Dos de las mayores crisis planetarias que vivimos, la crisis
alimentaria y la crisis climática, tienen como causa principal el
sistema alimentario agroindustrial: desde la agricultura y pecuaria
industrial a los supermercados forman una cadena que oprime a la gente y
exprime al planeta, con Monsanto firmemente tirando de un extremo y
Walmart del otro.
El papel de esta cadena en provocar el caos climático es fundamental,
pero como esta realidad es muy diferente de lo que nos dice la
propaganda empresarial, muchos se preguntan en qué se basan estas
afirmaciones. Una referencia obligada es el documento de Grain Alimentos
y cambio climático, el eslabón olvidado (www.grain.org), que da cuenta
de las principales entre más de 350 fuentes de las que parten.
La mayoría de los estudios oficiales –desde el Informe Stern del
Reino Unido al Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) y
otras instituciones– ubican a la agricultura industrial –a gran escala,
en monocultivo, con alto uso de insumos (fertilizantes, agrotóxicos,
semillas híbridas o transgénicas)– como causante de 11 a 15 por ciento
de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), dándole el tercer
o cuarto lugar entre los factores causantes del cambio climático.
Sin embargo, esto no refleja la totalidad del problema, porque el
sistema alimentario agroindustrial está directamente relacionado a
porcentajes importantes de otros grandes factores identificados como
causantes del cambio climático (transportes, producción de energía,
deforestación).
La deforestación y cambio de uso de suelo, a lo que se atribuye hasta
20 por ciento de la emisiones de GEI globales, se debe entre 70 y 90
por ciento a la expansión de la frontera agrícola, que invade sabanas,
cerrados, bosques y humedales para instalar monocultivos industriales de
commodities controladas por trasnacionales, como soya, caña de azúcar,
palma aceitera, maíz industrial y canola. Por tanto, entre 15 y 18 por
ciento de las emisiones adjudicadas a deforestación son en realidad
parte del sistema agroindustrial.
Otro factor es la gran cantidad de transportes que exige ese sistema
alimentario, desde el traslado de cosechas a depósitos centralizados, a
centros de procesamiento, puntos de distribución, venta y además una
enorme cantidad de desplazamientos internacionales de alimentos que en
su mayoría son innecesarios, pero se hacen por el lucro que obtienen las
corporaciones comprando barato en un país y vendiendo caro en otros, o
vendiéndonos caro el lujo de comer cualquier producto fuera de temporada
en cualquier parte del mundo. Grain calcula que 5-6 por ciento de los
gases debidos a transportes se deben al sistema alimentario.
Otro 8-10 por ciento lo atribuyen, basados en numerosos datos, a la
industria de procesamiento y empacado de alimentos, 1-2 por ciento a la
energía para refrigeración y otro 1-2 por ciento a la venta en
almacenes. Por tanto, el procesamiento, empacado y venta al menudeo de
alimentos es responsable de entre 15 a 20 por ciento adicionales de
emisiones de gases de efecto invernadero.
Esta forma de producción, distribución y consumo industrializado
produce un desperdicio de comida gigantesco: desde los establecimientos
agrícolas a los procesadores, distribuidores y comerciantes, se estima
que ¡la mitad de la comida se desecha! Esto, muestra Grain, sería
suficiente para alimentar seis veces a todos los hambrientos del mundo.
La mayor parte de esa comida desperdiciada se descompone en basureros.
Según informes oficiales, de 3 a 5 por ciento de las emisiones de gases
proviene de grandes basureros urbanos. El 90 por ciento de esos gases se
debe a descomposición de alimentos.
Resumiendo, el sistema alimentario agroindustrial es responsable de
emisión de gases de efecto invernadero de entre 11-15 por ciento por
agricultura industrial, 15-18 por ciento por deforestación, 15-20 por
ciento por transportes, procesamiento, empacado, refrigeración y venta
en supermercados y 3-4 por ciento por descomposición de alimentos que
van a parar a los basureros. En suma es responsable por entre 44 y 57
por ciento de las emisiones que provocan el cambio climático. Otros
estudios sobre las emisiones de la cría intensiva de animales –no
desglosados en los datos anteriores– sitúan los porcentajes en la franja
superior.
Además, la agricultura industrial usa (y contamina con agrotóxicos)
70 por ciento del agua potable global. De lo que queda, entre sólo cinco
corporaciones del sistema alimentario global –Danone, Nestlé, Unilever,
Anheuser-Bush y Coca Cola– consumen, privatizando de facto, suficiente
agua para satisfacer los requerimientos domésticos diarios de agua de
cada persona en el planeta.
Paradójicamente, esta cadena agroindustrial ni siquiera da de comer a
la mayoría: el 70 por ciento de la población del mundo se alimenta
gracias a lo producido por campesinos y agricultores familiares,
indígenas, recolectores, pescadores artesanales, huertas urbanas. (Ver
Quién nos alimentará?, Grupo ETC).
Las alternativas existen y están a la mano: salir de la cadena
agroindustrial, apoyando y fortaleciendo la red alimentaria campesina,
la producción culturalmente diversa y descentralizada, sin tóxicos, los
mercados locales. Así además se pueden reconstituir los suelos, el mayor
factor de absorción y retención de carbono del planeta.
Publicado en Telesurtv.net
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