viernes, 17 de diciembre de 2010

"QUE SE ENTIENDA"

Por Mariana Moyano *


En abril de 2000 la revista La Primera se lanzó a la calle con una tapa desde la cual gritaba contra la inmigración con el sugestivo y paranoico título “La invasión silenciosa”. Una foto de un joven de tez oscura, rasgos duros y cabello crespo ilustraba la nota y para que no quedaran dudas de la línea editorial recurrieron al photoshop y le borraron un diente.
Ese morocho, desdentado, pobre y extranjero se convertía en uno de los miles de inmigrantes que venían a la Argentina a robarnos a nosotros, los descendientes de vaya uno a saber qué ilustre estirpe– los puestos de trabajo, a usar nuestros hospitales y escuelas y a delinquir. No hay que explicar el imaginario sobre el cual se montaba el texto: el mismo cóctel de sentido común, racismo e ignorancia que dominó la escena de estos días.

Aquel artículo mereció la condena de muchos comunicadores bienpensantes, de buena parte del progresismo periodístico y de varios medios cuya línea de corte era la corrección política. Hubo quienes minimizaron los efectos de la publicación y estuvo Página/12 que se ocupó el 9 de abril de 2000 de desarmar una a una las afirmaciones de la revista. Pero aún no se hablaba de los medios en los medios. La vaca era, todavía, sagrada.

Mauricio Macri y los oyentes de las radios más escuchadas me llevaron inevitablemente a aquella tapa. “A diferencia de la inmigración que soñaron Sarmiento y Alberdi, no vienen de las capitales de Europa. Llegaron de Bolivia, Perú, Paraguay. Son el sueño hecho realidad de los ideólogos de la izquierda setentista”, decía la nota de Luis Pazos. Casi calcado lo que se oía en este presente.

El relato mediático que le cabía a Villa Soldati descansaba sobre la dicotomía “vecinos” y “ocupas”. No había que hurgar demasiado para viajar a otro pasado cercano en el cual desde el mismo prejuicio se colocaba a la “gente” de un lado y a los “piqueteros” del otro. Eran los días de la 125. Paseé por mis recuerdos y por el archivo. Y llegué a lo que decían en 2008 los movileros que se mezclaban cómodos entre las cacerolas. “La gente corre, corre asustada buscando una vía de escape.” “Escapan porque es gente de clase media alta que sabe que están llegando los piqueteros”, decía sin filtro y con voz agitada y temblorosa la cronista de Canal 13 desde la Plaza de Mayo el 25 de marzo de 2008. “La gente está asustada, se agarra de las manos...” porque “los piqueteros están avanzando firmes arrasando todo a su paso”.

Iba y volvía de La Primera a TN la misma matriz de paranoia y racismo. La “invasión silenciosa” se reciclaba en “piqueteros” que a la Atila “arrasan todo a su paso” y llegaba hasta hoy, cuando la catarata de calificativos encerró en un estereotipo de vagos, sucios, narcos, chorros, vivos y feos a toda la inmigración latinoamericana.

Ojos, cabezas y oídos se han abierto como consecuencia del cachetazo al discurso dominante que significó el debate sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Quizás haya sido por eso que me sonó distorsionado y obsceno el comentario de aquella misma cronista que se agitaba en Plaza de Mayo desde, esta vez, la radio del grupo. Decía ella bien a propósito y con ganas, así, como cuando la ideología dominante sale por la boca pero también por los poros: “Estoy de acuerdo con que en la Argentina hay una inmigración desenfrenada. Y me hago cargo de lo que digo: acá hay inmigración de baja calidad” y agregaba:

“Que se entienda...”.

A las 6 y 25 de la mañana del domingo 12 en que íbamos a celebrar la democracia y la vigencia de los derechos humanos ella pedía desde Radio Mitre “que se entienda”, que se entendiera que el valor de una persona está indicado en su partida de nacimiento y que hay seres humanos de otra calidad porque nacieron en la parte oscura, mestiza y aindiada de nuestro continente.

No es espontáneo pero sí es visceral. Hay allí una línea de conducta. “Que se entienda”, decía ella. Se entendió, le digo yo. Ahora claro que se entendió.

*Periodista de TV Pública y de Radio Nacional. Docente de la UBA.
  Publicado en Página12

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