lunes, 8 de junio de 2020

LA BATALLA POR LA VERDAD

Imagen de "Todos Somos Uno"
Por Roberto Marra
Fake news”, noticia falsa, bulo, son maneras de denominar la distorsión mediática de la realidad, modificando los sucesos a través de su comunicación tergiversada, manipulada hasta convertirlos en lo opuesto a los acontecimientos reales. Su utilización se ha vuelto una costumbre cotidiana para quienes manejan oligopólicamente la transmisión de los hechos y los dichos de sus protagonistas, al punto de desarrollar una especie de “mundo paralelo” (o para... lelos), capaz de mantener a la población atada a certezas sobre lo que nunca sucedió y a palabras nunca pronunciadas por sus supuestos emisores.
La posibilidad de influir con tanta capacidad de convencimiento en las personas, solo puede ser posible por la profusión de medios en donde se repiten esas falsedades elevadas al rango de lo “auténtico”. La cantidad de programas, emisoras radiales y televisivas, sumadas a las redes sociales que se encargaron de desarrollar algunos empresarios visionarios aliados al imperio, logran con facilidad instalar sus “noticias”, gracias a la multiplicación exponencial que les brindan tales herramientas, ya instaladas en el subconsciente de millones de ciudadanos de todo el Planeta como imprescindibles para sus vidas.
Con sus “armas” mediáticas cargadas de balas de rencores y odios fabricados también con la utilización de falsías históricas transmitidas de generación en generación, apuntan siempre hacia los auténticos, los que no se rinden a sus prebendas ni se arrodillan ante sus amenazas. Disparan uno tras otra sus mortíferos brulotes, para acabar rápido con los rebeldes, evitar la comprensión y adhesión de sus esclavos mentales, y continuar con sus acumulaciones de poder y dinero, fin último esencial de los propietarios de esas espeluznantes cadenas de mentiras fabricadas para dominar las conciencias.
Semejante capacidad de influencia, no puede ser respondida con sencillos actos de “aclaraciones” de la verdad tergiversada. No es posible alcanzar el tamaño monstruoso de la maquinaria mentirosa con desmentidas puntuales que inmediatamente serán nuevamente desautorizadas por los mismos inventores de esas “fake”. No puede ser nunca igual la repercusión de unos pocos minutos al aire de los protagonistas deshonrados con tantas suciedades televisivas, para contraponerse al orden mediático impuesto con una notable “maestría” en el “arte” de mentir.
Cualquier cosa puede instalarse como realidad, sin serlo. La capacidad de asombro está perdida ante semejante enemigo de la verdad. No se amilanan ante nada para destruir a una persona o un colectivo que les molesta en el camino a la extensión de sus dominaciones o la protección de sus mandantes. Cuentan con la complicidad de millones de idiotizados, más prestos a “creer” que a pensar, con lo cual llevan la ventaja de contar con una “infantería” que se arroja a los brazos de las perfidias mediáticas que alimentan sus pobrísimos espíritus de odiadores seriales.
No son nuevas estas manipulaciones, pero sí más sofisticadas y expandidas. No se producen y reproducen solo por la acción perversa de sus dueños y sus aliados, sino también por la desidia de sus víctimas, atadas al juego que sus victimarios proponen en nombre de su escudo preferido: la libertad de expresión. Una libertad tergiversada y apócrifa, manoteada de los derechos que retuercen hasta convertirlos en una masa informe de ultrajes a la razón.
Las batallas y las guerras solo pueden ser ganadas con fuerzas equivalentes al enemigo y por una mayor capacidad de razonamiento, que permita establecer ventajas que no puedan ser contrarrestadas por los malvados atacantes de nuestros pensamientos. Por eso es necesario responder a tanta “bulomanía” con la fuerza incomparable de las mismas armas mediáticas, pero de signo contrario a las utilizadas por los mentirosos seriales que nos abruman.
Es imprescindible construir un sistema popular de comunicaciones, capaz de expandir la palabra de los mejores hombres y mujeres que representen a la mayoría sojuzgada por los brutos con anteojeras que se introducen horas tras horas en los hogares de todos, para contradecir la realidad a fuerza de inventos que, no por ridículos, son menos efectivos. Los más de trescientos medios del más poderoso monopolio de la palabra que nos vende humo cada día en nombre de “su” libertad de prensa, debe ser contrarrestado con similar volúmen de capacidad de transmisión de los hechos, interpretados por auténticos periodistas, desatados de la madeja de engaños en la que permanecen otros por prebendas miserables.
El Estado, en manos del Pueblo, es el único capaz de brindar semejante estructura, a la que se puedan sumar los centenares de medios populares esparcidos por todo el País, que luchan cada día para llevar la palabra de los enmudecidos a través de la vocinglería dañina de los sucios integrantes de la troupe de payasos de ese ominoso circo de vanaglorias y perversidades en que se ha convertido el sistema mediático. El temor a los gritos y amenazas de los dueños de los medios poderosos, debe dejar de ser una barrera para la construcción de semejante vía a las verdades alternativas, esas que nos posibiliten aventurarnos en el hermoso mundo de la elaboración de pensamiento propio.
Retomar el camino de la construcción popular de un sistema de medios auténticamente democrático, libre de las ataduras de tanta miseria informativa y tanta oscuridad semántica, debe ser obra de todo el Pueblo, consciente de la necesidad de re-elaborar su destino, de colocarse al frente de las decisiones, de limpiar el camino de traidores disfrazados de líderes, tan falsos como las noticias de las cadenas de desinformación. Sólo así podremos ser capaces de acabar con el enemigo en su mismo terreno, para dar comienzo a la reconstrucción real de lo que fueran siempre nuestros eternos sueños libertarios, esas banderas que lograron que se arriaran con sus avalanchas de repugnantes y genocidas “fake news”.

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