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1. Que maten a alguien es una tragedia. Pero una vez que sucede, una
vez que la tragedia se revela como lo inapelable que es, una vez que se somete
a las leyes de las estadísticas (que indica que cuando se juntan millones de
personas en un espacio equis va a haber líos, y también muertos), aparecen los
que viven de eso. No me refiero a los sepultureros y vendedores de flores, sino
a cierto periodismo televisivo que sabe que a partir de esa tragedia tendrán un
día de buen trabajo, con posibilidades de lucirse, de parecer indispensables.
2. No voy a ser tan ingrato en
decir que ese periodismo se alegra de la muerte ajena. Pero seguro de que se
sienten aliviados: La tragedia de otros hace que su vida profesional vaya
viento en popa. Mientras haya muertos, ellos serán cada día más necesarios. Y
como muertos habrá siempre (el crimen, en el capitalismo, es una variable más,
tan lógica como acumular dinero y perderlo, como que los bancos te caguen y te
vuelvan a cagar), todo indica que la cosa no hará más que mejorar. Porque sin
ellos (de ahí que se crean indispensables), la noticia se diluiría en una curva
de la información, de la indiferencia, de la vida misma.
3. Pero la vida te da sorpresas.
De pronto sucede que un día no hay tragedia, sea porque los choros tenían la
pólvora mojada, sea por casualidad. O quizá la tragedia se dio lejos lejos
donde cagó el conejo (digamos Jujuy) y no es una noticia que valga la pena
contar cada diez minutos porque el muerto es pobre o nadie le sacó una foto con
las tripas al aire o nadie quiere decir nada lindo o feo del muerto o porque
Jujuy es el culo del mundo y nadie quiere ir al culo del mundo si puede estar
en el ombligo.
4. Ese es el día de la no-noticia. No hay muertos de muerte violenta, entonces no hay
nada colorido, color sangre, que contarle al televidente a cada rato. Este tema
ya lo exploraron largamente la literatura y el cine. Si no hay un cadáver para
mostrar, si nadie dice que el muerto era un buen tipo o un depravado, o nadie
deja caer la sospecha de que en su entorno familiar hay un asesino, es probable
que estemos ante una película (la vida) aburrida, obvia, profunda, francesa.
Como decía Dashiell Hammett, el creador del género negro: "Se necesita un
crimen, macho o hembra". Porque un crimen es fotogénico, y encima hablan
los deudos, los forenses, los vecinos, los testigos, los primos de todos ellos
y los que no saben nada. O sea, un crimen es un gran espectáculo.
5. La no-noticia
es cualquier cosa contada como si lo fuera, como si de eso dependiera algo
vital: Un colectivo que roza un semáforo, un borracho detenido en un control de
alcoholemia, un kiosco al que le robaron una caja de caramelos Media Hora.
Basta verlos a esos periodistas que tan bien aprendieron a poner cara de
tragedia, tratando de que todo el mundo entienda que un bache en una de las
millones de calles del país (pero preferentemente de Buenos Aires), es casi una
tragedia. Porque si no se cayó todavía alguien adentro, podría caerse dentro de
un rato, o mañana. Pero mañana no importa, porque mañana aparecerá el muerto
nuestro de cada día y ya no habrá que contar bolucedes como si fueran tragedias
habiendo tragedias verdaderas.
6. La no-noticia
es ese momento en que la tragedia es esquiva. Los hay, no se vaya a creer, pero
como aún le estarán repitiendo el crimen de ayer y de anteayer, a veces es
difícil darse cuenta de que hubo un día en que no murió nadie de muerte
violenta. Cuando sucede, agarrate Catalina, porque la máquina de informar va a
intentar hacerte creer que un punga en Berazategui tiene que ver con tu vida y
que los reyes magos existen, y son malos. Quizá el asunto nace contra natura
cuando se inventaron los canales de noticias bajo la idea de que: 1) las 24
horas del día son noticia; 2) una noticia puede pasarse 24 horas y sigue siendo
noticia.
