viernes, 15 de noviembre de 2013

LO QUE ESTÁ EN JUEGO

Imagen vallebaeza.wordpress.com

Por Carlos Raimundi*

Transitamos una etapa centrada en un paradigma de acumulación a nivel mundial, por el cual menos del 4% de la población consume el 30% de la energía, y el 0,1% concentra el 82% de los recursos bancarios. El volumen del sistema financiero privado es varias veces superior a la suma de reservas acumuladas en los Bancos Centrales del mundo, lo que deja al descubierto la posición de cada uno –el mercado y el Estado– en la ecuación de poder. 

A todo esto, se agrega la crisis económica de los países centrales. Es decir, deben sostener un nivel de hiper-consumo y elevada concentración, en medio de un alto déficit y crisis productiva. ¿Quién ha pagado esa concentración de riqueza, propia de la relación centro-periferia? La periferia. Pero ya no alcanza. El empobrecimiento progresivo de la periferia y la concentración de la concentración (sic) en el centro, hace que hoy les resulten insuficientes los recursos provenientes del sur. Por eso, la crisis ha comenzado a carcomer a la periferia del centro, esto es, al Estado de bienestar europeo, y a 45 millones de estadounidenses que hoy viven en la pobreza. Sí, el equivalente en población a más de una Argentina. 

Pero no es sólo eso. Es que una región del sur, como América del Sur, les está diciendo que no. Que se resiste a seguir jugando ese penoso papel histórico que le fuera asignado debido a la complacencia de gobernantes serviles, e intenta ponerse de pie. Esa es la razón de la virulencia de los ataques a nuestros líderes y a nuestros procesos populares, de las mentiras, de los golpes blandos…

En ese marco, la Argentina está recibiendo presiones de los poderes fácticos más fuertes. Los medios hegemónicos y la presión devaluadora, a nivel interno, y los fondos buitre a nivel internacional. Y, bajo la conducción de Cristina Fernández de Kirchner, responde con la reafirmación de políticas contrarias a la especulación financiera, y proclives al empleo, la demanda popular, la sustitución de importaciones. 

¿Que en otros países de la región llueven los dólares y aquí faltan? Es falso. La Argentina es el país –fuera de EE UU– con mayor cantidad de dólares por habitante, sólo que atesorados en grandes fortunas no declaradas, depositadas en las guaridas fiscales. Pero además, lo que la mirada económica ortodoxa ve como un disvalor para nosotros es un valor. Porque la felicidad de un pueblo no se basa en que haya muchos dólares en poder de pocos, sino muchos pesos en poder de muchos. 

¿Que en algunos países vecinos la inflación es menor? ¿Es esa una pregunta válida? No. El desempeño de una economía puede analizarse –de hecho, lo hace la escuela ortodoxa– desde una sola de sus variables, como la inflación. En tal caso, si la meta exclusiva fuera la baja inflación, podríamos elegir volver a los noventa, cuando la inflación era baja. Pero, desde una perspectiva heterodoxa, nos negamos a analizar así la economía, sino que le agregamos variables como el empleo, la producción, la movilidad social, que delinean un concepto más humano y social de la economía. Además, combinando ambas variables, dólar e inflación, quienes se vuelven fundamentalistas de bajar la inflación son los mismos que reclaman libertad para atesorar dólares. Mientras que, valga paradoja, cuanto más contribuimos a la circulación de dólares fuera de los EE UU, más ayudamos a bajar la inflación de ellos, y aumentar la nuestra. En definitiva, no es que a la Argentina no le sale bien la política que desarrollan algunos vecinos: es que no la queremos hacer, es que tenemos otro modelo.  

¿Que el fallo del juez Griesa es por errores de nuestro país, por estar 'aislados del mundo'? Falso. Es porque el paradigma de acumulación enunciado al principio no perdona que un país demuestre éxito por fuera del sistema. Como no perdona al mismísimo Barak Obama querer otorgar salud a los más pobres. ¿O es que la crisis de los EE UU es porque están aislados del mundo?

En fin, cuando EE UU, Europa y el propio Brasil –que son compradores nuestros– retroceden o permanecen estancados, la Argentina tiene la opción de confirmar el ciclo, enfriando su economía, volviendo al FMI –como propone la oposición– y empobreciendo mayorías una vez más. O, como lo ha decidido nuestra presidenta, se interrumpe el ciclo privilegiando la demanda interna, la integración regional y la cooperación sur-sur.

Esto es lo que está en juego en términos de proyectos de país. No sólo la mayoría parlamentaria del proyecto nacional para garantizar la aprobación de los futuros proyectos de ley, sino evitar un clima que debilite la capacidad de maniobra del gobierno popular.    

Desde luego que es un problema la remarcación de precios que no responde a causas justificadas sino a la voracidad del capital de sostener su tasa histórica de ganancia, que en los últimos años se ha vuelto más razonable debido a la recuperación de los salarios.

Desde luego que el déficit energético generado a partir del crecimiento productivo es un problema, pero se retomó el camino al autoabastecimiento.

Desde luego que la matriz concentrada de nuestra economía es un problema, pero las actuales políticas conducen a la industrialización y a la diversificación, no a la primarización.

Gobernar no es carecer de problemas, sino responder a una escala de valores y prioridades a la hora de resolverlos. Los que le dan más importancia a si está pago o no un cupón de seguro automotor que a la soberanía nacional, no es que no sepan cuál es el orden de prelación de las cosas. Es que no reparan en ningún escrúpulo con tal de volver a las políticas de ajuste social con las que históricamente han visto protegidos sus negocios.

*Publicado en Tiempo Argentino

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