jueves, 13 de febrero de 2020

LA VERGÜENZA IMPOSIBLE

Imagen de "portada op"
Por Roberto Marra
Definir la vergüenza es relativamente fácil. Lograr descubrir tal sentimiento en los miembros de organizaciones políticas que adscriben a ideas antipopulares, conservadoras, conceptualmente retrógradas o “reaccionarias”, es casi imposible. En estas particulares personas, la idea de supremacismo que poseen por sobre el resto de la sociedad, nos asegura que nunca habrán de mostrar responsabilidades o culpas propias. Serán, eso sí, los que primeros que estirarán sus dedos acusatorios sobre quienes se “atrevan” a defender lo contrario de lo que ellos sostienen a rajatabla, aún a sabiendas de estar en un error.
Por estos tiempos de cambio de orientación ideológica en nuestra Argentina, los anteriores ocupantes del poder político parecen haber adquirido una extraña enfermedad, que les genera una amnesia selectiva sobre lo realizado por ellos mismos hasta no hace más que algunos meses. El virus del olvido de sus dichos y sus definiciones, les hace decir algunas sandeces sobre las políticas que intenta poner en camino la nueva gestión, utilizando el desconocimiento de la realidad por ellos mismos promovido mayoritariamente en la población, como método que les permita aparecer como defensores de intereses opuestos a los que de verdad defienden.

Se atreven, con el desparpajo de sus caras de piedra y sus voces de cartón pintado, a opinar sobre ¡la deuda! Por increíble que pudiera parecer, estos inútiles con patentes de diputados o senadores, aparecen ofreciendo conferencias de prensa (la de ellos) donde pretenden explicar la cuadratura del círculo de sus obscenidades gubernamentales, para hacernos saber que lo que se viene, gracias al “populismo” desenfrenado del nuevo gobierno, es la catástrofe universal, las siete plagas egipcias y la hecatombe nuclear.
Sin otra forma de expresión, más que la del insulto a la razón de sus escuchas, espetan sus retahilas de los enajenados mentales que parecen, buscando el efecto desvastador del odio y el rencor anticipado contra lo que ni siquiera a comenzado a desarrollarse todavía. Los acompañan “sus” medios de comunicación, socios inalterables en cuanta acción falsificadora de la verdad que sea posible fraguar. Los ayudan también, algunos idiotas útiles que se pretenden “ecuánimes”, poniendo las dudas por delante del razonamiento lógico, acumulando confusiones en las debilitadas comprensiones de las mayorías acostumbradas a las noticias “masticadas” de antemano por esas pretensiosas “estrellitas” periodísticas de la TV.
Le demandan al Poder Ejecutivo actual un tratamiento del dramático problema de la deuda que ellos generaron, que posibilite el pago rápido de tales “obligaciones” espúrias creadas para el sometimiento de nuestra Nación y el enriquecimiento de los integrantes de ese gobierno asesino de pibes por hambre. Les exigen a los ministros que ahora intentan ponerse al frente de una negociación con muy poco márgen para maniobrar, que actúen según los parámetros que les convengan a los acreedores, sus socios en la “tormenta perfecta” con la que arrasaron a nuestra sociedad.
Nunca tendrán vergüenza estos energúmenos provenientes de las castas de ladrones de esperanzas, de las huestes de partidos inventados a medida del Poder, o de otros que olvidaron sus orígenes para convertirse en furgón de cola de ese tren de perversiones al que nos subieron para delinquir con los guantes puestos, aplicando sus escasas neuronas al desfalco y el atraso económico. No pueden sentir rubor alguno, porque actúan con placer sus malditas provocaciones. No saben de bochornos, porque solo manejan el idioma obsceno de la mentira programada para robar las vidas ajenas, para someter a los desvalidos y martirizar a quienes ni siquiera se pueden defender.
Hay que soportar todavía sus apariciones en las pantallas del agravio y la oscuridad semántica, refugio que les permite sostenerse en brazos de los “gorilas” que los sustentan y de la claque que ni siquiera sabe por qué aplaude a semejantes traidores a la Patria. Una Patria que no reconocen como propia, acostumbrados como están a servir al amo que maneja los hilos de sus palabras y sus actos antinacionales. Una Nación que tuvieron a su merced durante cuatro años, pero a la que crearon a su imagen y semejanza en el siglo XIX sus progenitores ideológicos, origen indudable de sus engreimientos de poderosos, caverna infernal de donde surgieron los odios que siembran a diario para acabar con nuestros sencillos sueños de justicia social.

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