jueves, 8 de enero de 2015

TRAS LAS HUELLAS DEL GAUCHITO GIL

Imagen sobreleyendas.com
Por Susana Solanes*

Existe un reconocimiento de parte de los estratos humildes de la población hacia los gauchos rebeldes, que se ha transformado en manifestaciones de sacralización popular. Este fenómeno se manifiesta con detalles similares en las sociedades mestizas de todos los países latinoamericanos, conteniendo reminiscencias de los mitos indígenas. Se construye así un santoral criollo, muchas veces, diferente al oficial.
Los bandidos gauchos se distinguen de la variedad existente entre las figuras sacras, como personas reales que merecieron la condición de “justos” y alrededor de los cuales circula siempre la leyenda de robar a los ricos para ayudar a los pobres. Mueren de una manera trágica a manos de la autoridad y generalmente, dentro de un marco de injusticia y crueldad. A este santo criollo, se le atribuye la capacidad de hacer milagros y los promesantes se dirigen hacia el lugar del culto, generalmente emplazado en el ámbito del sacrificio. Los sectores populares establecen una línea bien definida entre la “justicia oficial” alimentada por la corrupción de los gobernantes y la vinculación entre los jueces y la policía, y la interpretada por estos “buenos bandidos” que asumen una postura rebelde hacia los atropellos que sufren las clases más postergadas.

Este santoral gauchesco se manifiesta especialmente en Corrientes, donde el término gauchillo, se aplica generalmente al gaucho bravo.

Antonio Mamerto Gil Núñez, nacido alrededor de 1847, hijo de José Gil y Encarnación Núñez, se crió en las estancias donde su madre trabajaba de cocinera. Según los datos recogidos por el historiador Hugo Chumbita en su libro Jinetes rebeldes, Historia del bandolerismo social en la Argentina, alrededor de los veinte años, se enredó con una viuda que también era pretendida por un policía del lugar. El joven, se negó a pelear con el contrincante y, cuentan, que lo dominó con la mirada. No obstante, tuvo que huir del lugar porque fue acusado de atentar contra la autoridad. A partir de ese momento, la fama de esa capacidad de dominar con la mirada a los que lo enfrentaban, lo acompañó hasta la muerte.

Ya prófugo, se alistó en el ejército y marchó a la guerra del Paraguay. Cuando regresó a su tierra, fue convocado para pelear contra los federales. Pero, al parecer, se le presentó en sueños el dios guaraní Ñandeyara, diciéndole: “No quieras derramar la sangre de tus semejantes”. Sin duda, los horrores de la guerra del Paraguay lo determinaron también a desertar. Por ese tiempo, encabezó una banda de cuatreros y se hizo la fama de robar a los ricos y repartir el botín entre los pobres.

Una partida del ejército lo sorprendió, y mató a dos de sus compañeros. Según lo que cuentan, a él lo salvó un amuleto de San La Muerte que llevaba colgado al cuello. A pesar de las amenazas recibidas, se negó a pelear contra sus hermanos y fue conducido entonces a Mercedes y luego a Goya para ser juzgado. El coronel Velázquez, veterano de la guerra del Paraguay que siempre le reconoció su valentía en la batalla, trató de interceder a su favor, pero la petición realizada por escrito, llegó tarde.

El 8 de enero de 1874, la partida que lo conducía preso a Goya, se detuvo a ocho kilómetros de Mercedes y en el cruce de unas picadas, lo colgaron por los pies de un algarrobo, para evitar el poder de su mirada, y lo degollaron. Los victimarios siguieron viaje llevando en una alforja la cabeza de Gil, pero enterraron el cuerpo y el lugar quedó señalado por una cruz de ñandubay.

La familia Speroni, dueña del campo donde estaba la cruz, temiendo el movimiento de gente que comenzó a acercarse al lugar, hizo trasladar la cruz al cementerio de Mercedes, pero una sequía intensa que asoló la estancia y otras situaciones calamitosas para la familia, hizo que se decidieran a restituir la cruz a su emplazamiento original, construyendo además un oratorio.

Los santuarios dedicados al Gauchito Gil, están adornados con estandartes y banderas rojo punzó o carmesí. Este detalle puede significar el recuerdo de su sangre derramada pero también su pertenencia al partido federal. Como el gauchito murió cabeza abajo, se recomienda encender cada vela de la misma forma. La celebración del 8 de enero, reúne a multitudes no sólo en el santuario cercano a  Mercedes sino en diversas localidades de nuestro país, sobre todo en el litoral. Se celebra así su vida heroica y su poder milagrero, con una fiesta criolla, con cuadreras, doma, taba y comidas típicas, animadas por la música y el baile del chamamé. Los historiadores han subrayado el carácter festivo que adquieren estos cultos, recuperando de esta forma la tradición indígena de la danza y el canto, como manifestaciones corporales de carácter ceremonial donde se vivencian y fortalecen, sentimientos de comunidad.

Entre el cancionero popular que lo recuerda, mencionamos un fragmento de “La Cruz Gil” de Julián Zini:

Si robó, le robó al rico

por justicia popular:

la inocencia de los pobres

se llama necesidad!                                                        

*Escritora

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario