sábado, 13 de julio de 2024

ASESINOS DE LA HISTORIA

Por Roberto Marra

La historia se está escribiendo por sus propios asesinos, mientras miramos para otro lado. Las verdades pasan por delante nuestro, sin que las registremos como tales, distraídos con las mutaciones preparadas por los esbirros del Poder Real que ofician de “periodistas”. La naturaleza se degrada ante nuestros ojos, en tanto seguimos haciendo lo mismo de siempre para que tal cosa no se detenga. El futuro se nos narra tan tergiversado como el presente, proyectando las maldades con reverencial impunidad hacia sus captores. La usura se abalanza sobre nuestros bienes materiales y elimina nuestras expectativas de sencillas felicidades. Los perversos se apropian de los discursos y de las instituciones del Estado, retrogradando el desarrollo conseguido y haciendo añicos el concepto mismo de nación soberana. La palabra “Patria” es ignorada por una mayoría estupidizada, inconsciente de sus orígenes, gozosa de sus pobrezas, seguidora embrutecida de los falsos profetas y sus fantochadas de marionetas de un imperio que afila sus garras de ladrones consetudinarios. El caldo de la imbecilidad ha sido consumido del mugroso plato de los profanadores de ideologías. El paso hacia la desaparición de la República, su metamorfosis en pedazos de territorios tomados bajo su control por las corporaciones transnacionales, se verifica en la práctica oprobiosa de los gobernadores genocidas de la ética más elemental. El sabor de la derrota ha anulado los recuerdos de las vidas vividas, ha descompuesto los valores heredados de los tiempos de construcción de otra historia, donde los protagonistas eran correspondidos por sus gobernantes con los valores morales que les aseguraban la simple dignidad del trabajo. Y la traición camina oronda por las calles de la desidia, observada con horror por los últimos memoriosos de los tiempos donde la lucha era el arma esgrimida por los pueblos sometidos, hasta hundirla en el corazón mismo de los asesinos de aquella historia que ahora re-escriben a su antojo, ante la pasiva mirada de sus futuras víctimas.

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