Esta vez fueron necesarios tan sólo unos días y unos trascendidos: “Parece que Khadafi va a cometer crímenes contra la humanidad en Libia”. El mecanismo había sido construido hace unos años bajo la lógica de la “responsabilidad de proteger”, pero nunca antes se había aplicado con tanta rapidez y contundencia. Primero, bombardeos para “impedir el exterminio”.
Cuando los bombardeos a las supuestas tropas que “estaban por cometer violaciones masivas de derechos humanos” no fueron suficientes para lograr el control territorial de Libia (lo que verdaderamente se buscaba), las bombas se extendieron a todo Trípoli y a otras ciudades, escalando en la producción de víctimas civiles, las mismas que se suponía que se querían evitar.
Parece que, finalmente, al cabo de meses de bombardeos y centenares o miles de muertos, el “Consejo de Transición” (una sumatoria de clanes feudales con control territorial relativo, ex represores del régimen de Khadafi vueltos opositores más bien ayer que anteayer e incluso probablemente también grupos ligados a Al Qaida) tomará el poder. Y, por supuesto, ya han comenzado las reuniones entre las potencias para distribuirse los negocios petroleros, mientras se cierne la amenaza de nuevas matanzas, producto del caos social y político generado por los bombardeos y el quiebre de la correlación de fuerzas previa. Pero de las “posibles violaciones a los derechos humanos” o de la “responsabilidad de proteger”, ya todos se han olvidado.
Hacemos zapping porque ahora rápidamente debemos mover la mirada a otro lado donde se pueda hacer lo mismo (¿finalmente en Sudán? ¿Quizás Irán? Parece que no en Siria ni en Yemen... ¿O vendrán por Venezuela o Bolivia?). Hechos consumados porque ya no importa Libia, como no importaron Irak ni Afganistán. Ya se “evitó la tragedia” y, de todos modos, si no había armas masivas o las denuncias de crímenes contra la humanidad no eran tan fidedignas, la realidad histórica es irreversible y no se puede dar marcha atrás. Todos debemos festejar, de todos modos, porque hay un dictador menos en el mundo.
La secuencia parece ser cada vez más exitosa. La criminología preventiva, que algunas dificultades tiene (gracias, entre otros, a los tan denostados “garantistas”) para instalarse en el funcionamiento punitivo local ha logrado un éxito increíble a nivel internacional. Castigar a los violadores de derechos humanos antes de que cometan sus crímenes... el sueño de la ciencia ficción, un sueño ni siquiera imaginado en las distopías de 1984 o Un mundo feliz. Y la laxitud cada vez mayor de la figura “crimen contra la humanidad” colabora ampliamente.
Lo preocupante es que, a diferencia de otras experiencias imperialistas, estas conquistas se hacen “en nuestro nombre”, bajo el discurso de los derechos humanos y realmente cuesta observar la reacción de organismos y personalidades ante este uso infame.
El fiscal de la Corte Penal Internacional dio rápido curso a la acusación contra Khadafi, contrastando con su mora ante casos mucho más acuciantes como los de Colombia o Sri Lanka, entre otros. Y, ante el miedo a justificar un régimen represivo y dictatorial como el de Khadafi (situación que todos debemos reconocer, pero que comparte con un par de decenas de regímenes, al menos) pareciera que los organismos de derechos humanos internacionales (y también algunos nacionales) no se han animado a alzar la voz, algunos de ellos incluso comprometidos en esta nueva política bautizada como “responsabilidad de proteger”.
¿Quién “protegerá” ahora a los civiles libios? ¿Quién está “protegiendo” a los civiles iraquíes? No sé –nos responden–, no tenemos tiempo de pensar, estamos muy preocupados por lo que pasa en Sudán.
Ya cambiaron de canal.
* Docente de UBA y Untref y vicepresidente de la International Association of Genocide Scholars.
Publicado en Pagina12
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