domingo, 24 de enero de 2016

EL PERONISMO, UN ARMA CARGADA DE FUTURO

Imagen Tiempo Argentino
Por Hernán Brienza*

A exactos 45 días de la caída electoral del Frente para la Victoria, que incluye, obviamente al peronismo pero lo excede, derrota mínima en términos numéricos pero contundente en el plano territorial –Nación, provincia de Córdoba pero fundamentalmente, Buenos Aires– urge la necesidad de volver a pensar, a reelaborar tácticas y estrategias en función de la identidad, los deseos (imaginarios o no), las posibilidades y el futuro de lo que genéricamente se conoce como el Movimiento Nacional, Popular y Democrático (MNPyD), y que siempre encuentra diferentes estaciones para accionar sobre el presente de la Nación y el Estado.
Si uno debiera analizar el estado actual de la fuerza del movimiento habría que pensar en un cuáles son los distintos "batallones" que hoy intervienen en la formación de ese amplio espectro. No muy amigo de la categorización de derecha e izquierda hacia el interior del MNPyD, me gustaría retomar los conceptos utilizados por Juan Domingo Perón en 1973, respecto de la "causa del Pueblo" –con la dificultad teórica que este término significa– y "la Reacción". La primera significa la defensa de los intereses de las mayorías, de los sectores más postergados, de los sectores productivos, los empresarios con conciencia nacional, los trabajadores. La segunda, responde a los intereses de la concentración del capital, de la enajenación de los instrumentos económicos, a políticas geoestratégicas diseñadas en agencias internacionales, a procesos de limitación de derechos y endurecimiento de las prácticas represivas del Estado. 

En estos términos, podría decirse que por fuera del espacio, el liderazgo del Frente Renovador está situado, por su agenda política, económica y social, al calor de los sectores de la Reacción que hoy gobiernan la Argentina. El acompañamiento de Sergio Massa al presidente Mauricio Macri a la Cumbre de Davos demuestra que el fugaz ex jefe de Gabinete del gobierno Kirchnerista ya se alistó raudamente para convertirse en el sucesor supuestamente "justicialista” del ya cansado y agotado Macri, quien ya dio síntomas de que al 2019 llegará exhausto. Massa ya hizo todos los deberes para convertirse en el futuro Macri del "peronismo". La pata justicialista el Massismo la aporta José Manuel de la Sota de innegable trayectoria dentro del espacio, pero en una versión extremadamente conservadora y represiva pero con importante apoyo de las mayorías cordobesas.

Diferente es el rol que juegan hoy algunos gobernadores como Juan Manuel Urtubey, por ejemplo, con proyecto propio, conservador, muy conservador, es cierto, pero dentro del esquema del MNPyD, y que intenta arremolinar en su provecho las ganancias del río revuelto que generó la derrota del año pasado. Un hombre joven, de solidez política y económica, pero muy atado a las formas culturales del tradicionalismo salteño, ataduras que, claro, lo convirtieron en la figura más importante hoy del Noroeste argentino.

Ligados a la ortodoxia peronista del equilibrio entre el pragmatismo y la doctrina, gobernadores como José Luis Gioja y Gildo Insfrán tienen la ardua tarea de manejar el péndulo que va desde las necesidades de la gestión que impone un dialogo con el Poder Ejecutivo Nacional y el posicionamiento ideológico propio. Los territorios requieren de un equilibrio que debe ser manejado con sabiduría entre la realidad local y el posicionamiento nacional. Quien tuvo una voz particular fue Jorge Capitanich, quien bregó hace unas semanas por un posicionamiento estratégico del Peronismo en lógica moderna, nacional, popular y de centro izquierda. También aportó su mirada personal Daniel Scioli, posible candidato de consenso hacia el interior del justicialismo, quien ha llevado adelante en los últimos tiempos un interesante posicionamiento ideológico cuestionando, con su mesura habitual, los desaguisados que hace el gobierno nacional en materia económica y social, que generan un costo altísimo para las mayorías y para el Estado.
Embretados entre los intereses de las organizaciones sindicales –los recursos–, la presión de las bases en las que crecen día a día la representatividad de las comisiones internas ligadas a las experiencias de la izquierda trotskista y las necesidades reales de los trabajadores que ya en marzo verán reducido su poder adquisitivo en más de un 40% y recalentarán las negociaciones paritarias, los dirigentes gremiales saben que la puja distributiva sino es bien conducida puede horadar su propia representatividad. Repetir la conducta cómplice frente al neoliberalismo, como en los noventa, pueden poner a esas representatividades en entredicho en un futuro cercano. Pero romper a locas y ciegas, también tiene un alto costo en términos  sanción mediática y económica por parte del gobierno reaccionario de Mauricio Macri.

