Por Roberto Marra
Existen algunos personajes de la política que padecen de una amnesia post-electoral. Al terminar el conteo de los votos, de inmediato comienzan a asumirse como “príncipes” designados por voluntad divina, producto de lo que, ellos mismos suponen, son sus “excelsos” valores superiores respecto al resto de la “tropa” de la que pretenden ser su conductor. Pero se quedan allí, envueltos en el arrobante abrazo de la autosatisfacción, negando capacidades ajenas y promoviéndose como un elegido, un supremo descubridor de cuadraturas circulares que terminan explotando en temibles paradojas antipopulares.
Por ese camino transita el gobernador Perotti, actuando como un patrón de estancia devenido funcionario, un gerente de la “empresa” Provincia de Santa Fe, un mandamás que ignora las alertas de sus propios funcionarios, un virtual opositor a la ideología que grita sostener, a la que destruye con cada acto despectivo hacia las necesidades populares. Prefiere, muy por el contrario, tensar la cuerda del desacuerdo con quienes le otorgaron la posibilidad de un apoyo nacional imprescindible para su triunfo provincial. Elige acomodarse en los brazos de los poderosos tránsfugas de las riquezas alimenticias, socavando la necesaria unidad de criterios para alcanzar con éxito el paradigma popular por excelencia: la Justicia Social.
La pandemia, si puede concedérsele una virtud, es la de desnudar a estos “príncipes” arropados con mantos populares. Son sus actitudes incoherentes con la realidad mortal de este virus planetario las que ponen fin a sus pretenciones de “dirigente”, aunque más no sea para administrar con correción semejante crisis sanitaria. Tal vez, acostumbrado sólo a gerenciar, no logra entender la trascendencia de sus actos en toda la sociedad y también hacia el interior del Frente que lo acompañó para que accederiera a la Casa Gris.
La cuestión es que los errores, en estas circunstancias, matan personas. Literalmente. Producto, tal vez, de sus devaneos de pretendida superioridad, o de la más prosaica función de socio de las necesidades de los grandes empresarios a los que no les interesa más que el abultamiento de sus cuentas bancarias, ha logrado establecer record tras record de contagiados y muertos en la Provincia, a pesar de las advertencias de los sanitaristas y las experiencias mundiales al respecto.
La ignorancia, lo sabemos, lleva a cometer errores. Pero la insistencia en ellos los multiplica exponencialmente. En eso está este gobernador que desafía las leyes naturales (y las nacionales también, ya que está). Se ha convertido en aliado, voluntaria o involuntariamente, de los enemigos del Pueblo santafesino, de esos que doblegaron a la otrora llamada “provincia invencible”, sometiéndola a la “dictadura” de los monopolios exportadores, que hacen lo que les venga en gana por estas tierras y, sobre todo, por estas aguas, esas que ahora están en plena disputa por su dominio efectivo. Ese es otro paso hacia el abismo económico que este personaje está dando al lado de esas corporaciones extrativistas de nuestras riquezas naturales, acompañando la continuidad de la privatización del Paraná y la absoluta pérdida de su soberanía.
Los ganaderos, dueños de las proteinas negadas a la población, son también ahora dueños de las decisiones gubernamentales de nuestra Provincia. Sus desprecios por la subsistencia de sus habitantes, tiene su correlato en el desprecio por las vidas perdidas en esta estúpida carrera contra el peor de los virus conocidos hasta ahora. Ni alimentación, ni prevención. Sólo vale salvar a los poderosos, a los fabricantes de miserias, a los negadores de la leche y la carne a los pibes y pibas que no alcanzan a comprender las razones de sus postergaciones, o mueren en el intento por sobrevivirlas.
El “carnicero” Perotti no parece dispuesto a reflexionar sobre sus actos. Su defensa del “campo”, lo hace co-partícipe de sus violencias antipopulares, de la desprotección de la población más empobrecida durante la anterior pandemia neoliberal macrista. Gozan con ello los sucios alentadores de tales miserias, los destructores de la vida y ahora cómplices de la muerte cotidiana por la pandemia que se niegan a frenar, soñando un regreso que debemos impedir con la claridad de las políticas de los gobiernos que votamos para reconstruir desde las bases las ruinas que nos dejaron.
Llamada de atención para la militancia popular, que deberá asumir la responsabilidad de evitar el regreso de la aplanadora de derechos macrista y conservadora, empujando a sus conductores hacia el camino de la defensa de los intereses populares, antes que los de los enemigos de la Patria. El tiempo perdido es inercia negativa que nos pone ante el peligro de la reproducción de lo vivido hasta hace un año y medio en el País. Y es muerte futura asegurada para cada vez más compatriotas, si esta pandemia (la del virus y la de la negación de los alimentos) no se asume como de igual peligrosidad que las malas decisiones que hoy dejamos en manos de los incapaces de adentro y los buitres de afuera.
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