viernes, 5 de mayo de 2017

DESPRECIO CONTINENTAL

Imagen de eju.tv
Por Roberto Marra

Después de todos esos años pasados, de importantes acercamientos y re-alineamientos políticos y económicos, parecía que el sueño original de la Patria Grande se estaba por convertir en parte del acervo cultural de todos nosotros, abandonando la vieja y sucia visión sobre el resto de Nuestra América.
No pasó así, al menos no del todo, ni en todos. Las estigmatizaciones hacia los originarios de otros países de Latinoamérica siguen atravesando profundamente los pensamientos de una mayoría escondida detrás de simulaciones que no alcanzan a ocultar los desprecios que se manifiestan en gran parte de la población.
Además de las palabras ofensivas y degradantes para referirse a nuestros hermanos continentales, está la creencia de una superioridad hacia ellos que solo puede generarse en la herencia europea de ciertos sectores que, perseguidos en sus tierras tanto como los aborígenes aquí, trataron de mimetizarse con la cultura de la oligarquía argentina para escapar a las propias infamias con las que estos les agredían.
Todo muy comprensible, desde lo psicológico y sociológico. Pero pasaron muchas décadas de aquella inmigración, y las mismas actitudes continúan alimentando esa cultura reaccionaria de los argentinos. Basta recorrer las redes sociales, para notar la agresividad hacia bolivianos, paraguayos, uruguayos, brasileños, peruanos, chilenos y de cualquier otra parte de nuestro continente. El proverbial “cancherismo” argentino aparece allí, en toda su dimensión provocativa, encubierta en una pátina de un humor que no lo es, en tanto se basa en la negación del otro como igual.
Párrafo aparte para los medios de comunicación masivos, principales formadores de opinión de las mayorías. Sus visiones sesgadas, basadas casi exclusivamente en informaciones de las agencias del amado “primer mundo” (al que representan con tanta complacencia), terminan por alimentar esas actitudes xenófobas, siempre, eso sí, escondidos tras una retórica de miserable hipocresía pseudo-demócrata.
Existe otra forma de desprecio a nuestros compatriotas continentales. Los estigmas sobre los gobiernos populares de Nuestra América son aceptados como realidades, sin escuchar sus palabras jamás, sin estudiar sus historias ni verificar un solo dato que corrobore tanta “sanata” publicada a instancias del Imperio. Ahí están todos: los que odian, los que dudan, los que mienten, los que aceptan. Ninguna realidad les importa, porque el objetivo jamás es la verdad, sino parecer lo que no se es y pertenecer a un mundo que nunca los recibió ni los recibirá como sus iguales.

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