viernes, 20 de diciembre de 2019

LA IDEOLOGÍA DEL MEDIO

Imagen de "taringa.net"
Por Roberto Marra
Por convención, por razones prácticas o por estrategias implementadas para la dominación, el caso es que se ha impuesto la denominación de “clase media” para denominar a esa parte de la sociedad que hace equilibrio entre los sectores de menores y los de mayores recursos económicos. Con la lógica individualista propiciada por el sistema capitalista, este particular sector social pasa sus días tratando de participar de una “fiesta” a la que nunca son invitados, salvo para imitar algunos gestos o servir de escudos para la elevación de las franjas más empobrecidas de la población a niveles de mejor calidad de vida.
Con el tiempo, los integrantes de esta clase fueron generando una especie de “dogma” con el que intentan definirse con mayor precisión, mediante estilos culturales que les distingan de sus congéneres de menores recursos, lugar social del que invariablemente emergen. A partir de allí, sus intentos por parecerse a la llamada (injustamente) “clase alta” se harán frenéticos, derrochando esfuerzos que les demandarán lo que no poseen para lograrlo.

El resultado de esa “aventura” permanente con la que pretenden alcanzar el status superior en los estamentos sociales, les significará, las más de las veces, en un fiasco financiero que los devolverá al sitio empobrecido de sus comienzos. Sin embargo, tal cosa no significará aceptación de semejante colapso, ni percepción de los errores cometidos por haber querido ser lo que nunca les dejarán sus “amados” oligarcas.
Aparecerán entonces las culpas de los pobres, de los “inferiores” en la escala social fabricada por el Poder para sostener la injusticia como paradigma permanente. Solo aquellos y nadie más que aquellos, serán los culpables de sus derrotas económicas, destrozando la razón y la verdad cuanto sea necesario para desconocer sus propias incapacidades y seguir idolatrando a sus “amos” virtuales, intocables en los tronos de mandamases al que aspiran (vanamente) subirse algún día.
Serán implacables con los intentos del “pobrerío” por salir de sus miserias cotidianas, acompañando cada movimiento de los poderosos que aplaste sus lógicas rebeliones. Pondrán sus votos en las urnas del desvarío ideológico, transitando el camino de su propia destrucción, pero asegurándose que ningún pobre les alcance en sus pretendidas ínfulas de “clase media”. Tal es el afán por diferenciarse de los demás, que se han establecido categorías dentro de esa mediocridad social: media-baja, media-media, media alta; así se van burlando de la realidad estos perdidos en el falso y antisocial paraíso.
Su ejemplo es pernicioso, por lo imitativo de sus formas. Es así que, quienes logran salir de sus pobrezas, sea por la razón que fuera, adoptarán mayoritariamente las mismas taras de estos maniqueos clasemedieros, involucrándose rápidamente con sus consignas y actitudes, repitiendo las peores lacras derivadas de ellas, señalando ahora a los (hasta hace poco) compañeros de infortunios económicos, como sus enemigos.
El sistema cultural fabricado al efecto de la perduración de las cosas como les conviene a los dueños del Poder, es el resultado de estudios y estrategias que ellos han sabido aplicar con éxito y que ha empujado a la derrota de los pueblos. Los que han tomado y toman conciencia de esta cruel realidad y pretenden modificarla, no han logrado hacer pié en el desarrollo de una cultura alternativa, o a sostenerla en el tiempo cuando lo han intentado.
¿Imposible cambiar semejante estado de cosas? Nada lo es, en la medida de la voluntad y la capacidad de lucha consciente que se logre, para el desarrollo de una nueva cultura política nacida desde adentro de ese Pueblo destratado y ninguneado. Las bases están presentes desde hace demasiado tiempo, perdidas entre desvios o atajos fabricados de exprofeso por el enemigo, quemadas las banderas de los ideales en el fuego de las mentiras mediáticas, arrasadas y abandonadas las consignas virtuosas por seguir a paquidermos idiotizadores hacia fracasos anunciados, pero ignorados por la ceguera de la salvación individual.
El “medio pelo” jauretcheano es la traba permanente en la búsqueda de una sociedad distinta, esa donde reine la ansiada igualdad. Es la infantería cobarde que los poderosos ponen por delante a la hora de sus batallas, la que sostiene las consignas del odio en nombre de sus creídas pertenencias sociales. Tanto aversión exacerbada y alentada por la pata mediática, imprescindible para la dominación de las mayorías, es la que ha logrado frenar o acabar con cada una de las experiencias libertarias que se hayan procurado.
Pero la realidad, esa obstinada manifestación que trae el implacable paso del tiempo, estará obligando, más temprano que tarde, a la reflexión de los más honestos integrantes de esa clase pretendidamente ubicada en la imposible mitad de la sociedad. Será ese el momento de abrir sus perdidas cabezas a los nuevos tiempos, soltar las amarras del puerto de la indignidad y volver a soñar al lado de sus olvidados compañeros de la sufrida ruta hacia la Justicia Social.

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