las vidas maltratadas, y terminar sometiendo al sometedor de tantas injusticias planificadas a una Justicia capaz de arrancarles de raíz el mortal culto a la ganancia ilimitada.

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