jueves, 3 de agosto de 2023

SALIR DEL CONVENTILLO

Imágen de "La izquierda diario"
Por Roberto Marra

El tratamiento mediático del proceso eleccionario se ha convertido en una especie de “conventillo” de disputas reales o aparentes de los opositores al actual gobierno, que parecieran realizadas para provocar el desvío de la atención ciudadana hacia lo que, en verdad, menos importa. Pero ahí vemos el desarrollo de los programas televisivos, supuestamente “políticos”, dedicados a exponer las miserables peleas entre candidatos y candidatas, replicados millones de veces en las redes, sosteniendo, con ese simple método, la proliferación de los mensajes oprobiosos que esos aspirantes necesitan que los votantes consideren para depositar sus decisiones en las urnas.

Esas (supuestas) reyertas opositoras, donde la realidad pasa de costado y la vulneración de la razón es lo cotidiano, siguen hundiendo las ideas en la profundidad de las mentiras programadas por el Poder Real, las que necesitan para embaucar a quienes todavía no lo están o reafirmar en sus concepciones retrógradas a los que ya eligieron asumirse como esclavos mediáticos. Para peor, desde enfrente de esos idearios genocidas, se les contesta como si hubieran razones coherentes con la realidad en sus discursos odiadores y revulsivos, otorgándoles así, verosimilitud a las imbecilidades que gritan a diario.

El fracaso se construye también con la elevación del oponente a la condición de liderazgos ideológicos que no podrían tener si no se les tuviera a cada segundo en la agenda contestataria. Se habla de lo que ellos quieren que se hable, se pelea por temas que ellos imponen como los que importan, se disputan sentidos sobre temas que ni siquiera necesitan ser considerados como de mínima trascendencia. Con ese simple método, logran ejercer el control del pensamiento mayoritario, obturando la capacidad reflexiva de la ciudadanía sobre los acontecimientos que de verdad importan, porque los protagonizan y los padecen.

Las causas y los causantes se olvidan o se mezclan lo suficiente como para generar incertidumbre y desapasionamiento, alejando a las mayorías de la imprescindible comprensión de los sucesos que los involucran, para terminar en frases conducentes a la decadencia y la derrota ante sus enemigos, esos que después de convencerlos que “son todos iguales”, harán lo que siempre hicieron cuando gobernaron: destruir derechos y anular futuros.

Extraña paradoja la de los votantes que sueñan con que “se vayan todos”, pero votan para que regresen quienes los empujaron al borde del abismo social más profundo. Raras “convicciones” las de los sancionadores de “populistas” que, si alguna vez obtuvieron algún beneficio, fue durante estos gobiernos. Pero así funciona el sistema comunicacional imperante, impregnado de “goebbelianismo”, asegurándose que algo quede siempre de sus mensajes prefabricados desde los “focus group” imperiales y sus réplicas locales.

La idiotización social no es una entelequia. Se trata de una metodología, un sistema perverso destinado a elaborar ciudadanos entregados, vacíos de ideologías, cuyas máximas rebeldías serán las de enviar algún twitt al vacío de las redes. Los sueños populares han pasado a mejor vida, se han diluído en la realidad putrefacta de una mediática procesadora de cerebros inanimados. Las banderas que supieron encender las almas para la lucha por lograr sus triunfos reales, se han arriado, pisoteándolas con mensajes cobardes que buscan el retroceso y la marginación de su protagonismo.

Queda el pequeño respaldo del recuerdo de los mejores días, para apoyarse en ellos y regenerar movimientos capaces de retomar las sendas del combate que de verdad importa. Vale el esfuerzo de retornar a las palabras de quienes supieron hacer lo que se debía en tiempos no tan lejanos, recobrarlas para encender la mecha de la esperanza, de la dignidad, de los derechos y también de los deberes populares.

Esa es la elección que se necesita ejercer, la disputa real con los asesinos de la historia, los votos imprescindibles para recuperar la grandeza derruida por seguir el cauce de un río seco de ideas y sentidos, para ponerle un dique a la muerte cotidiana del hambre y la miseria soportada, para apagar los incendios de los insultos a la razón de sus triviales peleas por sostener un bastón de mando que no saben como usar, como no sea para apalear las voluntades populares y someter a nuestra Patria al horrendo final de su Soberanía.

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