sábado, 15 de octubre de 2022

CESIONES

Por Roberto Marra

Nada más claro para mostrar la existencia de dos países en uno, que las manifestaciones de esa sarta de energúmenos con ínfulas de “grandes empresarios” que se reúnen cada año en una especie de “acting” al que denominan “coloquio”, adornado por el acrónimo “IDEA”, como para sostener que ellos sí la tienen. Casi que no sería necesario escuchar todos los años sus discursos, porque son siempre los mismos. Recorren el viejo y vicioso camino de la directa confrontación con el Pueblo, al que desprecian de tal manera, que lo conminan a “ceder” desde su slogan marketinero de pretendido doble sentido.

Ante ellos, algunos funcionarios balbucean discursos con la pretendida misión de modificar las avaricias mil veces declaradas de esos pocos centenares de evasores fiscales y fugadores de divisas. Tarea inútil si las hay. Tanto como creer que se pueda convenir, con semejantes trogloditas de las finanzas y la producción, alguna forma de disminuir la enorme y obscena brecha entre sus ganancias monumentales y las miserias padecidas por la mayoría de la población.

Extraen sus riquezas exprimiendo las fuerzas de los trabajadores, consumiendo el tiempo menoscabado de las masas de empobrecidos a propósito, siguiendo el plan permanente en el que basan sus acumulaciones ilimitadas. Insaciables por su naturaleza esquilmante, redoblan cada año sus demandas de “cesiones” eternas, a las que los gobernantes genuflexos suelen atenerse como método de invariable derrota.

Odian a quienes se les enfrentan y no dudan en participar de las maniobras descalificadoras y persecutorias de los auténticos defensores de los derechos de los ciudadanos. Se enriquecen cuando el Estado dirige y también cuando no lo hace. Pero odian que se los conduzcan desde el poder político, porque se consideran a sí mismos como el lúmen de la Nación, como los predestinados a la dominación de millones de personas que poco les importan.

Inflexibles con sus demandas, apegados a sus slogans derivados de sus codicias, sólo aceptarán el triunfo de sus “ideas”, porque el fracaso no figura en su diccionario de lengua colonizada. Tienen la capacidad de daño que les provee el dominio de los resortes básicos de la economía. Poseen los bancos, las fábricas de alimentos, los insumos difundidos, las materias primas y el acompañamiento imprescindible de las maquinarias mediática y judicial. Amén de la cooptación de la voluntad de los politiqueros corruptos que les sirven para levantar las manos legistativas o manejar ministerios a sus antojos.

No basta con confrontar con ellos desde lo discursivo. Hace falta decisiones que les extraigan el producto de sus malversaciones. Es necesario que se les demande con la única fuerza capaz de doblegarlos: el Pueblo organizado, conducido por quien comprenda la trascendencia de eliminar ese escollo casi eterno que nos obliga a “ceder” en nombre de futuros que sólo son de ellos. Es imprescindible desarmar sus poderíos con la construción de un Estado restaurador y reparador de la justicia social que nos robaron, capaz de hacerles sentir la reacción popular con medidas que les corte el chorro de beneficios apropiados sin derecho. Ha llegado la hora de no ceder. Nunca más.

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