lunes, 22 de junio de 2020

DE "RUNNERS" Y OTRAS ESTUPIDECES

Imegen de "YouTube"
Por Roberto Marra
Se ha dicho hasta el cansancio que la dominación cultural es la más efectiva arma que poseen los poderosos dueños del Mundo. Fruto del accionar de quienes ejercen el dominio planetario por ese medio, además de presionar por otros determinantes métodos de sojuzgamiento, se ha logrado convertir a una mayoría notable de habitantes de nuestros países en una especie de “mascarada”, multiplicando exponencialmente el nivel de estupidización necesaria para el uso de esos habitantes como una “infantería” de atontados, prestos a colaborar con el ahínco propio de los que nada y a nadie escuchan ni ven, salvo a sus “amados” paradigmas imperiales.
El cine, la radio, la televisión y ahora la “red de redes”, han ido transformando la realidad mental de los ciudadanos de cada nación en simples esponjas receptivas de mensajes destinados a generar pensamientos únicos, pretendidamente incontrastables, forzadamente impuestos en las conciencias de millones de zombis, que no están muertos, pero lo parecen. Al menos, intelectualmente.
El idioma, base fundamental para el reconocimiento de una identidad nacional, incluso regional, es la puerta primigenia por donde la penetración desculturizadora ha ganado el espacio necesario en el territorio del imaginario de los pueblos, como para convertir tradiciones y palabras propias en objetos de burlas y desprecios. El reemplazo de términos del lenguaje de nuestras tierras, sobrevenido también desde una colonización, pero re-adaptado a costumbres e idiosincracias nacidas desde la simbiosis mestiza que nos conforma, ha sido arrasado por términos impuestos por el imperio dominante de nuestra época.
Las personas pertenecientes a la denominada “clase media”, empeñosa buscadora de diferencias forzadas con el “pobrerío” que les recuerda sus verdaderos orígenes, es la primera en adoptar el habla de los enemigos de la humanidad, gracias a una enorme propaganda destinada a trazar una raya que separe a los que “pertenecen”, de los que nó. “Pertenecer tiene sus privilegios”, rezaba una vieja publicidad de una tarjeta de crédito que exponía, blanco sobre negro, los objetivos del Poder y sus sirvientes en cada nación.
Como un reguero de pólvora, el lenguaje ha encendido pasiones imbéciles y naturalizado denominaciones estúpidas para lo que siempre se había conocido, naturalmente, con palabras de nuestro idioma. El “periodismo”, el berreta, el despreciativo de la realidad, el transmisor de falsas noticias para servir a los intereses de sus patrones ideológicos y monetarios, es el motor “natural” de semejante desvío de la identidad nacional. Su prédica, cansadora exposición de lugares comunes y reiteraciones inútiles, se ha visto adornada cada vez más con esas expresiones anglosajonas que parecieran subyugarlos, haciendo papilla la herencia idiomática propia y denigrando la construcción de la cultura que la contiene.
Los ejemplos de palabras que sustituyen a las del castellano que mayoritariamente hablamos en esta región del Planeta, son tan numerosas como conocidas. Desde pedir disculpas con un “sorry”, antes que con la simple “perdón”; hablar de “fake news”, antes que de falsas noticias; invitarnos a un “breakfast”, antes que a desayunar; hacer un “check in”, en vez de un registro; todo está dirigido, subrepticiamente, a inducirnos a la adopción de otra cultura.
La música que transmiten la mayoría absoluta de la emisoras radiales son, en su casi totalidad, en idioma inglés, dejando como un pequeño favor que nos hacen, la emisión de alguna canción en nuestro idioma. La caracterización de autores, compositores e intérpretes nacionales como artistas “de relleno”, como “teloneros” de los popes de prestigio internacional que nos visitan, sirve para, además de llevarse una suculenta recaudación, motivarnos a despreciar lo propio y amar lo ajeno.
En estos últimos tiempos de encierros obligatorios, de imprescindibles actos solidarios de unos con otros, se refuerzan, desde el poderoso espectro mediático dominante, las expresiones degradantes de nuestro idioma, como una nueva manera de profundizar odios y rencores clasistas que nos impulsen a resaltar diferencias con nuestros vecinos de dramas cotidianos. Es así que, de pronto, quienes corren por las calles y parques del pretendido “centro del universo nacional” (CABA), desesperados por exhibir sus contradicciones con el gobierno popular vigente, ahora son “runners”. Estos corredores de poca monta, exhibicionistas de zapatillas de grandes marcas y muestrario gratis de la estupidez suprema de desconocer la existencia de la pandémica realidad viral, son la palmaria visión de lo que busca el Poder Real: la construcción de una sociedad atontada y despreciativa de la realidad, sujeta a la verbalización que ellos imponen para que los energúmenos sientan el “placer” de ser lo que nunca serán.
Al final, el ciclo de la desculturización culmina por imponerse, acelerando la degradación moral de la población, convertida en carne de cañón de los intereses imperiales, en cerebros vacíos de contenidos autóctonos, en masa informe destinada al fracaso como Nación, lanzada al abismo de la deslegitimación de su historia, borrando las conexiones con un pasado que nos hacía, aún con sus imperfecciones, parte de una Patria.

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