miércoles, 16 de diciembre de 2020

NECESIDAD MEDIÁTICA

Imagen de "El Quinto Poder"
Por Roberto Marra

El sistema de medios de comunicación que hace vida en nuestro País, demuestra que se trata de un armado donde prevalecen y se muestran con crudeza los niveles de poder de cada sector social. La casi monopolización de la palabra y las imágenes por parte de un grupo reducido de actores mediáticos, hace imprescindible observar las razones y los resultados de semejante incoherencia con la vida supuestamente democrática en la que se dice que vivimos.

No se trata sólo de la exorbitante acumulación de medios en todo el territorio. No se refleja sólo en la repetición, en esos medios cartelizados siempre enfrentados a las necesidades del Pueblo, de los mensajes de una agenda programada para construir un sentido único de pensamiento. Peor que eso, resulta la adopción, por los otros pocos medios que no les pertenecen a esos oligopolios, de las características básicas de esas agendas enfrentadas con la realidad.

Repetidos y perennes, los mensajes del Poder Real se hacen carne en quienes los escuchan y ven, incluso en aquellos que se sienten enfrentados a esos pensamientos. “Algo queda”, como en el goebeliano modo de intrusión mental tan conocido (y tan usado). Ese “algo” basta para poner en duda toda la estructura ideológica que se pueda poseer, para generar sospechas sobre las aseveraciones de los líderes objeto de los ataques de esos medios, para terminar siendo parte de la tribuna imbecilizada que observa la realidad con los anteojos que les venden sus verdugos.

Formando parte de ese sistema aniquilador de la democracia real, partícipe necesario de las tramas judiciales destinadas a combatir a sus enemigos ideológicos, pata imprescindible de la estructura de poder que embalsama las rebeliones y sustituye las ansias libertarias por los deseos consumistas, este poderoso método de dominación es, paradójicamente, soslayado por las fuerzas populares a la hora de pensar sus estrategias.

Tanto en la construcción de la fuerza capaz de derrotar al enemigo social de las mayorías, como en la posterior acción protectora de los logros que se pudieran tener, la cuestión mediática es dejada de lado o poco atendida en las decisiones de los movimientos populares que acceden a los gobiernos. Casi con temor reverencial hacia los “capitostes” de los medios más poderosos, se les termina brindando una alfombra de oro para a la continuidad de sus dominios, dejando a un costado la posibilidad de construcción de la alternativa pública estatal a semejante improperio antisocial.

Peor todavía, aquellos pocos medios que forman parte del aparato estatal, son convertidos en simples repeticiones de las taras de los oligopolios privados, con algunas pocas diferencias formales, con discursos y productos sin esencia popular, ni buscando un desarrollo cultural propio y novedoso. Increiblemente, se les suelen otorgar espacios a reconocidos adversarios ideológicos, para que recauden monumentales salarios y hagan trizas la oportunidad de construir una alternativa real a la oscuridad mediática que se padece.

Los pocos intentos de producir programas con características diferentes, no alcanzan ni para “hacerles cosquillas” al inmenso andamiaje preparado por expertos comunicacionales para imponer sus criterios a fuerza de machacar con sus mensajes disosolutorios de la sociedad. Los escasos periodistas que merecen ser llamados así, no pueden combatir con sus pocas presencias a semejante red de insultos a la razón. Y los que se atreven a denunciar tal estado de cosas, terminan siendo señalados como enemigos de los “consensos”, esa estúpida creencia en la posibilidad de la igualdad con los poderosos.

Paso trascendente, si se diera, sería tomar como tema fundamental la generación de un sistema de medios tan extendido territorialmente como el del enemigo, pero con premisas absolutamente opuestas y objetivos concordantes con las necesidades populares. Crear una red nacional de comunicaciones desde el pensamiento nacional y popular, sin miedo a la estigmatización que vendrá de seguro, es el paso que podría animar a pensar en que, esta vez, sí se podría vencer de verdad a los dueños del Poder.

El miedo, lo sabemos, es el mayor paralizante para cualquier acción. Tal vez sea hora de despejar el camino a la victoria real y definitiva, horadando el piso de los dueños de la palabra transmitida, abriendo las pantallas a imágenes distintas, posterizando de una vez a los ridículos personajes de la comunicación maniquea y oscura que nos apabulla todo el tiempo. Combatir la sinrazón de los monopolizadores de nuestras existencias, debe ser el objetivo primordial del momento. Y construir un poder mediático libre de ataduras a los eternos asesinos de la verdad, la meta ineludible para que el Pueblo pueda emitir su palabra. Y, con ella, elaborar su destino.

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