lunes, 4 de noviembre de 2019

LA TRANSICIÓN

Imagen de "Resúmen Latinoamericano"
Por Roberto Marra
Los efectos del paso de lo viejo a lo nuevo, englobados dentro de la palabra “transición”, dominan todos los períodos posteriores a los actos eleccionarios, momentos durante los cuales, se supone, el gobierno saliente debiera preparar la administración para la llegada del recién electo. Esto, mucho más parecido a la ilusión y al voluntarismo, propio del sistema democrático formal que predomina, ni siquiera se cumple en sus conceptos más básicos, cuando quienes se están por retirar representan con fervor los intereses del Poder hegemónico, poco predispuesto a perder protagonismo y ámbitos de decisiones que le permitan seguir con sus modos de acumulación de riquezas.
Estrategas económicos y financieros comenzarán a establecer los nuevos lineamientos a seguir para tratar de predisponer a las nuevas autoridades en la continuidad de las políticas fundamentales que hacen al sostenimiento de la única dirección que admiten: la propia. Difundidas con pasión “militante” por los serviles mediátcos de los que disponen siempre, terminarán por ser el eje de los debates a los que los nuevos gobernantes se verán arrastrados en cada entrevista maliciosa, sin permitirles tocar los temas que marcan las diferencias, que son las razones básicas por las cuales fueron electos por los ciudadanos y las ciudadanas.

Las presiones comienzan muy temprano para la nueva dirigencia, que no termina de asumir la victoria, cuando ya se encuentra atosigada por los voces de “advertencias” de los grupos de poder, mucho más parecidas a amenazas mafiosas, si no llegan a cumplir con sus demandas. Se establecen así, “verdades” que ni siquiera admiten discusiones mínimas, sobre las que solo se permiten variaciones de tonos, pero no de sustancia.
Tal como en cada suceso que merezca la atención de los medios afines al Poder, las pautas narrativas de los escribas dependientes de sus prebendas, serán las que intenten marcar la agenda de los recién electos, para correrlos de sus auténticos objetivos, de las razones por las cuales fueron apoyados mayoritariamente por la voluntad popular y de la realidad que hizo imprescindible la aparición de esos nuevos actores en el escenario de la decadencia material y moral que siempre significan los actos de los gobiernos que solo representan a los poderosos locales y a los intereses imperiales que les dan vida.
Se pone así sobre la mesa la cuestión de la “democracia”, del valor de su significado como concepto y de su disvalor como aplicación real, de sus razones para la convivencia y de sus sinrazones para evitar la construcción de una nueva sociedad, donde las declamaciones voluntaristas den paso a la acción protagónica de los pueblos y a la toma de decisiones que modifiquen la estructura de injusticias apañadas por siglos.
Apoderados de los conceptos, de las palabras y de sus significados originales, los propietarios de todas nuestras desgracias se vanaglorian de hacer y deshacer, sin importar quien gobierne, solo marcando los límites, soltando o recogiendo las riendas con las cuales van guiando el carro de la sociedad hacia el resultado que les favorezca, soltando durante el camino el lastre que les significan los parias que producen en su desarrollo viciado de injusticias.
Nada importan para ellos, los millones de esperanzados votantes de lo nuevo. Poco les representan las anhelos mayoritarios, cuando se saben con el suficiente poderío como para haber llegado a subsumir a esas mismas mayorías cuantas veces lo desearon en la cárcel de la desmemoria. Y casi nada hará cambiar la relación entre ese poder casi omnímodo y la voluntad expresada en las urnas, a la que intentarán abatir cada vez que se impongan los auténticos representantes de ese afán de cambio verdadero.
Sin embargo, la eternidad está reservada solo para los dioses. Porque el olvido resulta ser un cuchillo de doble filo, que lastima las conciencias pero abre tajos por donde puedan reintroducirse las ideas desmemoriadas que, porfiadamente, nos recuerdan cada día los auténticos líderes, esos y esas que jamás claudican ante los soberbios ganadores de tantas batallas, pero nunca de las ilusiones soberanas. Esas son, ahora mismo, las que deberán prevalecer ante la porfía miserable de un Poder al que los recién elegidos deberán saber combatir con la inteligencia y la astucia que impidan sus retornos y neutralicen sus embestidas, hasta hacerles morder el polvo de la derrota definitiva, para que lo justo deje de ser solo un sueño. Y la “democracia”, una palabra vacía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario