Por Horacio Brignone*
De acuerdo al retrato de Schumpeter, un conocido teórico de las democracias de élites, el hombre común le presta mas atención a su vida privada que a los asuntos de la vida pública, aun en aquéllos de su localidad que tocan su vida más directamente. Normalmente las cuestiones políticas están al nivel de aquéllas de las horas de recreo que todavía no han alcanzado la categoría de pasatiempos y con los temas de conversaciones poco serios....
Está mal informado;
No es racional en pensar sobre materias políticas y discute y analiza de una manera que él mismo reconocería como infantil. Su pensamiento se torna asociativo y afectivo; Como consecuencia la voluntad popular es facilmente manipulable por tanto los temas y la voluntad popular sobre cualquier tema son manufacturados. Concluía, tras esta visión negativa del ciudadano, que lo ideal es que gobierne una élite esclarecida.
Esta teoría elitista, cuyo modelo ideal es la llamada democracia del gran pais del norte y de la cual se venían copiando todas las democracias occidentales hasta el comienzo del proceso de transformaciones en America Latina, con distintos matices, iniciado con la irrupción de Hugo Chavez en 1992 y luego con su ascenso al poder en 1999, se inspira en teóricos sociales que reconoce aquél analfabetsmo politico como inherente a la naturaleza humana, casi un designio divino, y lo máximo que las presiones populares podrían producir sería el reemplazo de una élite por otra.
Hay mucho del retrato de Schumpeter que es descriptivamente cierto sobre las sociedades occidentales de hoy. Los ciudadanos se hallan absortos en las preocupaciones de la vida privada, descomprometidos con la política y facilmente manipulados cuando actuan politicamente. Pero lo que debiéramos preguntarnos es si esto es un hecho de la naturaleza humana o un producto del orden político vigente. Los teóricos lo colocan como inevitable pidiéndonos que lo aceptemos como tal ya que actuar de otra manera seria como tratar de rechazar la ley de gravedad.
Lo que evitan preguntarse los sostenedores de esta teoría es si, como dicen, la opinión del hombre común es manufacturada, porqué no sería manufaturada también esa concepción política que ellos llaman natural. Es decir, lo que se presenta como una teoría científica es en realidad una justificación ideológica para la dominación ejercida por las élites. Este proceso de identificación de la DEMOCRACIA con un conjunto de procedimientos para seleccionar líderes ha sido denominado POLIARQUIA por el politólogo Robert Dahl.
En los años 70 esas élites, reunidos en la Comision Trilateral, advirtieron un incremento peligroso de la participación y las demandas sociales y encargaron a tres teóricos la realización de un diagnóstico que indicaría el camino para corregir esta desviación de la democracia. El más conocido era Samuel Huntington, junto a un francés y un japonés quienes plasmaron sus conclusiones en un libro que vio la luz en el año 1975 titulado CRISIS DE LA DEMOCRACIA.
Esta especie de biblia neoliberal fue el sustrato teórico que justificó 30 mil desapariciones en nuestro país y una de sus principales conclusiones fue que era esencial hacerse del control de los medios para legitimar la instalación del capitalismo supranacional. Hace ya 35 años, estos analistas decían de los medios: "El único evento real es el caso de que se informa y se ve. Así, los periodistas tienen un papel fundamental como guardianes de una de las dimensiones centrales de la vida pública. Los medios de comunicación se han convertido en un poder autónomo. No es algo nuevo hablar del cuarto poder. Pero ahora asistimos a un cambio crucial, cuando la profesión tiende a regularse de tal forma que resisten a la presión de intereses económicos o gubernamentales y las figuras públicas tienen que jugar para esta audiencia mucho más que para los resultados reales." Allí comenzó la deriva de nuestros actuales medios masivos, el más importante, incluso, infiltrado por, probablemente, la corporación más poderosa del planeta, Goldman Sachs, que posee oficialmente el 18% del capital accionario del grupo Clarin, copropietaria, a su vez, de la FED, entidad privada eufemisticamente llamada Banco Central de EEUU.
Es por tanto un error encuadrar la disputa de los grandes medios con el gobierno –y con otros gobiernos de la región- en el plano estrictamente económico. Diría más, el negocio de los medios de comunicación y particularmente el más influyente, la televisión, está bastante lejos de ser una buena opción económica en todo el mundo. Recordemos la mil millonaria deuda del grupo Prisa o el oxígeno vital que debieron recibir los medios de nuestro pais, ahogados por grandes deudas en dólares, gracias a la pesificación asimétrica de Duhalde que todos pagamos o, de nuevo, cuando en el año 2005 el gobierno extendió las concesiones por 10 años, la fundamentación fue, también, el enorme pasivo de esos mismos grupos. Los grandes medios sobreviven merced a negocios ajenos a su actividad específica como Expoagro o el "cable" o la publicidad oficial, para no hablar de otros manejos menos transparentes como Papel Prensa.
El verdadero rol de los medios, que no por casualidad actuan en conjunto en todos los paises “rebeldes” de la región, con toda su diversidad, es el de legitimador del neoliberalismo y la reconstitución de aquélla democracia de élites, aun a costa de su credibilidad. De allí la importancia de seguir ganando la calle, desde que la participación popular choca de frente con el concepto de democracia elitista y estática al que aludiéramos. La democratización –que no es lo mismo que la democracia- necesita participación constante. En realidad, requiere lucha.
*Columnista del Programa "Hablando Claro"
emitido por Radio Nacional Córdoba
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