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A pesar de que me considero un intelectual del carajo y me la paso
citando pensadores que ustedes no conocen ni por asomo, dentro de mí anida un
muchacho simple que se emociona con cosas románticas e incluso sensibleras.
Ahora me agarró el berretín de ver a cada rato el video de Susan Boyle, la
gordita inglesa desocupada que cantó en un programa de talentos y puso a todo
el teatro de pie. Y no quieran saber cómo lloro. Susan era vieja y fea para los
estándares del mundo del espectáculo, y competía con chicos jóvenes y lindos,
mercadería fácil de vender con buen marketing. ¿Por qué ella triunfó y los
otros fracasaron? Porque ella tenía un don que el establishment había ignorado
con entusiasmo. O quizá ella no había sabido mostrarlo con claridad. Pero ese
día la gordita fea se paró frente a miles de personas y le bastaron tres
compases de una canción para emocionar a todos y hacer llorar a varios.
Me gusta pensar que este momento
de Argentina es algo parecido, como si la que hubiera asistido a unos de esos
programas que buscan talento es la Argentina misma, el país, que incluye su
cultura, su historia y a nosotros. Argentina se puso la faja para disimular
excesos, crema para maquillar sus imperfecciones, y se subió al escenario a
mostrar su talento. Todos la miran, desde lo mejorcito a lo peorcito del mundo,
los que la quieren salvar y los que la quieren hundir, los que se podrían
salvar por y con ella, y hundir por y con ella.
Hasta el momento de subir al
escenario Argentina se veía peor que Susan antes de la fama: un país
caprichoso, que se cae del mapa, lleno de sudacas que no saben comportarse en
la mesa, que en lugar de decir "sí, bwana" cuando el FMI la quiso
empomar, salió a putearlo, y que como si fuera poco, con una presidenta que le
dijo al presidente de los Estados Unidos en la cara que su país practica
terrorismo económico.
Creo que Argentina, como Susan
Boyle, está gastando su último cartucho. Porque era obvio que si Susan no
lograba que el público entendiera que ella tenía un don, iba a terminar haciendo
karaoke en el pub de la esquina de su casa. Y cada día iba a ser más pobre y
más fea. Aun siendo poseedora de ese don que la hace especial.
Argentina tiene una oportunidad
de demostrar que está a la altura de cualquier otro país y que puede disputar
en cualquier terreno, incluso los que han sido ajenos, como la tecnología. Pero
si nos bajamos de ese escenario sin haber puesto al público de pie no nos van a
perdonar. Los perros del sistema, que en el caso de Susan eran productores y
discográficas, y que en el caso de Argentina son organismos internacionales y
países poderosos, van a pedir nuestras cabezas, nuestras tierras y nuestro
futuro. De paso nos van a romper el culo, pero eso por placer.
Nuestro devenir hubiera sido más
tranquilo de no ser por los Buitres de La Recalcada Entrepierna de la Madre que
los Parió. Por ellos tuvimos que subirnos al escenario antes de tiempo. Igual
un día íbamos a tener que explicar qué es eso de nacionalizar empresas de buena
gente como Repsol, Aerolíneas o las AFJP, o qué es eso de no querer ajustar
sobre los pobres y tratar de que los ricos paguen un poquito más, aunque sea un
poquito.
Ahora es el momento de demostrar
que este país resiste de pie a pesar de haber sido saqueado y diezmado por los
españoles primero, por los yanquis después, y por los saqueadores internos
siempre. De demostrar que a pesar de no haber sido bendecido con la gloria de
ser europeos siempre estamos metiendo una cuña en el mundo del deporte y del
arte, que cuando nos dieron un tranco de pollo de ventaja le enchufamos un papa
al mundo católico y una reina a la patética realeza Europa. Y tenemos a Borges,
y al Che, y hasta nos damos el lujo de mandar cohetes a la luna donde un día
vamos a construir countries sin inseguridad ni inflación, lejos de la negrada,
para vendérselos bien caro a los quejosos, y nos llenamos de plata.
Siempre fuimos así, pero no
siempre estuvimos arriba del escenario para demostrarlo. Ahora sí. Ayuda la
coyuntura, vivir en una época en que todo se sabe, haber encaminado las ganas
de pelear (como hijos de Martín Fierro y Patoruzú que somos), hacia los
enemigos verdaderos, los que saquearon el país, los que nos vienen haciendo
dunga dunga desde siempre. Ahora estamos, como Susan Boyle, arriba del
escenario donde, como diría Bonavena, te sacan el banquito y te quedás sólo.
Pero damos pelea. Y respetando las reglas del juego, pero si hay que hacer
piquete de ojos, lo haremos. El enemigo juega más sucio, siempre.
Ahora es el momento en que hay
que abrir la boca y poner al mundo de pie. Y tiene que ser más o menos rápido,
en los próximos tres compases, como hizo Susan. Como dijo F. Scott Fitzgerald,
"no hay segundos actos en las vidas americanas". Eso nos cabe muy
bien a nosotros. Quizá no haya una segunda oportunidad de subirse al escenario
y decirle al mundo lo que somos.
Argentina se pudo subir a ese
escenario porque este gobierno está en el poder. Es el que más ha creído en él,
el que más ha insistido en demostrar que no somos peores que otros, incluso que
somos mejores. Los otros que quieren gobernarlo a partir del año que viene, y
que quizá lo hagan, parten de la hipótesis contraria: este país es una mierda
(y nosotros los argentinos también). Se los dice su gurú mediático y ellos lo
creen porque son respetuosos de patrones y alcahuetes.
Si llegan al gobierno, lo primero
que van a hacer es bajar a Argentina de ese escenario y devolverlo a su rol
natural de barrer, lavar platos, y obedecer. Eso en política es no dejar de ser
productores de materias primas agrícolas, dejarnos de joder con mandar cohetes
a la luna, soñar con ser un país industrial y con un Estado que intervenga en
la vida de la gente. Usted elija: aplaudir a la gordita fea o al producto del
márketing. Como en el caso de Susan, su vida está en juego.
*Publicado en Rosario12
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