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Si por la ventana que uno abre lo único que se ve son los ecos del
coloquio de IDEA, se mira muy poco. Esa reunión empresarial que abrió cebada
por Miguel Blanco con su sentencia del “modelo agotado”, y que terminó en el
stand up medio alocado del abogado Sabsay, dejó planteado el núcleo duro del
discurso del “odio conveniente”. Ellos son los titulares de ese odio, bajo el
que subyace el aborrecible techo a su propia rentabilidad, pero para hacerlo
efectivo, convenientemente efectivo, necesitan esparcirlo como espuma de
Carnaval. El reclamo por el título de abogada de la Presidenta –o mejor dicho,
el revival del reclamo– no es inocente. Su esqueleto es el presunto delito que
invocan, el de “usurpación de título”. Lo que sienten, expresan, denuncian y
pretenden es tener a mano un argumento que les permita esgrimir que la
Presidenta ha usurpado el poder. Hacia allí se inclina la derecha restauradora
de los ’80, a la que le resulta muy complicado volver a engañar a millones de
personas con las recetas de ajuste y devaluación. Esos sectores, que son los
que siempre tuvieron la sartén por el mango, quieren recomenzar un camino de
concentración de riqueza, destinado al uno por ciento de la población. Lo demás
es pura espuma, pomo y Sabsay desmelenado planeando su fuga tras la persecución
“del régimen”.
El núcleo duro que promueve “el
odio conveniente” no es un fenómeno argentino y ya ni siquiera regional. Es una
carta de juego global, puesta en marcha por las innúmeras fundaciones y centros
de pensamiento financiados por buitres, halcones y redimidos extremistas de
derecha, a cuyo servicio están hoy los medios concentrados globales. Miren cómo
Veja fue repartida gratis y adelantada dos días sólo para ensuciar a Dilma y a
Lula sin darle tiempo al electorado a que escuchara las desmentidas del
denunciante de esa nota. El problema nunca fue el gobierno argentino contra
Clarín. El problema son los medios concentrados al servicio del capital
concentrado, cuando una democracia no se inclina ni acepta sus convites de
corrupción. O quiénes son, si no ellos, los grandes corruptores de la política.
Si este modelo de sustitución de
importaciones y de impulso al mercado interno está en problemas de diversa
índole, cabe buscarle soluciones y el diálogo tiene sentido. Pero si “está
agotado”, de eso se desprende que lo que se propone es cambiar de modelo. El
gran problema es que, si se mira el mundo, no hay ningún otro modelo aplicable
que no sea el que la semana pasada, en Gran Bretaña, provocó que el Lloyd’s
Bank despidiera a 9000 empleados, en una de las zonas presumiblemente
“protegidas” de ese modelo de endeudamiento externo que aquí reclama el
empresariado sobre el que editorializa y al que apoya La Nación.
Estuve unos días en España y pude
sentir la tensión general de zozobra, y eso que para ese entonces había
estallado el escándalo de las “tarjetas opacas” con las que dirigentes
políticos de los dos principales partidos y notorios gremialistas habían hecho
gastos inexplicables con fondos explicables sólo por corrupción, pero todavía
no se habían llevado a cabo las decenas de detenciones que tuvieron lugar esta
semana, también por hechos de corrupción y por las que el presidente Rajoy
pidió perdón. Con el perdón no alcanza. Saben que están entregando su país a
las garras de los mil demonios, pero insisten con “lo inevitable” de dejar
contentos a los bancos. A la salida de Madrid, camino a Barajas, se yerguen
algunos de los enormes edificios construidos en los últimos años bajo el
hechizo de la burbuja inmobiliaria, una estafa especulativa calcada de la que
estalló en 2009 en Estados Unidos, y pese al calco, hubo miles de incautos que
sacaron sus créditos impagables. ¿Los grandes medios no tenían especialistas
económicos que leyeran ese calco y que advirtieran a los ciudadanos españoles
que estaban cayendo en una trampa? ¿Cómo es que esas estafas a las clases
medias y las clases bajas no son señaladas, desmontadas y explicadas a la
ciudadanía? Esos son los edificios que están comprando los buitres.
