miércoles, 16 de febrero de 2022

LA UNIDAD QUE DUELE

Por Roberto Marra

Importantes teóricos de la sociología, “intelectuales” variopintos, “analistas” mediáticos, políticos “de raza”, todos y muchos más se vienen expresando sobre el tema de la unidad del Frente de Todos, del “desplante” de Máximo Kirchner, del desprecio por la “correlación de fuerzas” de los supuestos “idealistas” que parecieran querer impedir el desarrollo del “acuerdo” con el FMI, o de los silencios de Cristina Fernández (La profusión de comillas en este enunciado, no pretende manifestar oposición a sus verosimilitudes, aún cuando las dudas sobrevuelen cada una de esas afirmaciones o elucubraciones tan difundidas y debatidas entre la militancia).

No existe nada más fácil de desarmar que algo que está sostenido con muy escasas ataduras. Y aunque tales sostenes deriven de la conciente razonabilidad sobre la importancia de la unidad para el logro de los objetivos que se propongan, las debilidades están allí, al alcance de las maquinaciones que el Poder Real y sus acólitos de la política y los medios hegemónicos puedan disponer.

Y es que lo de “la unidad” puede ser una meta o una teatralización, dependiendo de la honestidad de todos sus integrantes, de la capacidad real de la dirigencia involucrada para generar propuestas que la promuevan y, sobre todo, del involucramiento de la militancia en tal proceso. Militancia que, a decir verdad, está bastante “devaluada” en la consideración dirigencial, inconsulta y abandonada a sus propias divagaciones sobre los hechos que no se comunican o se lo hace muy mal.

Mucho más preocupado por “lo que dirán” sus enemigos (que no “adversarios”), el Poder Ejecutivo parece obstinado en promover “el diálogo y el consenso” con los sordos eternos que lo atacan a cada movimiento contrario a sus pensamientos cada vez más “libertarios”, categoría ridícula por su significado opuesto al original, y nefasto antecedente para la evolución que pareciera poder tener a futuro.

Sin dudas que el más importante elemento a considerar en la política actual (en realidad lo fue siempre, aunque de diversas maneras), es el comunicacional. El enemigo del Pueblo (otra palabra que lastima los oídos de la gorilada exaltada), posee todo lo necesario para actuar en este ámbito discrecionalmente. Centenares de canales de televisión, miles de emisoras radiales, profusión de “activistas” en las redes (anti)sociales, sus viejos y rancios medios escritos, todo activado y direccionado a la destrucción de aquella “unidad” y de sus líderes (en realidad, básicamente de su gran Lidereza).

De este lado, nada parecido. Algunos programas radiales o televisivos, pocos medios escritos, sumados a la presencia de medios alternativos a través de internet, no pueden equiparar semejante poderío hegemónico. Verdaderos militantes de la verdad autenticada por las investigaciones, esos pocos periodistas y analistas se juegan para alcanzarnos un poco de realidad en medio de tanta falsedad. Pero no es suficiente, no terminan de abrir los ojos de los ciudadanos atribulados por la continuidad de los procesos económicos y financieros que el Poder elabora para combatir cualquier posibilidad de justicia social.

Todo “servido en bandeja” para el festín neoliberal. Las patrañas alcanzan el nivel de aceptación que los poderosos quieren. Las mentiras instaladas por los mentimedios y sus falaces voceros, calan hondo en las conciencias abatidas de una ciudadanía mucho más preocupada en sobrevivir con sus alicaídas “finanzas”, que en tratar de comprender las razones que la obligan a ello. Medida tras medida gubernamental es bombardeada por la parafernalia negacionista de la realidad. Insistencia tras insistencia en sus maneras de hacer política, los funcionarios parecen no advertir el grado de insatisfacción popular que exacerba los ánimos negativos y alienta el alejamiento de las ideas que dieron pie a sus participaciones y protagonismo.

El sistema de justicia no lo es, en tanto poderoso extorsionador de líderes y militantes, fabricantes de delirantes procesos leguleyos, destructor del sentido mismo de la palabra que lo define. La persecusión es el placer de los jueces y fiscales corruptos, el amedrentamiento la forma de eliminar del camino del Poder Real a quienes lo combaten de verdad, la concentración de capacidad de daño resulta la inaudita razón de ser de la corte suprema, que tiene mucho más de “cortesana”de los poderosos, que de suprema.

No se trata de llamar a “abrirse” de la meneada unidad o “soltarle la mano” a los gobernantes elegidos hace poco más de dos años. Pero sí es imprescindible que la dirigencia se abra, escuche, re-elabore y re-conduzca. Y si ello no ocurre por comprensión del funcionariato, deberán ejercerse los medios de presión nobles y honestos que sólo el Pueblo concientizado puede realizar, y no algún grupúsculo de falsos “iluminados”.

Con la vista puesta en las necesidades populares, con la mirada realista pero combativa que la hora requiere, con el mandato renovado pero firme para con quienes nadie les obligó por la fuerza a ser nuestros representantes, puede ser posible retomar el camino de la construcción de lo que, pandemia, errores, desvíos y egocentrismos por medio, eran y son nuestras esperanzas (y necesidades) más elementales y sentidas.

 

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