jueves, 6 de junio de 2019

EL EJEMPLO DE VENEZUELA

Imagen de "Insurgente"
Por Roberto Marra
Se ha hecho costumbre utilizar a Venezuela como ejemplo de todo lo malo que suceda en otro País. Gracias a la puesta en escena imperial, transmitida hasta el hartazgo por el aparato mediático universalizado gracias al apoderamiento de la apabullante mayoría de canales televisivos, radiales, informáticos y los todavía influyentes diarios de papel, han establecido un criterio unificado en la mentalidad mayoritaria de la población mundial. Y Argentina, con el peso horrendo de los grupos pseudo-periodísticos que dominan casi absolutamente el espectro informativo, no podía escapar a esa tendencia.
Que la población no politizada, esa que se guía crédulamente por los dichos e imagenes que le brindan desde el “periodismo” carroñero, acepte a pie juntillas lo que le transmiten sobre aquella Nación sudamericana, no resulta demasiado extraño, salvo por no encontrar algún pequeño atisbo de dudas ante los despropósitos que se emiten con total desparpajo. Tampoco llama demasiado la atención las reacciones de tantos energúmenos que solo encuentran sus estúpidas felicidades en opinar con insultos y denigraciones a través de las redes, habitual manera de manifestar sus escasas capacidades neuronales y cognitivas.
Sin embargo, existe otro grupo de personas dispuesto a utilizar con liviandad lo dicho por el imperio y sus secuaces mediáticos, cuando se trata de llevar agua para su molino. En busca de ganar discusiones o de poner al adversario en una posición perdidosa, no se preocupan demasiado en usar esas mismas falacias que los otros también utilizan, aunque éstos, con mayor sostén en sus ideologías oligárquicas, esas que les hacen odiar a todo lo que huela a “populismo”, aquí o en cualquier lugar del Planeta.
Militantes del peronismo, con evidente desconocimiento de la doctrina que sustenta ese Movimiento Nacional y Popular, y con ignorancia absoluta de la historia reciente de la Venezuela chavista y de la adscripción de su máximo lider a esos lineamientos generados en los años '40 en Argentina, también utilizan la “cantinela” del bastardeo imperial hacia la República Bolivariana, como método para justificar determinadas comparaciones con lo que suceda en nuestro País.
Las frases hechas como “estamos peor que en Venezuela” o “no queremos ser Venezuela” o “estamos alcanzando a Venezuela en el riesgo-país” u otras sandeces por el estilo, son usadas a diario por militantes y dirigentes de un Movimiento que no puede, por comprensión diferente de la historia y las sociedades, caer en las ridículas manifestaciones impuestas desde el aparato comunicacional que ha servido, justamente, para destruir a su último gobierno.
La brutalidad, esa incapacidad absoluta para dejar de ser ignorantes, ha penetrado también a muchos idiotizados por la carroña informativa, convertidos en integrantes de un ejército de imbéciles al servicio de sus propios verdugos. Con esa condición de ineptos para aceptar otras realidades a las impuestas desde las pantallas, reaccionan ante el “pinchazo” informativo con miradas soeces hacia quienes nunca podrían ser nuestros enemigos, sufrientes como nosotros de las perversas maniobras que intentan aplastar las rebeliones contra lo instituído como único valor posible, mediante un sistema que hunde a diario en la miseria a millones de compatriotas de toda esta Patria Grande.
Estamos peor, sí, pero no es Venezuela la vara para medir la degradación sufrida desde la asunción macrista. Y sí que están mal nuestros hermanos bolivarianos, asediados, bloqueados, desabastecidos, inundados de propagandas falaces desde los medios gemelos de los argentinos, tan oscuros y mentirosos, tan prebendarios y tan vendepatrias como aquellos. Pero no son los chavistas el paradigma de todo lo malo, sino el buen ejemplo de todo lo que empuja a la resistencia, a la rebelión contra el mismo enemigo, a la capacidad de resiliencia que apabulla y emociona por el valor y el patriotismo que no hemos demostrado todavía por estos lares.
Es hora de salir de la lógica imperial y reconstruir el modelo solidario que se abandonó por correr detrás de los viejos espejitos de colores de una oligarquía que no pierde sus mañas y, por el contrario, las acrecienta. Y es tiempo de escuchar más a los compañeros de Nuestra América, la eternamente invadida y postergada, la mil veces empujada al abismo de la pobreza material y espiritual, antes que a las voces de la decadencia imperial que no puede ni debe condicionar nuestro destino de ser una sola Patria.

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