7. ¿Cómo sería el país antes de
que mataran a alguien a cada rato? Madre mía, qué aburrimiento. Se entiende que
hubiera apenas un par de canales de televisión y cinco radios. ¿De qué iban a
hablar si no mataban a nadie? ¿Pasaban tangos todo el día? ¡Qué embole! Eso
duró hasta que entendieron que a la gente se la podía asustar con cualquier
cosa, como en las películas donde un payaso mata estudiantes y nadie lo agarra
porque un tipo disfrazado de payaso es difícil de encontrar entre gente vestida
de gente. Entonces comenzaron a aparecer acá payasos que asustan a la gente, hamacas
que se sacuden por el viento pero a veces en un sentido y a veces en otro, lo
que es sospechoso, o gente que desaparece en televisión y que cuando aparecen
resulta que se habían ido de copetines con un amante como todo ser humano se
merece. La falsa desaparición es una noticia, la aparición no. ¿A quién le
importa alguien que se va de copetines y es feliz por un rato? Mejor dejar un
rato más la noticia de la desaparición, no sea cosa que a lo mejor desaparezca
de verdad en el bache que denunciaron días atrás.
8. Pero seguro que el equivocado
soy yo. Porque si hay alguien que lo cuenta es porque hay alguien que lo
escucha. Alguien tiene que haberse tragado los tres días en que los canales de
noticias pasaron en tiempo real la búsqueda del cuerpo de la piba en el río.
Horas y horas de nada, la misma imagen del río sucio, de policías tocando acá y
allá, y periodistas diciendo cualquier cosa para llenar horas y horas de esa no-noticia. Porque la noticia verdadera eran: "Buscan el
cuerpo en el río" (duración 10 segundos). Para luego contar la tragedia:
"Encontraron el cuerpo". Entonces sí podían volver ese triste asunto
en un show de los de verdad. Pero no, tenían que mostrarnos el río sucio para
que todos estuviéramos presentes cuando el palo del policía enganchara la bolsa
con los restos de la piba. ¿No sucedió así? No importa, porque durante tres
días una no-noticia se volvió el aperitivo
del verdadero show que se iba a dar cuando apareciera el cuerpo. A ese show
estamos asistiendo ahora. Terminará cuando aparezca otro más digno del Oscar.
9. Como tantas otras cosas
inscriptas en lo que uno llamaría el sistema, esto es algo que nunca volverá a
su cauce normal. Ya no volveremos a ver una televisión que informa respetando
muertos y vivos, sin escándalos, sin presumir, sin apuros. Igual, que, me temo,
ese país donde mataban a alguien cada muerte de obispo ya desapareció mientras
construíamos un mundo donde el dinero es lo más importante, donde lo acumulan
unos pocos mientras otros miran, donde la pobreza es un resultado natural,
porque alguien tiene que barrer, limpiar culos, prostituirse para que otros
tengan casas y culos limpios, y compañía en la cama cuando anden con ganas de
ponerla. Claro que se pueden hacer mejoras, pero países más ¿serios? que
nosotros no lo han logrado, entonces no veo cómo lo vamos a hacer nosotros que
somos tercermundistas, caídos del catre, desacatados y maleducados, un país que
apenas deja huellas en el mundo del deporte, aunque tengamos a Borges, al papa,
una reina, mandemos satélites a la estratósfera y hagamos cambiar las reglas
del juego de capitalismo financiero.
10. Todo esto dicho desde el lado
del espectador, del que está cansado del repetido show de la muerte. Pero no
estaría mal verlo también desde el lado de la víctima, que como en ciertas
películas, además de morir, por ahí quiere salir en televisión mientras lo
hace. ¿Por qué perderse esa oportunidad? ¿Por qué no aprovechar quince minutos
de televisión gratis? Eso sí, si se te ocurre morirte, o si te toca morir, ni
se te vaya a ocurrir morirte lejos del obelisco. Nadie se va a interesar
excepto que mueras porque te cayó un plato volador en la cabeza o te mordió un
dinosaurio. De no ser así, tu muerte será resumida en el noticiero entre otras
noticias del estilo de: "Subió el tomate, mataron a Chiabrando, un
colectivo pisó el cordón de la vereda y salpicó a los paseantes".
*Publicado en Rosario12
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