Por Roberto Marra
Brazo de la luna que, bajo el sol,
el cielo y el agua rejuntará.
Hijo de las cumbres y de las selvas,
que extenso y dulce recibe el mar.
Este río Paraná portentoso, ancho y caudaloso, es la historia viva de nuestra Nación. En él se dieron esas batallas fundamentales por la soberanía, una palabra que parece estar arrinconada en un rincón oscuro de nuestros recuerdos. Algunos la gritan, cada tanto, como parte de aquella consigna maravillosa del enorme Líder creador del más grande movimiento popular de nuestra Patria. Pero al grito, no le sucede la correspondencia con la acción determinada para ponerla en práctica, para hacerla revivir en las conciencias y levantar el necesario muro al intervencionismo extranjero, que hace rato nos viene esquilmando las riquezas que supuran por esta arteria continental.
Sangra en tus riberas el ceibo en flor
y la pampa verde llega a beber
en tu cuerpo lacio, donde el verano
despeña toros de barro y miel.
Siguen sangrando abundancias, desde hace décadas, por esta maravilla natural. Continúan transitando barcos de banderas extrañas llevándose la tierra y el agua irremplazable hacia los confines del Planeta. Unos tras otros se suceden los puertos en manos de corporaciones transnacionales que se burlan de nuestros padeceres sociales, toman decisiones por sobre nuestros gobiernos y reciben, además, los beneficios de ridículos impuestos que, encima, evaden.
Mojan las guitarras tu corazón,
que por los trigales ondulará.
Traen desde el Norte frutal la zamba
y a tus orillas la dejarán,
para que su voz, enamorada de la luz carnal,
arome tus mujeres, Paraná.
Desde el norte hasta el mar, transitan las mercaderías traficadas espuriamente bajo la “vista gorda” de corruptos funcionarios comprometidos sólo con sus bolsillos. Vejan, una y otra vez, a la historia y al futuro, ahondando la pobreza inexplicable con el paso de semejantes opulencias granarias. Trastocan las ilusiones, asesinan las utopías libertarias, destrozan las esperanzas de sentirnos dueños de nuestras tierras y nuestras aguas, ayudados por la connivencia y la complicidad de los traidores y la temerosa reacción de quienes ofician de funcionarios a cargo de los intereses del Pueblo que los elige para defenderlos.
En campos de lino recobrarás
el cielo que buscas en la extensión.
Padre de las frutas y las maderas:
florece en deltas tu corazón.
Es tiempo de reencontrarnos con este Padre de los ríos, para recobrar la amistad con su misterio navegable, para entender su poder y el valor de su extensión como medida de nuestros sueños. Su abandono en manos de los “amos del Mundo”, sólo nos trajo destrucción del ecosistema que lo rodea, abonó las tristezas ya infinitas de sus habitantes y consolidó el despropósito de la entrega solapada tras una máscara de peajes y dragados.
Verde en el origen recorrerás,
turbio de trabajo la noche azul
y desde la luna, como un camino,
vendrá tu brillo quebrando luz.
Origen y destino de nuestro trabajo, sendero ancho de la Patria soñada, necesita como nunca de nosotros para recobrar su vigencia como camino caudaloso hacia la abundancia de su Pueblo. Será imprescindible volver a cruzar las cadenas de Mansilla para impedir la entrada de los enemigos de la reconstrucción de esta Nación avasallada. Tendremos que hacer tantas “Vueltas de Obligado” y “Puntas Quebracho” como se requieran para terminar con el desfalco de los enemigos fundamentales de nuestro desarrollo soberano. Y habremos de ser capaces de ponerle fin a tantos años de abandono en manos imperiales, para poder gritar la alegría de sentirnos dueños de nuestro propio destino, enarbolando la misma bandera que, en sus orillas, nos dejó Belgrano.
(El Paraná en una zamba, música de Ariel Ramírez, letra de Jaime Dávalos)
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