jueves, 6 de febrero de 2020

LA IMPRESCINDIBLE SUBLEVACIÓN DEL BARRO

Imagen de "Revista La Ciudad"
Por Roberto Marra
Cátulo Castillo inmortalizó, en su tango “La última curda”, aquello de que “...la vida es una herida absurda...” Ejemplos sociales de esa poética afirmación, sobran por estos tiempos. La humanidad parece encontrar en el absurdo su expresión más clara de qué va la vida en este Planeta, atravesada por hechos y circunstancias deleznables que alimentan la cotidianeidad pavorosa que padecemos, aunque solapada por creaciones mediáticas que le impide, al grueso de la población, comprender la realidad por la que atraviesa su incertidumbre.
Estamos siendo heridos todo el tiempo por las “balas” de las peores lacras inventadas por los dueños de la “verdad revelada” de este capitalismo inhumano, que no encuentra límites en sus perversiones diarias, solo destinadas a profundizar las inequidades, ya de por sí repugnantes. Las injusticias han sido convertidas en “necesidades” impuestas a sangre y fuego. El odio y la xenofobia son la moneda corriente que compra las voluntades de los sometidos. La pobreza forma parte de lo natural y la miseria encuentra su más oprobioso rincón para desarrollarse sin esperanzas para su final, como no sea con la muerte derivada de semejante inmoralidad consentida.

...Es todo, todo tan fugaz...”, continuaba Cátulo. Tanto como la vida oscura a la que nos destinan esos repugnantes acaparadores de riquezas que se autoasumen como dueños del Mundo que fabricaron a su medida. “...Es una curda nada más...”, pero una borrachera de poder que anula la posibilidad de elevar la consciencia de la indignidad, el aprendizaje de lo efímero de sus actos amorales, la mortal incomprensión del resultado de las injusticias que someten a las mayorías a la lenta desaparición de la existencia, con el único resultado de haber servido de combustible a esa maquinaria del horror programado.
Un psicópata imperial, pretensioso de un liderazgo sin mayor sustento que las armas que le aseguran el miedo que amilana a los dominados, señala culpables, designa gobernantes de otros países, invade y mata por selección (anti)natural, incita al desprecio y el rechazo al diferente y levanta muros que solo sirven para exacerbar las animadversiones entre iguales que insisten en parecerse a sus amos, antes que a construir sus propias identidades.
Insensatos gobernantes de los países empobrecidos por la fuerza del ridículo temor a ser “aislados del Mundo”, aceptan sin chistar los dictados de aquellos que manejan los hilos de las finanzas, imponiendo sobre las poblaciones, más postergaciones, dejando para el futuro el goteo de esas riquezas atrapadas en un recipiente que jamás vuelca. “...Un país que está de olvido, siempre gris...”, ese es el único destino que nos dejan avizorar, el único propósito de sus elucubraciones maléficas, el resultado de las maldades acumuladas sobre las espaldas dobladas de tanto sostener sus espantosos designios de hambre eterna.
Deambulamos, al fin, en “...un lento caracol de sueño...”, tras una sobrevivencia inútil, tratando de alcanzar el mendrugo que nos permita otro día más sobre la tierra, otra oportunidad más de obtener el boleto a ser, aunque más no sea, esclavos de los opresores que nos convencen, a través de las falacias televisadas, que este es el único camino. Y pareciera que no nos queda otra salida que, simplemente, buscar “...la curda que, al final, termine la función, corriéndole un telón al corazón.”
Sin embargo, un último resabio de esperanza se asoma entre esa “...lágrima de ron...”, alimenta de comprensión las neuronas que creíamos definitivamente desvalidas, y nos “...arrea la tropilla de la zurda...” hacia ese “hondo bajo fondo donde el barro se subleva...” Ese mismo “subsuelo de la Patria” donde surgiera, un día, un Pueblo capaz de construir su propio destino.

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