martes, 18 de junio de 2019

EL GÜEMES QUE NOS QUITARON

Imagen de "Wikipedia"
Por Roberto Marra
La historia es una ciencia que nos permite dilucidar las razones del presente y valorar las acciones de sus protagonistas en relación con las de aquellos que participaron, en otros tiempos, de lo que fue el orígen de nuestra existencia como Pueblo, como Nación. Es lo que hace posible interpretar, cuando se investiga con lealtad hacia los hechos y los contextos, los valores fundamentales que nos transmiten personajes y acontecimientos de otras épocas, pero de importante trascendencia en la actualidad.
Nuestro pasado está cubierto de enormes seres humanos, que intentaron construir una identidad nacional, a pesar de los desvaríos y las traiciones que se les atravesaron en sus caminos. Siempre con la doble lucha sobre sus hombros, contra el enemigo externo y el interno, supieron no doblegarse y buscar afanosamente el desarrollo de una Patria nueva, nunca imaginada con los miserables límites que luego impondrían los imperios que reemplazarían al decadente español.
Entre ellos aparece uno bastante escondido en los rincones de las páginas de nuestra historia mal contada, siempre proclive a establecer figuras de bronce, quietas para la eternidad en los manuales escolares que solo transmiten los mensajes de los que resultaron ganadores en las oscuras luchas intestinas que generaron esta Nación agrietada y redimida pocas veces por gobernantes a la altura de su Pueblo.
Güemes es ese gaucho nacido en la alcurnia de una familia poderosa, que supo comprender el destino que debía construirse en estas tierras y se jugó la vida en los campos de batalla como base de una estrategia que lo aliaba a otro grande como San Martín. También él tuvo que lidiar con los enemigos interiores, esa proto-oligarquía naciente que terminaría, muchos años después, apoderándose de los sentidos identitarios que solo tuvo pequeños interregnos en su albedrío dominante hasta el presente.
Güemes es también el símbolo del cual se apoderaron los descendientes de aquella oligarquía que logró terminar con su vida y sus ideas, ahora disfrazados de “gauchos” a la usanza de quienes acompañaban al inmortal guerrillero, en esos actos hipócritas que organizan para mostrarse como los herederos de ese patriota que nunca podrían ser, quien de solo verlos, volvería a morir de tristeza y dolor por la pérdida de los sentidos conceptos que sostenía, en manos de tales vendepatrias.
Güemes está presente en cada hombre de bien que sienta la Patria en el otro, que sufra por su tierra avasallada y su gente maltratada. Está en el niño abandonado durmiendo bajo una caja de cartón, en la madre amamantando en la puerta de una iglesia, en el trabajador honesto golpeándose contra la rejas de las fábricas cerradas, en la maestra derramando lágrimas de impotencia por el hambre asesina del futuro que habita sus aulas. Es el joven apasionado que busca respuestas en una marcha por las calles gaseadas por quienes llevan, deshonrosamente, el nombre de semejante hombre en sus pecheras antibalas.
Ejemplo de nobleza y autenticidad, de arrojo y sabiduría, de firmeza y humanismo, es la estrella que ilumina el presente de tanto dolor de su Pueblo todavía irredento, ese mismo que él pretendió transformar con la transparencia de sus ideas libertarias. Y es su visión de Patria Grande, repleta de hombre y mujeres buenos y solidarios, enarbolando las banderas de la Justicia Social que también soñó el inmortal Güemes.

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