miércoles, 5 de mayo de 2021

OFENDIDOS E IRRESOLUTOS

Imagen de "Aire de Santa Fe"
Por Roberto Marra

La ineptitud y la estupidez suelen ir de la mano. La ineficacia suele ser trasvestida con ropaje de ofendidos, cuando los ineficientes se enfrentan a las evidencias de sus errores. Peor todavía, la insistencia en la estupidez original, muestra el grado de incoherencia con la realidad con la que se manejan aquellos que persisten en los errores, que ya dejan de serlo al asumírselos como verdades absolutas. Después están los perversos, los que intentan sacar provecho hasta de la más abyecta de las inmoralidades, el desprecio por las vidas humanas, como hacen los Larretas y sus compinches.

Por el primer rumbo, andan quienes tienen a su cargo las administraciones de la Provincia de Santa Fe y la ciudad de Rosario. La pandemia ha tenido la odiosa virtud de destapar esas incapacidades o irresoluciones de los elegidos para conducir semejantes entidades territoriales y humanas, que no terminan de entender, al igual que un notable número de ciudadanos, la gravedad de los tiempos que le tocaron para demostrar la idoneidad que prometían.

Una demostración de tales torpezas, se manifiesta con la cuestión de la denominación de dos áreas de la Provincia como de “alerta epidemiológica”, por parte del Gobierno Nacional. En un incomprensible empeño por demostrar que esas zonas no tienen las características especificadas en el decreto presidencial, se enredan ambos gobernantes en una maraña de desvios de la realidad que en nada favorecen la lucha contra el Covid-19 y su reguero mortal. Aparecen mucho más preocupados (y hasta “ofendidos”) en que no se llame con tal título a los lugares donde más casos y/o mayor circulación evidente del virus se producen, que en promover el alerta a los ciudadanos sobre los peligros que se están multiplicando cada día.

Por la forma en que se expresan, pareciera que importan mucho menos las vidas perdidas o a perderse, que el mantenimiento imbécil de actividades que pueden sustituirse mediante el artilugio de la informática, hasta que la pandemia ceda de verdad. “La población está cansada”, dicen (y no sólo ellos), con lo cual parece que es imprescindible mantenerse en un estado de extraña convivencia perdidosa con el virus, al que se pretende combatir habilitando cada vez mayor cantidad de camas hospitalarias y consiguiendo más respiradores, para cuando ya el virus haya penetrado irreversiblemente en las personas.

No hay científico, médico u observador atento a la realidad pandémica, que no haya advertido de la única medida eficaz contra el desarrollo y la propagación exponencial de ella: el aislamiento social, el distanciamiento entre personas, los cierres de actividades que generan aglomeraciones de personas. Simplezas que se promueven publicitariamente, pero se ignoran cuando de darle contenido real se trata desde las decisiones gubernamentales.

El temor al “que dirán” de los medios corruptos y corruptores que dominan el espectro comunicacional también en nuestro territorio provincial y local, empujan a los gobernantes a tomar decisiones en el sentido contrario a las necesidades derivadas de la propagación evidente del virus, promoviendo además, la falta de comprensión y acatamiento de la población a esas urgencias. Y lejos de mostrar tamaña irresponsabilidad mediática, se profundizan las estupideces semánticas, alineándose con las fantasías de los falsos profetas de la comunicación libertaria.

La oportunidad de transformarse en auténticos estadistas está allí, al alcance de las manos de quienes decidieron ofrecerse a conducir nuestros destinos. No fueron empujados por nadie más que por sus deseos de demostrar que podian hacerlo. Enfrentados ahora ante la verdad pandémica que les tocó en suerte, debieran ser capaces de enfrentar tales circunstancias negativas con la conciencia en la trascendencia que cada decisión que tomen produce en la sociedad. Negar la realidad, atacar a quien le indica un error (o varios), desviarse por el camino de la ofensa fácil y la aceptación de las órdenes escondidas del Poder Real y sus maledicencias, les conducirán al irrevocable destino de la derrota, no ya de sus pretensiones políticas superiores, sino de la población toda. Y la derrota, hoy y aquí, es la muerte cotidiana.

 

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