miércoles, 9 de marzo de 2022

PODER CAMPESTRE

Por Roberto Marra

Cada año se realiza una mega-exposición agraria, promovida por los conglomerados de medios concentrados de la Argentina. Ahí se presentan los grandes productores agropecuarios, los industriales de maquinaria agrícola, las automotrices, las industrias alimenticias, las entidades financieras y, en fin, todos los representantes de la actividad económica productiva relacionada con esa maniquea concepción denominada “el campo”.

Pero hacia allí se dirigen también, raudos y otorgantes, generosos y bastante genuflexos, ministros nacionales y provinciales, y hasta los presidentes de la Nación. Comienza ahí otro “apriete” más a los gobernantes por parte de estos representantes e integrantes del Poder Real, para re-encauzar las políticas que no les pudieran ser útiles para continuar con su perenne saqueo de riquezas y apropiación de los esfuerzos de toda la población, con la eterna disculpa del presunto “engrandecimiento del País”.

Nada que no sean sus intereses exclusivos y excluyentes, les importa a esta runfla de mendaces reproductores de la injusticia, la cual vienen generando desde los comienzos de la conformación de Argentina como Nación supuestamente “independiente”. Pero nadie como ellos recibe los beneplácitos de una mayoría ciudadana atrapada en las concepciones ideológicas que sostienen a esa “raza” de “constructores de la República”. Y nadie logra tanta timorata relación de poder con los gobiernos que no se atreven a mirarlos con ojos de Pueblo.

Cuando alguien lo hizo, mostraron todo su poderío intimidante y golpista, sin importarles otras razones que las de defender las voluminosas ganancias que concentran con tanto placer egocéntrico (¿o agrocéntricas?). A partir de entonces, la extorsión y las amenazas son las únicas monedas de cambio para alcanzar sus objetivos cada vez más elevados (en dólares, claro).

De las visitas de los funcionarios y de sus declaraciones, podremos inferir sus auténticas representatividades. Por sus dichos, en esos lugares y ante esos personajes del Poder, conoceremos el sentido de sus gestiones y la meta verdadera de sus gobiernos. De la caracterización del sistema productivo y la intención de continuarlo o modificarlo, podremos inferir sus intenciones más o menos populares. De la consistencia y profundidad de sus argumentaciones, sabremos derivar sus relaciones con tal poderío y la intencionalidad y capacidad para enfrentarlo.

Lamentablemente, parece ir ganando por goleada el temor a los poderosos “hombre de campo”. Las declaraciones siguen la vieja y repetida línea de aceptar los mandatos de esos “señores feudales”, relegando desarrollos virtuosos y distributivos, para favorecer sus obscenos pedidos sobre menor carga impositiva y total libertad para exportar lo que se les venga en gana. Algunas temerosas medidas paliativas del descomunal aumento de los precios a los consumidores, ni siquiera alcanzan a aplicarse que ya son superadas por los arteros ataques de los formadores de esos valores oprobiosos y destructivos de las economías familiares.

Los gobernadores, en general, se muestran siempre proclives a aceptar las exigencias de esta oligarquía reproductora de miserias, antes que a defender los intereses de la mayoría de la población que los votó. Otra vez el miedo a perder sus escasos poderes gubernamentales y sus (poco) probables continuidades futuras, convierten a la política en un juego oscuro y prebendario, alejado de la ciudadanía lastimada por tanta parcialidad en los manejos del Estado.

Las “retenciones” son el caballito de batalla de los campestres. Su eliminación el objetivo de máxima. La erradicación de todo impuesto, su sueño imposible. ¿Imposible? No, si miramos las cifras de sus ganancias, cada vez más voluminosas, con las cuales nutren sus cuentas bancarias en las guaridas fiscales hacia donde las envían, para convertir ese sueño en la realidad que sólo ellos viven. Son los mismos que trafican sus granos de contrabando, aliados con las grandes empresas exportadoras y sus puertos privados, asegurados de la no intervención estatal por la maldita entrega del control fluvial a empresas cómplices de semejante saqueo y de muchos otros delitos, incluído el narcotráfico.

Mientras el miedo sea el conductor de los actos gubernamentales, mientras el “dialoguismo” continúe campeando por los gabinetes de la inequidad, donde el auténtico Pueblo nunca se puede expresar, poco puede esperarse para un verdadero cambio en la relación con semejantes ladrones de las riquezas nacionales. En tanto su historia, legada de los genocidas de los originales dueños de estas tierras, no sea cuestionada, seguirán arrasando las esperanzas de convertir a la Argentina en lo que podría ser, si la soberanía fuera el objetivo y la justicia social la mayor virtud deseada. Exactamente lo opuesto a lo que esta anual “muestra agropecuaria” pretende ser y hacer: fuente de profundización del dominio vergonzoso sobre medrosos funcionarios, que no funcionan.

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