Por
Roberto Marra
Lo
que sucede en el Poder Judicial de Argentina, respecto de los
nombramientos de jueces y fiscales, pudiera hacer pensar que las
casualidades son mucho más posibles de lo que habitualmente se
podría imaginar. El azar de los bolilleros tribunalicios tiene una
evidente tendencia a expeler siempre las mismas bolillas, haciendo de
las coincidencias una “eventualidad permanente”, oxímoron de
particular relevancia para comprender las razones de semejantes
repeticiones de nombres en los juzgados, especialmente del fuero
federal.
No
tan azaroso parece el accionar de los medios oligopólicos, que
desarrollan campañas enjundiosas para embocar las carambolas de las
elecciones de estos jueces y fiscales que tanto necesitan para
obtener juicios favorables a sus intereses. Con las previas
operaciones sobre los futuros venturosos elegidos, sumadas a las
denostaciones a sus enemigos, publicadas hasta el paroxismo en sus
páginas y pantallas, logran el ansiado triunfo cuando la
“providencia” los premia con la lotería tribunalicia.
Las
“circunstancias” terminan por sellar la suerte de los perseguidos
y el encumbramiento de los seleccionados para tan altos e importantes
cargos, para los cuales cuentan con el apoyo del aparato mediático y
el acompañamiento de las entidades representativas de las peores
lacras del mundo de la abogacía. Instalados ya en las cumbres de los
juzgados, actuarán de conformidad al acuerdo previo entre los
poderes fácticos que manejan bolillas y bolilleros. Serán
implacables con los enemigos ideológicos del poder real, e
indulgentes con sus integrantes. Serán temerosos de los “carpetazos”
preparados por los captores de sus mugrosas consciencias, las
extorsiones que aseguran sus fallos tergiversadores de la verdad y
negadores de la Justicia, un valor que desconocen y sobre el cual
vuelcan las excremencias de sus sentencias.
Nada
parece poder afectar esta condición irracional del manejo de uno de
los ámbitos más trascendentes para re-encausar el destino de la
Nación. No parece existir “capacidad de fuego” contra estos
energúmenos de saco y corbata que amañan la justicia y desatan
tempestades sociales de consecuencias irreparables. La voluntad de
cambio no basta para generar una fuerza capaz de remover a estos
genocidas del derecho, imprescindible acto que significaría un revés
fundamental para los hacedores de todas nuestras desgracias.
No
parece haber cambio de gobierno que pueda alterar la ventura de estos
elegidos permanentes. No se vislumbra herramienta capaz de despegar
de sus asientos a estos “afortunados” de las bolillas cargadas.
El albur desencadena sus llegadas eternas a los despachos del horror
constitucional, alentados por otros símiles especímenes que ofician
de “supremos”, cuyas llegadas también han dependido de
“coincidencias” obscenas, provocando una cadena de
“providenciales” circunstancias que abonan el mantenimiento de la
operatividad del Poder sobre los gobiernos de turno.
La
“lotería” de la justicia social está amarrada al oscuro destino
fabricado por quienes giran las manivelas de los bolilleros de
nombramientos de la otra justicia, esa que camina oronda por los
pasillos de los tribunales de la mano del mismo Diablo, esgrimiendo
la espada del dolor permanente sobre los sentenciados de por vida a
los sufrimientos que alimentan la perversa maquinaria de la
acumulación de riquezas, robadas con el aval y el consentimiento de
sus “suertudos” de ocasión.
Cuando
se habla de cambiar la realidad nacional, no puede haber otro
comienzo que el de dar vuelta los horrores de un Poder Judicial que
se retroalimenta de sus miserables procederes y los de sus socios
permanentes en el mantenimiento del statu quo. No cabe otro
comportamiento que el de expulsar a los corruptos, los vendedores de
sentencias, los creadores de fallos incongruentes con la sinceridad,
los mercenarios de un Poder que no abandonará nunca su supremacía,
sólo porque se lo pidan. Será la fuerza unificada de un Pueblo
organizado y consciente el que deberá protagonizar el fin de los
bolilleros de la desventura, acabando para siempre con la “suerte”
de los malos jueces y las mañas de los poderosos, tiñendo los
tribunales, por fin, con el color de la verdad.
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