Por
qué los medios de comunicación opositores la emprenden contra La
Cámpora, contra Vatayón Militante, contra la Tupac Amaru? ¿Por qué los
grandes periodistas que le dan cobertura –complicidad– a los
desaguisados políticos, económicos, republicanos del macrismo ocupan
páginas y páginas de sus diarios fiscalizando si algún militante
camporista se "afana" un jarrón de algún hotel? ¿Por qué los
editorialistas de radio y televisión de la noche a la mañana se
obsesionan por los modelitos de alta costura que usan las morochos y
morochas del barrio Alto Comedero, allí en las afueras de San Salvador
del Jujuy? ¿Por qué incluso los voceros de los sectores dominantes
siempre se encuentran más espantados por cualquier tipo de red de tipo
clientelista hacia los sectores populares –ya sea en el sur de la Ciudad
de Buenos Aires o en el Conurbano– que por políticas clientelares a los
lobbies económicos?
No son arranques de moralidad republicana farisea. Tampoco son gestos de hipocresía de aquellos que se rasgan las vestiduras intentando quitar la paja en el ojo ajeno sin sacarse primero la viga en el ojo propio. Tienen muy en claro por qué lo hacen. Sencillo: lo hacen porque aprendieron las lecciones que el propio Juan Domingo Perón intentó enseñarles a los peronistas.
No son arranques de moralidad republicana farisea. Tampoco son gestos de hipocresía de aquellos que se rasgan las vestiduras intentando quitar la paja en el ojo ajeno sin sacarse primero la viga en el ojo propio. Tienen muy en claro por qué lo hacen. Sencillo: lo hacen porque aprendieron las lecciones que el propio Juan Domingo Perón intentó enseñarles a los peronistas.
En abril de este año, en el acto que se realizó en Vélez, la
presidenta Cristina Fernández de Kirchner realizó una convocatoria
significativa. Al cerrar su discurso dijo: "Siempre que el pueblo...
siempre que en las circunstancias históricas ha sufrido derrotas... cada
vez que los trabajadores han perdido sus conquistas y han
retrocedido... Cada vez que los empresarios nacionales se
desindustrializaron, tuvieron que cerrar sus fábricas o tuvieron que
cerrar las persianas. Cada vez que argentinos sin oportunidades se iban
afuera. Cada vez que jóvenes hacían filas en las embajadas para irse del
país. Cada vez que se iban los científicos por falta de oportunidades
era porque antes nos habían dividido y enfrentado entre nosotros y sobre
esas diferencias y esos falsos enfrentamientos lucraron unos pocos. Por
eso no me voy a cansar una y otra vez casi tercamente de pedirles a
todos unidad y organización, y decirles a todos que la historia no se
escribe en línea recta con una estilográfica donde siempre todo es
prolijito desde el primer renglón hasta el último. Al contrario, la
historia tiene marchas y contramarchas, claros y oscuros, avances y
retrocesos. Tenemos que tener la claridad aquellos que tenemos la
responsabilidad de haber vivido una Argentina dividida, de haber vivido
una Argentina enfrentada de tener en la memoria colectiva la necesidad
de la unidad nacional. Más aun en un mundo complejo, difícil, como el
que estamos viviendo y ante una oportunidad histórica que se nos abre
como país y como región."
Golpear a las organizaciones políticas es, entonces, parte de una
estrategia política determinada por parte de quienes intentan cortar las
posibilidades de crecimiento y duración del peronismo kirchnerista a lo
largo del tiempo. Obviamente, no estoy queriendo justificar los errores
de Vatayón Militante –al que al menos hay que adjudicarle inocencia y
falta de oportunidad–, algún que otro desliz políticamente incorrecto
por parte de un par de militantes de la Tupac o el excesivo entusiasmo
de La Cámpora por hacer política en los "Talleres de preparación
emocional para el parto y el post parto" o en las guarderías para bebés.
Lo que sí quiero significar es que en esas críticas –más allá de la
mala intención y de las operaciones mediáticas vergonzantes– se esconden
cierta pacatería política y, sobre todo, una concepción liberal
conservadora de la vida en comunidad.
