Imagen de "Supara" |
Por
Roberto Marra
Cada
año, al llegar el 9 de julio, volvemos a escuchar las viejas recetas
discursivas con las que, desde chicos, nos acostumbramos a recordar
el día en que se declarara la independencia de nuestra Patria. O, al
menos, eso es lo que se deduce de los libros de historia contados
desde la ideología que terminó rigiendo nuestros destinos desde
entonces, con sus idas y vueltas, con sus devaneos con otros imperios
al que hasta ese momento nos regía, cuando les expulsamos del
territorio aún no definido del todo de lo que sería la Argentina.
Independencia
y soberanía nunca terminaron de conjugarse del todo en nuestra
historia, atravesada por millares de momentos donde la tergiversación
de la verdad hizo añicos aquella intencionalidad iniciática y
postergó la necesidad que todo pueblo tiene de sentirse libre para
decidir su destino. A pesar de etapas prolíficas para la
construcción de esa soberanía tan demorada, donde el Pueblo alcanzó
a tocar el breve resultado de sus luchas por lograrlo, siempre se
atravesó en el camino de los sueños libertarios la oscuridad de los
traidores, el abismo de los necios, la imbecilidad de los brutos y la
parsimonia de los ignorantes.
Vuelven
ahora, en estos tiempos extraños de escondites y evasiones a algo
que ni siquiera alcanzamos a ver, pero nos atemoriza con sus muertes
cotidianas, aquellas trapisondas de los enemigos de siempre, de los
destructores de la sociedad y sus sueños emancipatorios, tratando de
aplastar cualquier atisbo de independencia real, esa misma que
después exaltan en sus bufonadas discursivas de actos donde la
hipocresía es la omnipresente y la mentira la reproductora de viejas
consignas colonialistas.
Nada
se salva de sus insultos cotidianos, multiplicados por la verba
excremental de sus voceros mediáticos. Nadie queda eximido de sus
amenazas de alteración de las decisiones populares, a fuerza de
encumbrar en el altar de “la verdad” a las peores y más obscenas
reivindicaciones del oscurantismo ideológico que les da orígen a
sus ideas antisociales. Ningún espacio queda vacío de sus
fantasmales regresos a un pasado eterno, que intentan imponer por la
fuerza de sus voces de alcances infinitos y, si fuera el caso, por el
precio de miles de vidas cegadas en busca del prosaico aumento de sus
ya exhuberantes riquezas.
Quienes
conducen este nuevo intento de construcción de una Patria
verdaderamente independiente, soberana y justa, parecen impelidos a
responder una tras otras las falsías armadas para erosionar las
bases de esta nueva experiencia. Corriendo detrás de la agenda
impuesta por los medios que actúan como la infantería de ese
ejército financiero y judicial que pretende acabarlo tempranamente,
su accionar se traba en los baches de un camino bombardeado a cada
minuto, donde también transitan los ciudadanos a los que se obliga a
ver y escuchar solo esas voces degradantes de la coherencia con la
realidad.
La
verdad a perdido prestigio y la realidad solo es un recuerdo de otros
tiempos donde, al menos, existía la vergüenza. Perdidos en un
océano de falsedades, los habitantes de este territorio
pretendidamente liberado, caen una y otra vez en las redes (reales y
virtuales) de las estigmatizaciones, las defenestraciones y la
banalidad. Solo con ello, logran establecer una “masa crítica”
al servicio de sus intereses espúrios, puestos a los pies del
regocijado amo imperial de turno, que nos empuja a la división y el
fracaso con sus avasallamientos culturales.
Todo
se ha reducido a un feriado vacío de contenido patriótico, un día
más en el calendario de los recuerdos que otrora elevaba nuestros
espíritus patrióticos y nos hacía, aunque sea por esa sola fecha,
auténticos y legítimos dueños de nuestro destino. Ha llegado la
hora ineludible de convertir aquella esperanza mustia, en objetivo
que fundamente nuestras vidas, en paradigma que alimente nuestras
ilusiones de felicidades negadas, en luz que alumbre la concreción
de la renovación épica del sueño primigenio que originó el deseo
de ser libres. Y liberarnos de una vez, decididamente para siempre,
de los cobardes, de los sumisos, de los obtusos y los traidores, para
ser, por fin, una Patria soberana.
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