viernes, 10 de octubre de 2014

NUEVAS IDENTIDADES POLÍTICAS Y FIN DE CICLO

Imagen zur2.wordpress.com
Por Juan Carlos Junio*

Por estos días de octubre, se recuerdan dos fechas caras a la memoria de Nuestra América y de nuestro país: el 12 de octubre de 1492 fue el punto de partida de un proceso de conquista, genocidio y saqueo que la cultura dominante pontificó como el "Día de la Raza", instalando deliberadamente un simbolismo que expresa su visión colonialista del acontecimiento. Esa cultura se desplegó no sin resistencias desde aquella invasión al continente. La otra marca temporal es la del 8 de octubre, en la que convergen dos acontecimientos: el nacimiento de Juan Domingo Perón en 1895 y la captura –y el asesinato un día después– del revolucionario argentino-cubano Ernesto Che Guevara en 1967.
Las conmemoraciones del 12 y del 8 de octubre son hechos históricos a destacar, pero no deben ser apreciados como una mera ritualidad historiográfica ni como prólogo a un pretendido análisis de estos fenómenos; tampoco como un acto nostálgico del pasado.
Se trata de la historia y los hechos que le dan encarnadura, que ayudan a comprender nuestros orígenes, quiénes somos y, con ello, hacia dónde iremos. Son marcas que con el paso del tiempo definen territorios, se traducen en efemérides, acontecimientos y desnudan las asignaturas pendientes.
La del 12 de octubre nos remite al tópico del colonialismo al que sometieron a nuestro continente y a los millones de habitantes que durante milenios poblaron estas tierras. Fueron 300 años en que la España feudal, asociada a las metrópolis europeas del capitalismo naciente, generó un genocidio de millones de originarios y africanos. Fue ese un gigantesco proceso histórico de latrocinio económico y de desestructuración social y cultural que aportó a la conformación de la base material del origen y desarrollo capitalista.
Si la memoria del 12 de octubre desafía a los pueblos americanos a sostener la lucha por la independencia política y económica, el 8 de octubre nos remite a la valoración de los legados del nacionalismo popular que simboliza el peronismo, y del ideario revolucionario socialista que encarnó "el Che". Son éstos puntos nodales de la búsqueda permanente de una identidad colectiva que habilita la construcción de un sujeto político para la emancipación de nuestro país.
Desde una perspectiva latinoamericanista, el siglo XXI se inicia con el chavismo como primer reto; en tal sentido resulta oportuno recordar la sentencia escrita por Paulo Freire: unir lo diverso para confrontar con lo antagónico. Así es que en nuestros países, en el marco de la crisis de los viejos partidos, fueron surgiendo nuevas identidades en convivencia con antiguas tradiciones partidarias y diversas expresiones culturales e ideológicas. Esa dinámica de las tradiciones y lo naciente, venciendo al espíritu y al poder conservador, es un dato promisorio de este siglo, luego del cierre del siglo XX, cuando los entonces sectores dominantes habían sentenciado que sería el fin de la Historia.
En nuestro país, actualmente la disputa abierta con los fondos buitre ha puesto en el banquillo de los acusados al capitalismo global y sus fracciones más voraces. Cristina Fernández de Kirchner confrontó en forma clara y valiente con estos grupos de poder y cara a cara con el propio presidente de la gran potencia mundial en la Asamblea General de la ONU y en el Consejo de Seguridad. Además, se refirió sin eufemismos a la naturaleza depredadora del capital especulativo, a la tragedia de la punición preventiva desatada por EE UU y exigió que cesen "los tambores de la guerra" que están generando dramáticas tragedias humanas. La firmeza de la posición argentina fue determinante para colocar en la agenda la imprescindible revisión del sentido y el diseño de los organismos internacionales, y desde esa iniciativa muchos actores institucionales, sociales y políticos acompañaron estos reclamos, rompiendo con anteriores conductas pasivas. La causa de Malvinas, a la vez, resulta una asignatura pendiente de un modelo colonialista perimido y llamado a perecer más temprano que tarde.    
En el plano nacional, estamos viviendo tiempos de fuertes contrastes y disputas en el campo institucional. Las leyes de pago soberano, de defensa de los ciudadanos consumidores y el nuevo Código Civil y Comercial sancionados en estos días marcan la fuerte iniciativa política del kirchnerismo. A su vez, estas nuevas normas prontamente favorecerán la vida cotidiana de los ciudadanos. La oposición sigue al pie de la letra los dictados de Clarín y La Nación, a los que acepta como verdaderos demiurgos y vanguardia política, quedando a la deriva y en una situación de marasmo ideológico. La vergonzosa actuación de los legisladores –de retirarse teatralmente del recinto en el momento del debate del nuevo Código Civil y Comercial– revela la falta de brújula y de proyecto de los opositores, cuyo discurso no admite variaciones significativas, provengan de la derecha neoliberal conservadora, de radicales cada vez más distantes del ideario popular y democrático de Alem e Yrigoyen, de socialistas del mercado o, para completar, del trotskismo vernáculo.
En suma, desde su mayoría legislativa democrática, el kirchnerismo avanzó logrando notables conquistas que otorgan nuevos derechos sociales a núcleos mayoritarios de nuestro pueblo.
Estos movimientos no se comprenderían sin raíces históricas y simbólicas que le den sustento. En tal sentido, lo primero es afirmar la memoria y la visión de los vencidos de 1492 y de los tres siglos de colonialismo. Ya en el Siglo XX vuelven también las figuras de Yrigoyen, Perón, Evita, el Che y Tosco.
Vienen tiempos con nuevos retos para la continuidad del programa de la segunda Independencia continental. La organización popular y la convergencia de múltiples identidades en la militancia política deben ser un obligado punto de inflexión para seguir avanzando en la afirmación de las nuevas democracias, protagónicas y participativas. En ese marco, nuestra Patria será un escenario fundamental. Mientras los medios "declaran" que el proyecto nacional y popular está moribundo, todo indica que en realidad asistimos a un auténtico "fin de ciclo" del neoliberalismo, con sus valores culturales en decadencia y sus políticos extraviados.

*Publicado en Tiempo Argentino

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