jueves, 19 de noviembre de 2020

COMBATIENDO AL CAPITAL

Imagen de "El Cronista"
Por Roberto Marra

La experiencia, se supone, es la que permite ir mejorando las performances, cambiar las elecciones equivocadas, corregir los desvios de los objetivos, sustituir herramientas que se hayan demostrado inútiles, apaciguar los enconos derivados de mensajes erróneos, simplificar procesos en búsqueda de ahorrar tiempos y costos, separar personas cuyos actos estén reñidos con los compromisos y las bases de las organizaciones a las que pertenezcan y, en general, mejorar la calidad de las acciones desarrolladas con un fin determinado.

Si de prueba y error se trata (y la experiencia tiene que ver con eso), no debieran repetirse las mismas acciones después de comprobadas sus ineficacias o sus disvalores. Pero en el mundo del revés en el que permanecemos sumergidos desde hace tiempo, la realidad es una invención de una especie de “universo paralelo” creado por quienes detentan el poder de verdad, el que ordena y desordena “a piacere” la vida y las cosas de las mayorías, sujetas como están a los designios financieros y económicos de estos devenidos en “patrones” de una gigantesca “estancia” que abarca todo un País.

Cada etapa de gobierno de las élites oligárquicas, ha demostrado la falsedad absoluta de sus “teorías”, que no son más que un conjunto de reglas establecidas para el saqueo de las riquezas y la conculcación de los derechos de todo el Pueblo. Sin embargo, una y otra vez regresan a decir y hacer lo mismo de siempre y, peor todavía, a profundizar sus desmanes con las saña propia de los perversos.

Ahora mismo, después de una cruel “temporada” de trituración de derechos y robo sistemático, se dan el lujo de dar “recomendaciones” (¡y hasta órdenes!) al gobierno que los sustituyó, elaborando discursos basados en el desprecio a la humanidad de los ciudadanos y la imprescindible necesidad que manifiestan siempre por apoderarse de cuanto beneficio económico les permita hacer crecer sus obscenidades materiales.

Acostumbrados al contubernio y la prebenda a los desviados del camino del honor, envían a sus lacayos parlamentarios a desatar sus pobres discursos ofensivos de la dignidad propia y ajena, para hacer el sucio trabajo de horadar el camino de la recuperación material de la Nación. Estos “delegados” de los dueños del Poder Real, juegan todas sus fichas a impedir cualquier atisbo de superación de los resultados funestos de sus anteriores gobernanzas, tan corruptas como enajenantes de la soberanía popular.

Apañados por la cadena “mentimediática” que crearon al efecto, aprietan las clavijas del instrumento de la tortura comunicacional hasta separar la realidad de la comprensión mayoritaria, estableciendo “verdades” inventadas para mantener la “tribuna” ocupada en vericuetos leguleyos y maltratos denigrantes hacia los líderes que no comulgan con sus “mundos paralelos”. Mientras tanto, sabrán hacer su oscuro trabajo de presión destituyente, amenazando solapadamente a los gobernantes y victimizándose ante la “opinión pública”, ese invento semántico que acompaña cada uno de sus actos para dar sostén a sus maniobras ilegales.

El caso de esa Ley propuesta para establecer una “contribución por única vez” a los más ricos de los ricos, es una demostración más de sus poderíos. Ha sido desatada una tormenta de mensajes que rayan con la ilegalidad manifiesta, amenazando con “rebeliones fiscales” de esos evasores permanentes, sólo por intentar imponerles un ridículo porcentaje impositivo ante la inconmensurable medida de sus riquezas. No es el monto, por supuesto, lo que los afecta, sino la direccionalidad de la medida que, aunque tibia, pone sobre la mesa la necesidad derivada de la obscena desigualdad que nos rige, por imperio de estos socios del imperio real.

Entre temerosos mensajes de quienes comunican la intención de la medida propuesta, hecha casi con miedo de alterar el ánimo de esos genocidas encubiertos con oropeles que el resto de la sociedad les paga, se han puesto más al descubierto (por si hacía falta) las capacidades dañosas de los altivos dueños de casi todo, siempre listos a la hora de hacer negocios con el Estado, pero últimos en la fila del pago de lo que impone una sociedad donde prevalezca la dignidad humana como objetivo esencial.

De los laberintos, se dice, sólo se sale por arriba. Y por arriba habrá de pasarse a esos enajentantes propietarios de nuestras vidas, aplastando sus vejámenes hasta consumirlos en la hoguera de la verdad popular. Dejando de lado el miedo a sus amenazas golpistas, sus negativas al pago de impuestos o sus mensajes de odios incontrolables, sólo queda empujarlos hacia el barranco de la historia denigrante, para hundirlos en el barro de un pasado que no podrá desaparecer sino por obra de un Pueblo que se atreva a re-escribir su propia historia. Experiencia para lograrlo, es lo que sobra.

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