jueves, 7 de octubre de 2021

LA VERGÜENZA DEL HAMBRE

Por Roberto Marra

A veces parece que no se entiende lo que significa “pasar” hambre. No se trata de “tener” hambre, un hecho cotidiano en todos los seres humanos, una normal manifestación psico-físiológica que induce a comer. Es notable como se suelen publicar datos estadísticos acerca de la cantidad de personas que no alcanzan a cubrir las necesidades mínimas de alimentación, números que sólo quedan como simple testimonio matemático, sin rostros ni físicos desnutridos que lo hagan visible.

Basándose en esas cifras, los gobiernos, dependiendo de su pertenencia ideológica, tienden a entablar una relación con este tan urgente tema, que no redunda en la determinación inmediata de una solución, sino en planes a futuro, como si “pasar” hambre fuera algo postergable, posible de soportar tranquilamente por quienes lo padecen. Discursos que aseguran la solución para tamaño despropósito antisocial, son pronunciados con elevada verborragia y pasión, incluso, pero dejando la solución para cuando el “derrame” de las medidas economicistas alcance el punto que haga posible la llegada de las “gotas” de alimentos para esos famélicos ciudadanos.

El trabajo de penetración cultural no ha sido tan sólo referido a lo artístico. La labor eficaz del Poder Real (nacional e imperial) ha generado una “especie” de políticos timoratos para con los cambios profundos, conniventes con los poderes fácticos de empresariados cartelizados, convencidos de la aplicación de “recetas” perimidas y demasiado probadas en nuestra historia, que siempre terminaron en más miserias para los ya miserables y más riquezas para los insaciables dueños de nuestros destinos.

Lo gestual resulta muy trascendente en la conformación de una simbiosis entre el Pueblo y un líder. Las palabras y los lugares donde se dicen, también. En ese sentido, vale mencionar la concurrencia a esos encuentros empresariales, donde los “popes” del establishment se reúnen para imponerle a la Nación sus decisiones, envueltas en mentiras repetidas y oprobiosas, que son parte determinante de la búsqueda de sumisión del poder político de turno.

Ahí también se habla de pobreza, un lugar común para expresar supuestos deseos de disminución de ella, pero siempre después de elevar las ganancias de los grupos empresariales, que se “sacrifican” dando continuidad a sus labores de administración obscena de las riquezas que les generan millones de trabajadores empobrecidos. Es eso, o el cierre de sus plantas, amenazan. Es así, o deberán vaciar sus empresas y mudarse a otro País, amagan. Puro teatro para que se les condonen deudas, se les pague las que les sirvieron para multiplicar sus fortunas o se les provea de créditos subsidiados con la pobreza de sus consumidores.

Cuando los dirigentes se allanan a sus pretensiones, las tapas de los diarios gozarán con el fracaso popular y se regodearán con la multiplicación de los hambreados. La población se alejará irremediablemte de la esperanza convocada por quienes le hayan prometido soluciones eternamente postergadas y perderá su condición de Pueblo, para convertirse en suma de individuos desorientados, capaces de caer en cuanta trampa les coloquen por delante. Nacerán los odios contra sus propios compañeros de infortunios, pasando a militar en la masa informe de embrutecidos, para terminar de decidir sus destinos votando a sus enemigos.

Mientras tanto, el hambre real sigue allí, esperando la lenta muerte por el olvido. Los pibes famélicos o engordados por harinas, siguen su camino de derrota cerebral, empujados al delito o a buscar en la basura un sustento de sobrevivencia inútil. Las madres continúan su derrotero de desesperación, viendo caer a sus hijos en las drogas, que también le generan fabulosas ganancias a los mismos ricachones que lavan sus dineros mal habidos en edificios opulentos y vacíos. El delito marcando el ritmo de los barrios, la policía cuidando el negocio de los poderosos mafiosos, los gobernantes anunciando enésimas medidas contra el “flagelo” que alimentan con el hambre de millones.

Si no hubiera solución, daría “ganas de balearse en un rincón”. Pero el hambre sí puede ser saciada de inmediato, mediando la valiente decisión de hacer trizas el perverso “contrato” con el Poder Real, dejando de lado la miserabilidad de las vanidades y rompiendo lazos con las extorsiones empresariales. El famoso “sí se puede” del energúmeno representante de la oligarquía que nos gobernara por cuatro años, cobra otra dimensión si se lo expresa desde la autenticidad doctrinaria de quien se dice representante de una historai irrefutable de justicia social.

La única mentira es que no hay medios económicos para solucionar este drama de la miseria y los padecimientos correlativos. Sólo que la decisión requiere de una voluntad tan firme como las ideas que las sustente. Tan simple como sacarles a unos para darles a otros, tan complejo como convocar y convencer a los millones de desesperanzados, a luchar por enésima vez contra los mismos “molinos de vientos”, con la espada de la verdad absoluta de lo humano por sobre el espanto del egoísmo miserable de los ganadores de toda la vida. La épica de lo supuestamente imposible, logrará mover esta montaña de padecimientos, hacia la dignidad. Y los tiempos que parecían perdidos, los sueños que se suponían perimidos, volverán a habitar las noches de los que sólo buscan un poco de justicia. Y saciar su hambre.

 

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