Por Roberto Marra
Si uno atiende exclusivamente lo que se dice en los medios masivos de comunicación, pareciera que los gobernantes no son los que fueron electos allá por octubre de 2019. Que, en realidad, se trata de unos “ocupas” de la Rosada que desplazaron por la fuerza a los representantes de la bestia neoliberal que les precedieron. Es que las pantallas, los parlantes y las tapas cotidianas de los diarios no dejaron nunca de colocar la palabra y la imagen de cada uno de los integrantes más “prominentes” del (des)gobierno macrista (con su “totem” bailador de cumbias al frente), como si fuera imprescindible permanecer en un tiempo aborrecible para inmovilizar las conciencias y trabar la que pudiera ser una acción gubernamental reconstructora de lo perdido en esos años.
Natural en los medios hegemónicos del Poder, resulta odioso encontrar este mismo estilo seguidista de tamaña incongruencia con las necesidades populares, en aquellos que se autodesignan como “progresistas”, cercanos a las ideas del gobierno actual y opuesto al neoliberalismo. Allí se generan, cada día, interminables desfiles de caras y voces repetidas hasta el paroxismo inaguantable, con el supuesto fin de recordarnos sus miserables consignas, reiterar sus mensajes de odio y hartar con sus poses de “defensores de la República”.
Algunos cientos de repugnantes imbéciles negando la existencia de la pandemia, pueden significar horas de divulgación de sus brutalidades semánticas. Alguna beoda desfachatada y amnésica de sus propias incongruencias, pasa más tiempo en las pantallas supuestamente “amigas” del gobierno actual, que las manifestaciones de los mejores hombres y mujeres que se dedican de verdad a trabajar por el Pueblo que los eligió. Los mensajes deshilachados del “rey de las reposeras” son mostrados como ejemplo de lo malo, pero mostrados. Con lo cual, su figura permanece, se asienta en el imaginario colectivo, continúa ejerciendo influencias negativas para poder practicar el necesario acto de la reflexión sobre la realidad que no se muestra del todo.
Está también ese ya hastiante método de la persecución de un notero que se pretende “irónico” a esos mismos figurones, repitiendo la vieja fórmula de los tiempos del menemismo, cuando también se hacía un periodismo pseudo-crítico, pero con el toque de chupamedismo necesario para no enojar al poderoso perseguido con el micrófono. Eso no puede sino resultar en una nueva aparición del supuesto criticado, casi como una estrella de cine, dándole otra vuelta a la rueda del infortunio mediático.
No se puede pretender ignorar las acciones de los susodichos, pero tampoco pueden sobreactuarse oposiciones a sus dichos y procederes poniéndolos al aire a cada minuto. Centenares de hechos suceden a diario protagonizados por otros “actores” cotidianos, decenas de realizaciones gubernamentales positivas pueden quedar fuera del conocimiento popular, por el apoderamiento de las primeras planas, los “últimos momentos” y los “alertas” de los noticieros, mostrándonos ese desfile inacabable de los excrementos del Poder Real. Es este otro síntoma de la enfermedad neoliberal que continúa su labor erosionante de las políticas positivas y la influencia sobre las decisiones gubernamentales que terminan contaminando otras tantas.
Hay que agregar que la cuestión mediática ni siquiera parece tenerse en cuenta por las actuales autoridades. Al desguace del neoliberalismo de los medios estatales, le sucedió el nombramiento de funcionarios no comprometidos con la gestión, incluso de auténticos enemigos ideológicos entre ellos. Este combo de incoherencias, terminó por producir una mediática que poco tiene que ver con la lucha frontal contra los residuos neoliberales que no dan tregua alguna desde sus cientos de medios y “comunicadores” desgastantes de la gestión.
La palabra y la imagen son muy importantes. Tomar la primera y mostrar la segunda, debe ser un acto inscripto en una estrategia comunicacional, cuyo objetivo sea la revelación de lo que nunca se muestra, la manifestación de lo que acontece más allá de las “figuritas repetidas” de ex-funcionarios insultando nuestras inteligencias y la conexión con los sucesos de las naciones hermanas de Nuestra América, siempre soslayadas o tergiversadas por las agencias imperiales de noticias.
Que los medios del Poder continúen con sus mafiosos procederes. Allá ellos y sus miserias cognitivas. Pero debiéramos dejar de entregarnos a las extorsiones de sus falsos e impostados “periodistas” y su “libertad de prensa”, que creen que los habilita a manipular la verdad hasta hacerla añicos. Nada que se diga o haga les sacará de sus posturas destituyentes, porque son parte de la maquinaria que permanece agazapada para aplastar la voluntad popular. Ni un segundo de aire a sus miserias, ni un minuto de atención a sus escribas, ni una imagen que nos devuelva al pasado que no termina de pasar por la idiota actitud de quienes no entienden que, comunicar la realidad es, básicamente, una lucha ideológica.
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