viernes, 17 de julio de 2020

LA BATALLA DEL PENSAMIENTO ÚNICO

Imagen de "Medium"
Por Roberto Marra
El debate suscitado por la manifestación de la posición del Gobierno argentino en la ONU sobre Venezuela, necesita, además de la aclaración ya realizada por el Presidente, una evaluación del modo en que se encara este tema o cualquier otro relacionado con los pocos países donde no rigen los mandamientos del imperialismo para gobernarlos, pero sí las consecuencias de sus ataques para acabar con esas experiencias.
Habría que observar, en primer lugar, el lenguaje con el que se pretende aclarar tan oscuro proceder por gran parte de los gobiernos, el cual contiene siempre la elevada cuota de prejuicios instalados por los mandamases planetarios, a través de la maquinaria mediática que de ellos depende, creada específicamente para ahondar en el subconsciente de las mayorías para amurallar el sistema que les asegura su dominación.
La cuestión de los “derechos humanos” ha servido para las más diversas formas de estigmatización de aquellos gobiernos y sus líderes que molestan a los fines programados por las corporaciones mundiales y ejecutado por su gendarme planetario. Con verdades a medias o con directas mentiras, los supuestos irrespetos a tales derechos son esgrimidos como el arma primera para la conquista del imaginario público.
Una vez asegurado este paso para avasallar los pensamientos libres sobre los sucesos que acaecen en cada nación, el resto se compone de una larga lista de lugares comunes, de lenguajes caducos pero, debido a la dimensión de los medios que se utilizan, profundamente arraigados en las personas.
Adaptándose a esa situación de dependencia cultural establecida como el principal método de dominación de los pueblos, los gobiernos (al menos, una gran mayoría de ellos) actúan en consecuencia, como tratando de no “caerle mal” a sus compatriotas con sus dichos, los cuales siempre contendrán, a pesar de las diferencias reales que pudieran tener con el imperio, las sospechas en materia de derechos humanos sobre los gobiernos populares atacados.
El uso de ese lenguaje también tiene el correlato de la pretensión de mantener buenas relaciones con el Poder Real del país del que se trate, de no “patear el tablero” de las interminables “negociaciones” establecidas con esos capomafias disfrazados de “grandes empresarios”. Y seguramente debe ser necesario no abrir frentes de batallas extras a los ya acuciantes derivados de las situaciones sociales complejas y perniciosas para el desarrollo pretendido de economías que puedan dar sostén a una pretendida mejor distribución de la riqueza.
Sin embargo, después de haber pasado nuestros pueblos por tantas experiencias donde, por no atacar a los causantes de todos los males, se sufrieron consecuencias dramáticas y hasta mortales, pareciera que va llegando la hora de replantearse los métodos de consideración de las imposiciones pseudo-diplomáticas imperiales. Va siendo imprescindible evaluar de otra forma a los gobiernos derivados de procesos revolucionarios que, mirados en cercanía y sin los prejuicios mencionados, se comprenderían mejor las políticas aplicadas allí.
Pareciera la mejor manera de actuar frente a cualquier hecho, el evaluarlo con la mirada de quien no ve en ellos a un enemigo idelógico, sino mejor a un compañero de rutas liberadoras. Pareciera más útil retacear el uso del lenguaje provocativo que demanda la cultura instalada por los propietarios de las opiniones tergiversadas con el único fin de sostener sus poderíos. Aparenta como un mejor procedimiento para captar la realidad, el dejar de lado las anteojeras y los lentes que nublan la visión de la verdad, de manera de saltar por encima de los estigmas y capacitar las neuronas para entender lo negado, para mirar con ojos que escrudiñen en los propios pueblos y sus sentimientos lo que suceda en cada nación atacada.
Las cadenas siguen estando allí, atándonos a sentires ajenos y necesidades que no son tales. El odio es el método preferido para subyugar a los individuos sin capacidad de comprensión de la realidad. De él se valen para minar los caminos elegidos para desarrollos virtuosos y esperanzadores para las mayorías de cada uno de nuestros países. Con esa simple herramienta, con el descaro de los perversos, con la avaricia de los que nunca pierden, con la arrogancia de sus armas y sus coerciones, han logrado instalar una verdad insana y desprovista de fundamentos. Solo con ello, nos están ganando la batalla del pensamiento. Es tiempo de actuar distinto, de pensar por nosotros mismos, de soñar los sueños propios, de librarnos de sus discursos infames e impedir que, también, nos ganen la guerra del sentido común de ser una sola Patria.

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