Las sociedades son un continuo bullir de conflictos múltiples que abarcan desde dimensiones étnicas, religiosas, sexuales, laborales hasta sociales, políticas y económicas. Los derechos de los unos y de los otros se encuentran atravesados por intereses y juegos de poder constantes. Ello en un panorama cada vez más complejo, penetrado por grupos heterogéneos con problemáticas diferenciadas que no alcanzan a legitimar demandas colectivas, en un marco de crisis de representatividad institucional, y frente a un aparato burocrático insuficiente para abarcarlas y condensarlas.
Ante este escenario, la política se presenta como la herramienta esencial para dar cauce y resolución a las constantes necesidades humanas.
La implicancia que esta situación exhibe para la sociedad depende en gran medida de la interpretación que se haga de ella. El hombre actúa en su devenir a partir de la significación que le otorga a las cosas, los objetos, las personas del mundo circundante. El hombre se constituye y se transforma en el acontecer simbólico de su tiempo, es producto activo de su sociedad, su historia y su contexto. La cultura en donde se inscribe y la sociedad en la que se sitúa imprimen en su ser los valores fundantes del universo simbólico. La palabra transmite ideas, valores, marcos teóricos y regulatorios de la vida social. El lenguaje se presenta como el ordenamiento principal a partir del cual el individuo actúa con el otro, el lenguaje altera y transforma las interpretaciones, con ello modifica el pensamiento y el accionar humano. En una sociedad cada vez más mediatizada, los medios de comunicación se presentan como fuentes productoras de significación incesantes que dotan de sentido a la realidad cotidiana. Es por esto que la comunicación se vuelve primordial a la hora de repensar la construcción y resignificación de la política, como herramienta radical para la resolución de conflictos en el devenir social y el desarrollo democrático.
La política ha existido desde la antigüedad hasta la actualidad como forma de resolver las problemáticas sociales en pos del beneficio de la sociedad, lo que ha variado a lo largo del tiempo es la interpretación y el sentido que se le ha dado. Si antiguamente se presentaba como el lugar de realización humana, esto se ha transformado principalmente a partir de la constitución formal del Estado, la aparición del liberalismo político-económico, el Estado de bienestar y la intervención de los medios masivos de comunicación como arena de debate y acción política. La mutación de la significación ha implicado además el cambio en la aprehensión de la ciudadanía. Entendida no ya como forma de hacer visibles demandas sociales, como lugar de apelación al gobierno y aparatos estatales en busca de derechos y obligaciones, ni como modo de interpelación política en función de la construcción social, sino que su resignificación ha introducido la constitución de una ciudadanía de baja intensidad.
La ciudadanía y con ello la capacidad de transformación ha sido relegada a los gobernantes de turno, escindiendo la esfera política de la social y limitándola al campo político. La sociedad “posmoderna” se concibe a sí misma apolítica, reclama y delega a los medios masivos de comunicación la representación ciudadana, reduciendo la ciudadanía a la emisión del voto. Una sociedad que no le exige al Estado y a sus instituciones gubernamentales, que no se representa en ellas y que, al igualar la política al cohecho, no conduce el cambio. Tal concepción de lo político responde no sólo a la transformación del imaginario social a través de hechos históricos, sino al relato que construyen los medios, donde la complejización se desecha en función de la rapidez e impacto, llevando a la simplificación y banalización del discurso. Al no discriminar en importancia, se aparecen las problemáticas y derechos sociales matizados por entretenimiento y espectáculo, donde todo aparenta ser lo mismo.
Pero no es lo mismo los políticos que la política, el conflicto que la batalla, ni el interés que el egoísmo. No es lo mismo la gestión que la gobernación, el control que la regulación, el Estado que la administración. Es la significación la que construye y da sentido al accionar humano. Es por ello que no da lo mismo la indiferencia y la delegación que la democracia y la transformación. Porque es la participación ciudadana a través de la política la que vuelve posible una sociedad cada vez más equitativa, menos fragmentada y más inclusiva. Simplemente, no todo es lo mismo.
* Licenciada en Comunicación Social - UCES.
Publicado en página12
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