lunes, 25 de noviembre de 2019

BOMBAS CAMPESTRES

Imagen de "Heroismo Agonizante 101"
Por Roberto Marra
En decenas de películas de acción se han repetido esas escenas donde un audaz y valiente protagonista logra desarmar una bomba en los últimos segundos previos a la inminente explosión. Nunca deja de estar presente allí la indecisión final sobre cual cable cortar, poniendo el suspenso al límite, con el temblor de las manos del actor y la pequeña pinza que se acerca, dudosa y lentamente, al desenlace presuntamente fatal.
Aún con toda esa carga dramática, ninguno de esos filmes logra equiparar los sucesos que se suceden en la politica de nuestro País, donde desarmar “bombas” se ha convertido en una capacidad imprescindible, inherente a quienes se atreven a representar los intereses populares, los cuales deberán sortear siempre una especie de “campo minado” que el Poder y sus “gendarmes” económicos y mediáticos preparan ante la cercanía del cambio de rumbo político, que hasta ese momento conducían ellos mismos.
En sus intentos de desviar los objetivos socio-económicos que se plantee el nuevo gobierno en ciernes, antes de la retirada final sembrarán de dudas a la ciudadanía a través de sus mentimedios, esa herramienta que han sabido como nadie manejar a su antojo, provocando la generación de “sentidos comunes” tan opuestos a los intereses mayoritarios como útiles para empujar a los nuevos gobernantes hacia el costado del camino emprendido, justo donde están esas “bombas” que desean hacerles explotar durante su recorrido de reconstrucción de los desastres dejados por los tirabombas del Poder.
Los “actores” de esa dramatización falsificada de la realidad, son siempre los mismos. A lo largo de las décadas se han sucedido sus apariciones regulares al frente de cuanto levantamiento antidemocrático haya existido, uniendo los “cables” de la mentira y el odio para que esas “bombas” estallen lastimando lo más posible, degraden las instituciones hasta provocar el desprecio masivo de la población y auspicie el final anticipado de los procesos de justicia social que se hayan intentado aplicar.
Al frente del “elenco” maniqueo de tales dramas sin suspenso, pero con mucho olor a bosta, se encuentran los latifundistas y sus acólitos prebendarios. Acostumbrados desde sus espúrios nacimientos a avasallar derechos y humanidades a sus antojos, estos personajes no dudarán en corromper, con la fuerza de sus monumentales fortunas, las voluntades de los sectores medios de la sociedad, convirtiéndolos en batallones de odiadores al servicio de los intereses de sus admirados estancieros, cavando sus propias tumbas en tierras que nunca será suyas.
Las amenazas son solo el primer acto de estos dramas carroñeros, con dedos índices de oligarcas disfrazados de gauchos señalando lo que les espera a quienes se atrevan a tocar algún pequeño rincón de sus inmensidades territoriales. Alzarán sus voces de pretenciosos dueños de la única e irrefutable verdad, para extorsionar a los “atrevidos” representantes del “populacho” que intenten modificar la relación material oprobiosa que mantienen con el resto de la sociedad.
Durísima tarea para quien pretenda cambiar la vida de una sociedad maniatada por estos energúmenos de cuatro por cuatro. Compleja manera de comenzar y transcurrir los necesarios períodos de reconstrucción que demandan sus desmanes oligárquicos cada vez que se apoderan del Estado. Laberíntico camino trazado por el enemigo de los pueblos, siempre sembrados de minas a punto de estallar, ocultas con los mapas de la sinrazón mediática elaborada por el pensamiento concentrado del imperio que subsume a estos “tirabombas” campestres sin patria.
Armarán sus “artefactos explosivos” envueltos en la bandera que denigran. Atravesarán en las rutas sus maquinarias degradantes de los suelos y gritarán esas ridículas consignas de aversión al pobrerío y sus líderes sinceros. Se asegurarán la repetición de tanto improperio indigno por los parlantes repetidores de sus sometidos. “Aceitarán” los puertas de los despachos ministeriales para tratar de obtener lo que nunca podrían honestamente. Prepararán los escarmientos para el Pueblo que se atrevió a ignorar sus designios, con la pasión de los brutos poseedores de lo que nunca debió ser suyo.
Esta sucia realidad nos obliga a construir un dique definitivo a tanta voluntad maliciosa, a tanto desparpajo involutivo, a tanta venganza permanente sobre quienes solo reclaman el derecho a la dignidad robada por estos bastardos de una Nación que destruyeron desde el mismo día de su creación. Queda decidir entre la frustración eterna y la esperanza de convertirnos de una vez en una Patria sin patrones, cortando para siempre el cable que nos une a estos asesinos de la historia, estos oscuros “príncipes” de nuestras tierras robadas.

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