El liberalismo conservador (LC) es, como se sabe, un bloque
hegemónico minoritario en la historia argentina pero con gran cantidad
de recursos económicos, militares y mediáticos para imponerse a lo largo
de estos 200 años. Su concepción de la política es la de
"individualización" del ciudadano. Es decir, el hombre y la mujer no son
sujetos activos de la vida en común sino simplemente "vecinos",
"individuos", "gente" sin derecho a la conciencia ni a la acción
política. En ese sentido son "pre-políticos", ya que entienden a la
sociedad como Pax Romana en el mejor de los casos o como la Paz
Sepulchrum, como lo han demostrado en 1955 y 1976. La esfera pública
está restringida a los sectores dominantes –como ocurrió en el siglo
XIX– o a la clase política profesional pero nunca al "individuo
desciudadanizado". A lo sumo puede protestar de vez en cuando contra la
clase política pero jamás organizarse y movilizarse para construir
"nudos" de poder al interior de la sociedad. Así, los sindicatos son
sólo "mafias", las organizaciones de base siempre "punteros
clientelares" y la militancia juvenil "juventudes hitlerianas".
Esta concepción del LC tiene su versión más cruel en sus políticas
represivas. Intervención en la CGT, persecuciones a militantes y
prohibición de toda actividad política durante las dictaduras –esto el
peronismo lo conoce en carne propia, aun cuando hoy los supuestos
peronistas que militan en el PRO hagan malabarismo intelectuales
negándolo para justificar su defección doctrinaria– y, en versiones más
amenas, se trata de una minimalización de la participación ciudadana en
la toma de decisiones colectivas –¿las comunas de CABA, bien, gracias,
no?– hasta reducirla a la utilización de las bicisendas que permite el
poder del LC.
Perón decía que lo que diferencia a la "masa" de un "pueblo" es su
capacidad de organización. Esa es la gran lección que siempre ha sabido
el LC, pero que nunca pudo hacer suya el propio movimiento nacional y
popular: en su versión radical ha logrado constituir un partido
orgánico, en su versión peronista, apenas una liga de gobernadores. En
el Prólogo a Conducción política, Perón dice: "Lo único que vence al
número es la organización. Y no sólo esto. La organización es lo único
que ha conseguido vencer a la muerte. Porque la organización también
vence al tiempo. No los hombres, pero sí las organizaciones. Las
organizaciones sobreviven a los hombres. Quiere decir que es el único
invento del hombre que ha sobrepasado al tiempo. La organización vence,
pues, al número y vence al tiempo."
Los tiempos que se avecinan presentan un gran desafío para el
peronismo kirchnerista. Y buena parte de su futuro se juega en la
solidez, en la fortaleza, pero también en la agilidad de sus estructuras
organizacionales. He viajado por las provincias y he podido comprobar
que muchas agrupaciones políticas son hoy poco más que franquicias con
derecho a vender merchandising kirchnerista. Hay localidades en la que
existen tres Cámporas diferentes y enemistadas entre sí, lugares donde
el Movimiento Evita, Kolina, La Cámpora, Descamisados, Peronismo
militante y La Jauretche, por ejemplo, no pueden articular actividades
en conjunto por supuestas diferencias irreconciliables. Ese proceso de
autodivisión militante propia del trotskismo por ver quién interpreta
mejor el kirchnerismo en el territorio puede convertirse en el principal
factor de debilidad estructural para un futuro cercano. Es decir, si la
militancia se resume a una colección de kiosquitos particulares no
unirá al kirchnerismo ni el espanto del liberalismo conservador y
quedarán condenados a ser cotos de caza de liderazgos localistas. El
otro desafío que debe afrontar es el de la apertura del debate orgánico y
programático.
A riesgo de convertirme en un burocratista confeso, sostengo que el
kirchnerismo se debe a sí mismo un gran debate sobre su identidad, sus
formas de organización con representatividad vertical pero también
horizontal y territorial, con liderazgos naturales, y renovación de
ideas y de figuras políticas.
A riesgo de ser demasiado ingenuo, creo que, así como tras la
muerte de Néstor Kirchner era necesario un tiempo de lealtad proba, ante
la vecindad de tiempos difíciles urge la posibilidad de construcciones
en las que la generosidad y la confianza mutua –si esto es posible en
política– sean sustantivas. Reformulando a Perón y a la presidenta
Cristina Fernández de Kirchner sostengo que hoy la alternativa es
organización y unidad o extinción. Los voceros del liberalismo
conservador –aun los que se disfrazan de progresistas– lo saben. Por eso
disparan hacia las organizaciones políticas.
*Publicado en Tiempo Argentino
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