Sin dudas, el sector más dinámico dentro del MNPyD es el kirchnerismo. Con una conducción indiscutible –Cristina Fernández de Kirchner– la ventaja de las manos libres, un inmenso apoyo movilizado que se demuestra día a día en las marchas contra cada brutalidad política que comete el Macrismo, continúa siendo el corazón simbólico e ideológico del espacio amplio. La gran porción de su espectro que está dentro del Peronismo –y su interpretación modernizada de las ideas originales de ese movimiento–, lo obliga a dialogar hacia el interior del Justicialismo con los otros jugadores. Las fracciones no peronistas le dan una mayor movilidad táctica y una identidad más consolidada en términos "ideológicos". El problema se encuentra en que si el Kirchnerismo se deja llevar por la presión de las necesidades territoriales corre el riesgo de subsumirse en la quietud y perder su potencia contestataria frente al avance indubitable de la Reacción. Pero si se recuesta sólo en los sectores progresistas corre el riesgo de convertirse en una fuerza testimonial. Y el juego del Peronismo siempre es político, no estético.

Claro que la nueva situación requiere de mucha creatividad. No es lo mismo conducir desde el gobierno que desde el llano y desde la oposición. No requiere las mismas cosas una organización verticalista que debe acatar y ejecutar los planes de gobierno, que una fuerza en la oposición que, en mi opinión, debiera retomar el siempre luminoso lema de "subordinación estratégica y autonomía táctica". Porque el signo de estos tiempos es la necesidad de pluralidades amplias, de diversificaciones identitarias, de cohesionar lo dispersado, de replantear liderazgos territoriales verticalistas por representatividades auténticas, de ampliar los debates, de recuperar la lógica del encuentro, de generar autocríticas constructivas y no pases de factura narcisistas, de preguntar, de escuchar, de llevar adelante políticas discursivas no dogmáticas, de convertir al Movimiento Nacional, Popular y Democrática en "un arma cargada de futuro", moderna y competitiva, con vocación de poder y de transformación, más que en un cotolengo de reafirmaciones personales y colectivas.

Perón decía: "En todos los movimientos revolucionarios existen tres clases de enfoques: de un lado, el de los apresurados que creen que todo anda despacio, que no se hace nada porque no se rompen cosas ni se mata gente. Otro sector está formado por los retardatarios, esos que no quieren que se haga nada, y entonces hacen todo lo posible para que esa revolución no se realice. Entre esos dos extremos perniciosos existe un enfoque de equilibrio y que conforma la acción de una política, que es el arte de hacer lo posible: no ir más allá ni quedarse más acá, pero hacer lo posible en beneficio de las masas, que son las que más merecen y por las que debemos trabajar todos los argentinos". Certeras palabras. Si no se tiene vocación de "mayorías", si no se tiene respeto y amor por las "mayorías", si no se trabaja por esas "mayorías", se es cualquier cosa menos representante de esas "mayorías". El movimiento nacional y popular no puede ni debe ser un gueto. O será "mayoría" o no será nada.

*Publicado en Tiempo Argentino

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