lunes, 13 de enero de 2020

CAMBIAR LA AGENDA

Imagen de "comunicae.es"
Por Roberto Marra
Nunca más clara la diferencia entre gobierno y Poder que en estos tiempos argentinos. Jamás tan esclarecedor ver las tapas de los diarios y los zócalos televisivos, que por estos días de comienzo de esta recién llegada administración a la Rosada. Toda la canalla mediática lanzada a horadar desde el pié a esta nueva experiencia “populista”, como gustan denominar a los gobiernos que no aplican esas recetas miserables con las que nos empujaron hasta las puertas del mismo infierno.
Desde allí, donde habita el “diablo” de las mentiras elaboradas para construir un mundo de fantasía odiosa y antipopular, continúan vomitando sus excrementos verbales para intentar acabar temprano con la voluntad popular, para corromper las estructuras de este nuevo proceso cuyos objetivos son la reconstrucción de la hecatombe económica, financiera y social que con tanto placer morboso han podido aplicar en los últimos cuatro años.
Sus pretensiones son las de continuar en el pasado, proseguir con los mismos mensajes oprobiosos y desgastantes de las conciencias, alejar a las personas de la realidad y convertirlas en parte de sus ejército de odiadores seriales, dispuesto para acabar con las “exhuberantes” pretensiones de alimentar a los hambrientos y convertir a los expulsados del sistema en seres humanos.
El poder que detentan es tan inmenso, que logran desubicar a los ciudadanos de la realidad en que viven, olvidar la que han vivido y hacerles creer en una que vivirán si el “populismo” continúa gobernando de la manera en la que lo está iniciando. Centenares de canales de televisión y emisoras de radio en todo el País, repite las veinticuatro horas los mensajes sesgados con los que alimentan la sinrazón y el desprecio, la deshumanización y el rechazo a la solidaridad programada para generar un mínimo de justicia social, algo que alguna vez fuera parte indisoluble de nuestra sociedad, y que los esbirros del Poder Real lograron hacer añicos por la persistencia de sus métodos comunicacionales.
Nada de todo esto puede decirse que resulte sorprendente. Se sabía con mucha anticipación como actuarían estos delegados del infierno para trabar la nueva gestión. Conocíamos con certeza sus métodos y sus invectivas, descontábamos sus ataques furibundos y procaces a cualquier medida que afectara sus intereses, siempre prioritarios ante el resto de la sociedad, a la que acostumbraron a esperar el derrame de copas que nunca se llenaron, porque las desagotaron por los canales de la evasión y la fuga desangrante de riquezas que les ayudamos a acumular a lo largo de toda nuestra historia.
La “agenda” la siguen escribiendo estos secuaces mediáticos que continúan avasallando el éter y las redes, haciendo de la verdad una masa maleable y degradada, hasta transformarla en una necesidad que no necesitamos, pero que estamos casi obligados a consumir, visto la apabullante cantidad de horas que pasan repitiendo sus crónicas idiotizantes, sus noticias sin sustento y sus opiniones derivadas de los manuales que el imperio les provee para facilitar su acción desestabilizadora.
Hablamos de lo que ellos desean que lo hagamos, opinamos desde sus estúpidos comentarios de cafés, nos enojamos con nuestros benefactores y alabamos a nuestros enemigos. Instalan las dudas sobre lo indudable y atraviesan sus piedras zocaleras para hacer pedazos la esperanza popular. Inundan de chabacanerías el aire, lo hacen irrespirable y banal, despedazan la fé popular y someten la voluntad mayoritaria para intentar acabar con su enemigo eterno, al que no le perdonarán jamás ni uno solo de sus actos de gobierno soberano.
No hay tiempo que perder. Frente a tanto desparpajo miserable y deshonesto, ante tanto ocultamiento de la verdad de los números y los hechos, el Pueblo debe hacer su propia “agenda”, debes transmitirla con energía y calidad, hacer suya la pelea por un poder en disputa permanente. No hay otra manera de contraponer al mensaje de odio y rencor con el que envenenaron y envenenan, que construir una fuerza comunicacional tan fuerte y poderosa como la de estos energúmenos incapaces de otra cosa que sembrar muerte y destrucción. Y habrá que hacerlo contando con los miles de pequeños medios que están ahí, escondidos detrás de esa oscura cortina de miedos y mentiras fabricados para trabar el proceso de reconstrucción en marcha.
Habrá que armar una cadena nacional y popular permanente y sostenida desde el Estado, donde se hable con la voz del Pueblo empoderado, se alcance el conocimiento de la realidad sin el tamiz de los poderosos y se hunda su brutalidad mediática hasta dejarla aislada, lista para caer en el profundo abismo del desprecio social, tapándola con nuestras verdades diversas pero libres, arraigadas en la historia que nos robaron y las ilusiones que nos cegaron. Para comenzar a escribir, por fin, nuestra propia agenda, la del complejo pero bello camino de los sueños populares.

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