martes, 11 de mayo de 2021

EL CANCILLER EQUILIBRISTA

Por Roberto Marra

Yo creo que hay que hablar menos sobre Venezuela. Porque los cambios en Venezuela no van a ser pronto. Y van a ser lentos. Y entonces Venezuela no puede ocupar mucho tiempo en tu agenda cuando los cambios van a ser tan lentos. Termina siendo tóxico. ¿Cuántos temas dejas de hablar, de integración y de cooperación, de política regional, por ocupar la agenda por Venezuela?”

Estas son declaraciones del canciller Felipe Solá, que abonan una postura que intenta hacer equilibrio entre los ataques arteros del imperio y la defensa del concepto de Patria Grande. No son extrañas a su característica discursiva, a su ya pertinaz modo de comunicar la nada misma, preocupado mucho más por lograr la “simpatía” del amo al que se declama no servir, pero al que se le alimenta su ego de gendarme planetario en general y del así considerado su “patio trasero”, en particular.

No se trata de un iletrado ni de un desconocedor de los temas de los cuales habla. Sencillamente es su manera (y por cargo, del Gobierno todo) de entender una realidad que, paradójicamente no comprende en su más íntima concepción histórica. Pareciera que la “diplomacia”, esa cáscara vacía de transparencia y escasa de honestidad con la que se manejan las relaciones entre las naciones, lo empuja una y otra vez a este tipo de mensajes donde, leyendo correctamente sus palabras, se entiende mejor lo que no se atreve a confesar abiertamente.

Da por sobre entendido que en Venezuela va a haber cambios. Que deben haber cambios. Deja la sensación de un lamento porque serán lentos. Rechaza la posibilidad de tocar el tema por lo posiblemente perjudicial que resultaría en las relaciones con los países europeos, auténticos ladrones de la soberanía venezolana, a quien, en base al acompañamiento rabioso del bloqueo declarado por sus “socios mayoritarios” yanquis, le vienen reteniendo miles de millones de dólares de sus cuentas bancarias en el viejo continente.

En su particular concepción del significado de las palabras “integración” y “cooperación” entre países de Nuestra América, no entraría Venezuela, porque su gobierno no sigue las directrices del supuesto (y falso) “ideal demócrata” de Estados Unidos. Entonces se pregunta ¿para qué ocuparnos de esa Nación? A la basura con el camino trazado por la historia gloriosa de nuestros pueblos desde los inicios de los intentos de descolonización. Al diablo con la cacareada “unidad latinoamericana”, con tal de no acompañar a nuestros hermanos de sangres derramadas por los mismos ideales. Tal como dijo Bolivar, parece que “araron en el mar” nuestros líderes populares contemporáneos, al intentar convertir el Continente en una sola Patria.

Justamente cuando más necesita de nosotros, cuando más desatada está la furia contra su soberanía y su independencia, se la abandona a la suerte de enfrentar sola a semejante conjunción de poderosos negadores de nuestras libertades y absolutos destructores de nuestros desarrollos nacionales. No debe estar en la agenda, repite el canciller, que se pretende “peronista” sólo por relatar alguna anécdota que lo conecta con esa doctrina popular por excelencia. Aplastando la historia, pretende que olvidemos la ayuda oportuna del enorme Hugo Chávez en los momentos de debilidades económicas de nuestro País, que neguemos la declaración pública de ese histórico Lider mundial de sentirse “peronista” él mismo, a pesar de la distancia física y temporal.

Pretender “desactivar” a Venezuela, apartarlo de las imprescindibles decisiones conjuntas de nuestros países, ignorar la importancia de su potencial desarrollo y la implicancia beneficiosa que para su pueblo tendría, es trabajar para el enemigo, no sólo de aquella Nación, sino de la nuestra y de todo el Continente. Pero así actúan los timoratos, los que nada más pretenden pasar por el funcionariato para impedir o retroceder, en nombre de equidistancias imposibles y el peligroso balanceo al borde del abismo entregador.

El “diablo” del norte hace su trabajo, metiendo su cola entre las necesidades y las oportunidades. Nos atraviesa el viento mugroso del pensamiento antinacional, envuelto en un perfume de buenos modales con los fabricantes de todos los males que hemos padecido desde siempre. La persistencia de Venezuela va mucho máa alla de las pobres declaraciones de este devaluado personaje que oficia de ministro de relaciones exteriores. Va en consonancia con nuestros intereses, acompaña nuestros mismos objetivos populares, alimenta iguales sueños emancipadores. Y será en la resolución victoriosa de su muy particular intento de construcción de una nación justa, libre y soberana, donde deberíamos poner todos los esfuerzos de auténticos compatriotas, acompañando sus valentías con el coraje que reproduzca el de aquellos héroes que, hace más de dos siglos, supieron entender lo que ahora parece tan olvidado.

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