jueves, 17 de febrero de 2022

MENTIROSOS, MENTIROSOS

Por Roberto Marra

La mentira a pasado de ser reconocida como una amoralidad, a un hecho laudatorio hacia quien la realiza. El engaño se ha convertido en “rey”, y la verdad en paradoja. Los embusteros se pasean orgullosos de sus elucubraciones falsificadoras de la realidad, transformados en “estrellas” del aparato comunicacional persecutorio. Los receptores de sus imaginaciones perversas trocan de engañados a ilusos partícipes de las calumnias y las hipocresías nacidas al calor de tanta falsedad enaltecida. Y la verdad, esa antigua compañera que parecía inseparable de la condición humana, yace en la puerta misma de un infierno fabricado a la medida de quienes promueven la maldad como costumbre y la vida como simple transcurrir de tiempo sin destino.

Los peores mentirosos, resultan ser los más creíbles. O al menos, así se los promueve por ese aparataje mediático enfermante que deriva la realidad, la retuerce y la hace añicos, con tal de demostrar lo indemostrable. Así, los invasores anuncian invasiones ajenas, los genocidas discursean sobre supuestos holocaustos de sus enemigos ideológicos, los destructores del ambiente anuncian el final del Mundo desde el pedestal de un presunto ecologismo, los aniquiladores de pueblos enteros parlotean sobre los derechos humanos, los sometedores intentan convencer de las bondades del sometimiento a “su” verdad.

En la geopolítica, en las relaciones internacionales, la mentira forma parte de esas cumbres donde lo diplomático se convierte en un lenguaje encriptado, de imposible entendimiento para el común ciudadano. La palabra devaluada por la falta de sinceridad comunicacional, hace de esos encuentros simples teatralizaciones de una realidad sospechada y sospechosa. Y cuando en ellos aparece un líder que habla con lenguaje llano y directo, utilizando palabras de uso cotidiano y popular, expresando sin tapujos lo que siente y requiere para su Pueblo, la estigmatización estallará de inmediato. A partir de allí, la denostación se hará presente en los maniqueos “análisis” de los “especialistas” y la persecusión será el oscuro y cruel destino que le espera al que expresa con la sinceridad que está prohibida por quienes se han transformado en propietarios de la razón comunicada.

Tan corrupto proceder, tiene siempre como objetivo evitar el más mínimo cambio en la correlación de fuerzas entre las necesidades de los pueblos y los dueños del Poder. Enormes masas de individuos son convencidos de verdades inventadas para cada ocasión, como método (hasta ahora) infalible para lanzarlas contra sus enemigos fantasmales.

Así, nos avisan de una inminente invasión del “cuco” ruso a otro país, lo divulgan hasta el paroxismo, se hacen reuniones de “notables” intelectuales de vuelo rasante para determinar fecha y hora y se extorsiona a sus obtusos aliados a acompañar toda esa parafernalia guerrerista. Llegado ese día, pasada tal hora sin que se concrete semejante advertencia bélica, se insistirá en la estrategia, se reconvertirán los tiempos y se continuará con el asedio permanente al enemigo inventado para cada ocasión.

Junto a todo ese estropicio de la verdad, la mediática basura continuará con sus arengas pseudo-democráticas, intentando (y logrando) convencer a las mayorías de lo que, en realidad, nunca sucedió. Es el summun de lo irreflexivo, la exaltación de la falsedad entronizada, el revés más horrendo a la autenticidad. Nada importa, cuando la cuestión del Poder está en juego. Todo vale para los poderosos y sus acólitos, cuestión absolutamente naturalizada para los sometidos.

Por aquí, en este rincón planetario devastado por el huracán neoliberal, la fantasía sigue su ensordecedor camino de obturación de la realidad. Investigaciones, escuchas, documentos, fotos y videos comprometedores, parecen no hacer mella en los denunciados ex-funcionarios. El aparato comunicacional y judicial son su respaldo evidente, fabricante de las peores mentiras, perversos formadores de inconscientes y degradados ciudadanos. Con ello se aseguran la impunidad que se intuye en cada declaración y en cada acción, haciendo de la necesidad popular un revoltijo de historias mal contadas que terminan, invariablemente, en el basurero de la negación de las verdades.

Quedan los porfiados, los infamados, los perseguidos anunciantes de lo que se debe y se puede hacer frente a tanta estulticia planificada. Son los imprescindibles, los mensajeros de un futuro que se supo vivir en el pasado y se abandonó en pos de una fantasía anegada por el lodo de la hipocresía y la brutalidad enaltecida. Será con ellos, al frente de una mayoría despertada del letargo de la falsedad programada, que se hará posible transformar tanto engaño en transparente reacción popular, para expulsar de nuestro destino a los asesinos de la historia, para convertir el abandono en esperanza y enterrar en la más profunda fosa del olvido a la oscura irrealidad de la mentira.

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