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Los sueños nos permiten vivir.
Nos trasladan a un futuro que deseamos. Nos dan fuerza para trabajar por
conseguir hacerlos realidad. Nos construyen una vida que todavía no vivimos,
pero que ya añoramos. Y nos recuerda los que tuvimos y fracasaron. O nos fueron
arrebatados.
Ahora, cuando uno de esos sueños
se está por convertir en realidad, en visible, en palpable, en audible, rememoramos
todo lo que alguna vez, empecinadamente, nos negábamos a aceptar. Nos acordamos
de aquel fatídico año ’92, cuando un títere del poder real nos anunciaba ¡con
alegría! Que se terminaban los trenes. Ya no más “El Porteño”. Ya basta con “El
Rosarino”. El mercado lo exigía. Y, ya se sabe, el mercado todo lo puede (o lo
podía).
Pero recordar sin tomar
conciencia de la sumatoria de dolor, injusticias y muertes que esos energúmenos
provocaron con la anuencia de gremialistas corruptos y pueblo adormecido por
los espejitos de colores del neoliberalismo, no sirve para nada. Es
imprescindible no olvidar para que no demos ni un paso atrás, para que lo que
se viene se convierta en un hito, en la base robusta de un futuro que nadie nos
pueda volver a robar.
El 1° de marzo el sueño aparecerá
convertido en locomotora y vagones. En miles de banderas saludando la llegada
del que se fue por última vez hace 23 años. La importancia que este hecho
tendrá es probable que no la lleguemos a dimensionar todavía. Pero que una
historia detenida en el tiempo retome la vida, esa que nos fue negada durante
todo este tiempo, lo tendremos que asumir como el fundamento de un nuevo sueño,
el que nos haga pensar que son posibles las epopeyas cuando los pueblos se
asumen como dueños de su propio destino.
Pero un Pueblo sólo, sin un
intérprete al frente de sus sueños y necesidades, nada podría construir. Ningún
futuro es posible sin dirigentes capaces de escuchar su voz y tomar las
decisiones que convierta en real aquello que colectivamente nos propongamos. Y
esos dirigentes surgieron de las cenizas de un País derrotado, y entendieron como
nadie lo hizo antes, los caminos de las reparaciones de las injusticias que
asolaron nuestra historia.
Ahora, cuando está llegando el
momento de volver a sentir el dulce traqueteo del tren, que nos subyugaba
cuando éramos niños, será también la hora de asegurar los recuerdos, de
fortalecer las convicciones, de evitar los desvíos, de doblar los esfuerzos,
para que nunca más existan vías muertas para nuestros sueños.
*Arquitecto – Secretario de la
Asociación Desarrollo & Equidad
Debemos ser un muro infranqueable para frenar el retorno neoliberal.
ResponderEliminar¡¡No a Macri!!,
¡¡No a Massa!!