sábado, 23 de noviembre de 2013

HAY EQUIPO

Imagen site.informadorpublico.com
Por Alfredo Zaiat*
 
La disponibilidad de divisas en países periféricos productores de materias primas pero con ambiciones de industrialización es un aspecto relevante del desarrollo. Su escasez se la conoce como restricción externa. Irrumpe por efectos del crecimiento económico que demanda importaciones incrementales a un ritmo mayor que el aumento de las exportaciones; no por una crisis financiera o por una recesión. O sea, relajarla es un desafío del crecimiento y el elemento distintivo del actual período político respecto de experiencias pasadas es que lo intenta rechazando el desenlace tradicional de la brusca devaluación que significa elevados costos sociolaborales.
En los dos últimos años el sendero elegido fue con un nuevo régimen de control de acceso a la moneda extranjera, la administración del comercio exterior y la sustitución de importaciones con exceso de voluntarismo político. Debido a la intensidad de la fuga de capitales de julio de 2007 hasta octubre de 2011 (unos 80 mil millones de dólares), los costos de la existencia de la brecha cambiaria entre el tipo de cambio oficial y la cotización marginal (déficit de la cuenta turismo y de la inversión extranjera directa), la especulación sobre el tipo de cambio de productores y exportadores del complejo agrario reteniendo dólares, y la continuidad de la política de desendeudamiento (el 75 por ciento de la caída de reservas en lo que va del año por unos 10 mil millones de dólares fue por pago de deuda) ha derivado en la necesidad de acondicionar la estrategia para alejar la restricción externa.
Para ello se requería primero ordenar un equipo económico cuyos miembros coincidían en el diagnóstico pero tenían visiones diferentes sobre cómo instrumentar la nueva etapa. Esta ha sido la primera y principal medida económica.
En una columna de opinión del domingo 3 de noviembre (“Demoler edificios”) se escribió que para eludir las recetas convencionales se requería primero estar convencido de querer desafiarlas, luego cohesionar un equipo económico que tenía a sus cinco integrantes dedicados a dejar trascender diariamente sus posiciones divergentes, después precisar el diagnóstico eludiendo lugares comunes que tan bien se reflejan en la mayoría de los medios de comunicación, para finalmente tener la convicción de intervenir de otro modo al tradicional. Esto implica que frente a la irrupción de la restricción externa lo principal es descartar la opción de demoler edificios. O sea, una fuerte devaluación o un desdoblamiento cambiario destinado exclusivamente al rubro turismo. Tipos de cambio múltiples es un instrumento de política económica pensado para impulsar la inversión e industrialización, por lo que reducirlo a la búsqueda de un incierto impacto en la cuenta turismo es dilapidarlo, además de generar un elevado costo vinculado a la generación de expectativas por el frente cambiario.
Con un nuevo equipo económico el Gobierno decidió cohesionar la gestión detrás de Axel Kicillof, ratificando de ese modo que la conducción política define el rumbo económico. El paso siguiente fue coordinar la acción, que se había perdido en los últimos dos años. Un rasgo distintivo del kirchnerismo fue que subordinó el manejo de la economía a los objetivos determinados por la política. Estos han sido explicitados en más de una ocasión en los discursos de CFK: promover un sostenido crecimiento del PBI, generar empleo, avanzar en la industrialización, distribución del ingreso e inclusión social, con una presencia activa del Estado. En un contexto complicado de la economía mundial y la irrupción de la restricción externa, esas metas incluyen hoy dinamizar las exportaciones y profundizar la sustitución de importaciones. Esta forma de ejercer el poder y de manejar la gestión económica genera resistencia en sectores del poder económico que cuentan con un elenco de economistas siempre dispuestos a brindar servicios a esos intereses.
Otra de las características del kirchnerismo en la cuestión económica es que va lanzando iniciativas y definiendo medidas frente a urgencias. Hoy es la restricción externa. Pero la encara con el desafío adicional de no resignar los mencionados objetivos económicos. Esta forma de ejercer el poder político y la gestión económica ha derivado en estrategias adaptativas para alcanzarlos según las condiciones internas y externas prevalecientes en cada momento. Por ese motivo los análisis dramáticos sobre el stock de reservas sólo tienen la intención de trabajar diariamente en la construcción de la economía del miedo y, por lo tanto, en generar expectativas negativas. Ahora los informativos de cada media hora de las radios y canales de noticias de la televisión por cable tienen como menú fijo, además del estado de tránsito, perspectivas del clima y la cotización del dólar blue, el monto de las reservas.
El actual equipo económico, como los funcionarios que fueron reemplazados, y la conducción política están convencidos que mantener los brazos cruzados no es una opción. En esa línea, el desendeudamiento con reservas del Banco Central ha sido un esfuerzo considerable para ampliar los márgenes de autonomía de la política económica y un camino para saldar parte de la herencia perturbadora de décadas de casino financiero, además de fortalecer la solvencia de la economía. La deuda disminuyó del 166 por ciento del PBI en 2002 al 44,9 por ciento en el primer semestre de este año. La deuda en dólares con privados se ubica en el 9,0 por ciento. Este muy bajo porcentaje de la deuda en relación al Producto en comparación internacional ofrece márgenes amplios para la administración de la deuda sin afectar grados de libertad de la política económica.
Los dólares en el Banco Central han descendido pero 30 mil millones de dólares sigue siendo una suma apreciable. La restricción externa sin embargo está poniendo límites al desendeudamiento con reservas.
El nuevo equipo económico lo sabe aunque rechaza la posibilidad de quedar atrapado en la lógica de sumisión al mercado financiero internacional, definida por los acreedores al momento de prestar dólares. Afirma que tomar ese tipo de deuda es el principio de los problemas, no de la solución porque considera que los indicadores financieros muestran una situación de solvencia y que la actual tensión está relacionada con un problema de liquidez por el menor ingreso de dólares. Por un lado, retención de divisas de productores y el complejo agro exportador (de 3500 a 4500 millones de dólares) especulando con una devaluación y, por otro, importadores adelantando compras por el mismo motivo. Kicillof apuntará a disminuir las expectativas de devaluación y a reducir la brecha cambiaria para aumentar la oferta de dólares.
Si bien resiste la idea de la colocación de deuda en el mercado, esto no significa que no evalúe recurrir a otro tipo de financiamiento externo para aliviar la carga sobre las reservas. Créditos para inversiones privadas (centrales hidroeléctricas) y públicas (explotación de recursos no convencionales con YPF). También líneas de créditos con bancas centrales (China) y la emisión de deuda para pagar vencimientos de capital e intereses de bonos en organismos del sector público (Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses, PAMI y Banco Nación), que concentran el 59 por ciento de la deuda pública total, sin descartar hacer lo mismo con el sistema financiero local. Con el desahogado perfil de deuda, los pagos al vencimiento no deberían ser un factor de perturbación y deberían dejar de ser una carga sobre las reservas. Kicillof no piensa que endeudarse sea malo en sí mismo, sino que considera que tiene que estar en función del desarrollo. Y lo está si sirve por diferentes vías para aliviar la restricción externa (escasez de divisas) mientras maduran las inversiones energéticas para recuperar el autoabastecimiento y las orientadas a sustituir importaciones y aumentar las exportaciones.

*Publicado en Página12

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