miércoles, 30 de junio de 2021

EL PODER PRIVATIZADOR

(Imagen de "Kaos en la red")
Por Roberto Marra

Nada de lo que debe ser estatal, permanecerá en manos del Estado”. Esa frase menemista sigue, a pesar de los años y las desmentidas del proceso que lo sucedió, ejerciendo el dominio mental sobre los funcionarios de los distintos gobiernos que le sucedieron al entregador de soberanía de aquellos tiempos. Con variantes, con mejores o peores objetivos, pero allí permanece incólume, como una profunda grieta que no se puede atravesar sin ser inmediatamente considerado un paria político, un enemigo del “desarrollo”.

Esa palabra “desarrollo” también ha sido cooptada por el Poder Real y puesta a rodar entre las mentes obnubiladas de la población hasta transformarla en “sacrosanta” verdad, en unidireccional. A partir de ese concepto oligárquico del desarrollo, las acciones gubernamentales están atravesadas por un estigma que pareciera imposible de erradicar, donde domina el miedo a las reacciones de los poderosos (de aquí y de más allá) y sus supuestas “grandes inversiones”, nunca concretadas sin el respaldo del Estado “bobo” que las subsidian de una u otra manera..

La voluntad auténtica de los gobiernos populares que logran atravesar la mentira mediatizada y llegar al pequeño poder que les toca ejercer, se ve atormentada por extorsiones muy difíciles de eludir, sin una capacidad extraordinaria y unas convicciones irreductibles. Si se animan a pasar por sobre la voz de mando de quienes se piensan dueños de la República, serán enviados a la hoguera del escarnio público, donde las tapas de los diarios y las pantallas televisivas harán de jueces virtuales y la (falsa) justicia se asociará para derrocar al enemigo de sus prebendarias maneras de actuar.

Lo que pasa en el medio de todo este proceder, es el tiempo. Largos períodos de paciente espera de ese prometido “desarrollo” virtuoso, que nunca termina de producirse, al menos para la inmensa mayoría de los habitantes. Sí se comprueba que, los “empresarios a los que les interesa el País”, aumentan sus riquezas exponencialmente, siempre acompañadas de sus quejas y sus reclamos de políticas hambreadoras sobre las mayorías esperanzadas en las falsas promesas de futuros de “prosperidad”.

Como el tiempo es vida, es esta última variable la que se va reduciendo a cero, por efecto de las acciones depredadoras de los mandamases y sus acólitos. Millones de niños pasando hambre, desnutriendo su futuro, aprendiendo a ser despreciados y sentenciados a una pobreza inexcusable para semejante País, son el resultado de esas despiadadss políticas basadas en la rentabilidad de los negocios de unos pocos. Quienes se salvan de la muerte temprana, adquieren costumbres que se arraigan en sus pobres corazones, transformándolos en la “carne de cañon” que será utilizada por los poderosos para que “elijan” a los gobiernos que ellos necesitan.

Cuando eso no les es posible, porque la realidad sobrepasa la capacidad mediática de la imposición de las ideas de los “patrones”, surgen gobiernos que se parecen a su Pueblo, que intentan rebatir el escarnio y cambiarlo por la construcción de una Nación soberana, independiente de los mandatos de quienes detentan el poder aquí y el que viene de afuera. Aún con toda la voluntad, la cuesta se hace cada vez más empinada, fruto de las diatribas envilecedoras de las necesidades populares.

Son esas necesidades las que obligan a encontrar aliados que, con menos convicciones pero con hambre de poder, sean útiles para la construcción de una nueva esperanza. A partir de allí, el proceso de cambios será un poco menos efectivo, aún cuando signifiquen avances sociales que mejoren la calidad de vida de los más empobrecidos ciudadanos. Pero el meollo de las imprescindibles modificaciones estructurales, será atravesado por el gatopardismo de algunos de esos “aliados”, prestos a aprovechar sus cargos para que todo siga igual, a pesar de lo distinto.

Entonces, no es de extrañar que las privatizaciones de otros tiempos, regresen con “mejores” formas, adecuadas a las expectativas de cambios reales desarrolladas durante tanto tiempo en la población, pero que no logren alterar la relación de fuerzas con quienes, de verdad, dominan la economía y las finanzas. Se modifican algunos términos, se otorgan pequeños poderes al Estado para que “controle” lo privatizado, pero la sustancia de la dominación continúa allí, escondida detrás de palabras grandilocuentes y capacidades decisorias (y ganancias) que se reservan para los privados.

Tomar un toro por las astas es una tarea muy riesgosa. Un animal desbocado, enervado por la presencia de un extraño frente a sí, lo transforma en un peligro que muy pocos se animan a enfrentar. Pero, a veces, no hay otra solución, cuando semejante impedimento se nos atraviesa en el camino. Ese “toro” que nos viene dominando desde siempre, ese “animal” descontrolado que nos viene apabullando cada día de nuestros doscientos años, sólo podrá ser asido por la fuerza sumada de todos y todas quienes estén conscientes de la necesidad de construir su destino, para acabar con tanta mentira privatista, tanto ultraje a la verdad, tan desgarrante realidad empobrecedora, tan genocida condición de los autores de todas nuestras desgracias. Un protagonismo decisorio real, que ponga en escena al único poder que una Nación debiera considerar como válido: el de su Pueblo.

 

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