Mientras tanto, este martes, en
el Vaticano, tuvo lugar “una jornada histórica”, en palabras de Ignacio
Ramonet. Por primera vez, un papa llamó a Roma a los principales dirigentes de
los movimientos populares latinoamericanos que desde hace décadas luchan contra
el neoliberalismo y la exclusión. Tras repasar algunos tramos de los discursos
del papa Francisco y del presidente Evo Morales –que no fue al encuentro en
tanto presidente, sino como dirigente popular–, Ramonet concluye que “el
sentimiento general de los participantes, en este inédito encuentro, es que
estas dos intervenciones confirman el liderazgo político y moral, a escala
internacional, del presidente Evo Morales, y el nuevo rol histórico del papa
Francisco, como abanderado solidario de las luchas de los pobres de América
latina y de los marginados del mundo”.
En efecto, el Papa avanza por
senderos imprevistos, y profundiza su involucramiento al punto tal de que, en
lo simbólico, esa duplicación de fuerzas entre el obispo de Roma, al que los
pueblos originarios latinoamericanos tienen aún mil reclamos que hacerle, y el
primer mandatario originario de la región necesita más lectura. Esa duplicación
de fuerzas es necesaria, porque el embate del capital salvaje está a las puertas
de cada gobierno popular de esta parte del mundo, y listo para carroñear en
donde sea. En su discurso del martes, el Papa fue taxativo: “En los países de
Europa, y éstas sí son estadísticas muy claras, acá en Italia se pasó un
poquitito del 40 por ciento de jóvenes desocupados. Ya saben lo que significa
el 40 por ciento de jóvenes, toda una generación; anular a toda una generación
para mantener el equilibrio. En otro país de Europa está pasando el 50 por
ciento, y en ese mismo país, en el sur, está pasando el 60 por ciento. Son
cifras claras, óseas, del descarte. Descarte de niños, descarte de ancianos que
no producen, y tenemos que sacrificar una generación de jóvenes para poder
reequilibrar un sistema en el cual en el centro está el dios dinero y no la
persona humana”. Luego se dirigió a la asistencia, todos luchadores de varias
generaciones, entre ellos unos de los pioneros, los Sin Tierra de Brasil.
“Ustedes –dijo hablándoles a todos–, con su búsqueda, con su solidaridad, con
su trabajo comunitario, con su economía popular, lo han logrado y lo están
logrando. Y déjenme decírselo, eso, además de trabajo, es poesía. Gracias. Aquí
hay cartoneros, recicladores, vendedores ambulantes, costureros, artesanos,
pescadores, campesinos, constructores, mineros, obreros de empresas
recuperadas, todo tipo de cooperativistas y trabajadores de oficios populares
que están excluidos de los derechos laborales, a los que se les niega la
posibilidad de sindicalizarse y que no tienen un ingreso adecuado y estable.
Hoy quiero unir mi voz a la suya y acompañarlos en su lucha.”
Evo, por su parte, después de
asociar su Pachamama con la Hermana Tierra de San Francisco de Asís, de la que
se acababa de enterar, fue al hueso de la cuestión política planteada en el
encuentro. Interpeló a los propios. “Yo quiero decirles qué importante es la
unidad. Unidad por la dignidad, para corregir las profundas asimetrías que hay
entre familia y familia, en mi país yo diría entre departamento y departamento,
y de continente a continente. Si no hay unidad, no se pueden lograr
transformaciones muy profundas. Pero yo quiero compartir nuestra experiencia
(...). Quiero decirles que se puede luchar no sólo sindicalmente o socialmente,
que se puede luchar electoralmente.” Ese es el gran lío que tiene a tantos tan
agitados. Que en los territorios destinados al saqueo, los destinados a
saqueados se organicen electoralmente. Que compitan y que ganen.
*Publicado en Página12
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