martes, 3 de septiembre de 2013

APUNTES (PREOCUPADOS) SOBRE LA VII CUMBRE DE UNASUR

Imagen www.prensa.argentina.ar
Por Alfredo Serrano Mancilla*
 
La VII Cumbre de Unasur satisfizo plenamente a muchos de los fotógrafos presentes. Las instantáneas anheladas fueron tomadas prácticamente sin esfuerzo: el Presidente venezolano Maduro posó con el paraguayo Cartes, Dilma lo hizo con Evo, Correa saludó a todos, Ollanta Humala cedió la presidencia pro tempore a Surinam -a Bouterse- y como siempre, la foto escolar de todo el grupo junto. Mucha prensa conservadora acudió a la cita ansiosa por ver cómo se dirimían ciertos conflictos bilaterales que habían venido produciéndose en la región en los últimos meses: la disputa argentina-chilena por la cuestión de LAN en el aeropuerto bonaerense, la escapada de senador boliviano Pinto de la embajada de Brasil, el regreso del presidente paraguayo al foro regional, la lucha de Ecuador contra Chevron.
No obstante, fue la coyuntura imperialista la que centró la máxima atención: la decisión del premio nobel de la Paz de declarar la guerra contra Siria fue rechazada con vehemencia por toda la región. Unasur oficialmente condenó “las intervenciones extremas que sean incompatibles con la Carta de las Naciones Unidas”. Así, de esta forma, este espacio geográfico vuelve a mostrar al mundo que no acepta supremacía hegemónica de los de siempre en contra de los pueblos. Unasur, con esta declaración, se postula como un polo algo más activo en la transición sistémica geopolítica. Aunque, para que realmente esto suceda como tal, aún con mayor solidez y vitalidad, con más voz y voto en el tablero geopolítico mundial, Unasur ha de dar un paso al frente cuanto antes.
Huelga detallar las significativas acciones que esta organización ha realizado desde su inicio. Unasur fue impulsada muy por arriba dando respuesta a una demanda real de todos los de abajo. Era necesario, más que nunca, que América del Sur tuviera un órgano conjunto de tomas de decisiones, de convergencia política, de planificación estratégica, que participara como región, sin complejos, en el mundo del siglo XXI. Chávez, Kirchner y Lula fueron sin duda los principales impulsores de este ambicioso proyecto. Han pasado pocos años, y no es menor el dato que ninguno de estos tres presidentes ya no estén al frente de esta complicada labor. Los dos primeros desgraciadamente ya no están físicamente con nosotros, y esto se nota y mucho en la dinámica de construcción regional permanente. Por otro lado, está Lula, quien continúa más dedicado a África hasta el punto de declinar la invitación como secretario general para este envite. Estas cuestiones no son menores para explicar por qué Unasur está en un impasse preocupante.
Aunque éstas no son ni por asomo las únicas razones que permiten argumentar los porqués de una Unasur blanda, más acorde a la arquitectura imperante en el espacio internacional en el que las organizaciones se basan en consensos de mínimos, de declaraciones pseudo vacías. Esto es realmente lo más inquietante de la aparente mutación que se viene dando en el seno de Unasur. Por ello, Venezuela, Ecuador y Bolivia, siendo muy conscientes de este intento de muerte lenta por pasividad, han elevado el tono de voz para pedir que Unasur no sea el lugar que mire para otro lado cuando se viola el derecho internacional contra Evo Morales en Europa, o que tolere las fechorías de algunas transnacionales contra la soberanía de los Estados, o que acepte sin protestar que un árbitro, juez y parte, dependiente del Banco Mundial, el Ciadi, sea quien pueda imponer condiciones jurídicas a favor de la tasa de ganancia de unas empresas. Es positivo que Unasur sea espacio de divergencias, donde estén todos los países de esta emergida región en el plano económico mundial, pero este hecho no puede ser a costa de una merma potencial de dirección, de liderazgo, y de lo que es aún peor, de una pérdida de una política regional capaz de defender a ultranza el cambio de época a favor de una democracia más real, de la dignidad de las condiciones sociales en las que vive las mayorías y de una inserción soberana e inteligente en el mundo.
En Unasur, ahora conviven –al menos- dos formas de entender el proceso de integración: la Alianza Pacífico que aboga por una lógica neoliberal en el comercio, en lo financiero, en lo social, y por otro lado, Mercosur (con mucho ALBA adentro), que defiende una integración posneoliberal –en algunos casos, poscapitalista. Esta concomitancia no puede ser plácida, porque si lo fuese será en detrimento de los logros de una década ganada. En otras palabras, si la Alianza Pacífico logra suavizar/reducir el rol de Unasur en la región y en el mundo, habrá que estar preocupados por si se viene otra larga noche de agresión de capitalismo neoliberal.
Por todo esto, es momento de exigir un regreso a las raíces de Unasur, a la Unasur de Chávez, de más protagonismo en los casos donde existen flagrantes atentados contra la democracia en algún país de la región, y a la vez, de un papel más proactivo para seguir avanzando en los retos pendientes. Es romántico bautizar a los nuevos edificios de la Secretaría General y el Parlamento de la Unasur, que se construirán en Ecuador y Bolivia, respectivamente, con los nombres de Néstor Kirchner y Hugo Chávez. Pero mucho más trascendente será que se conforme definitivamente el Centro Regional de Resolución de Controversias que permita más independencia; que se cuente con un organigrama funcional más ágil para la toma cotidiana de decisiones; que el consejo energético implemente una política que asegure su soberanía; que se logre un Banco del Sur como actor clave para la emancipación financiera; que se lleven a cabo políticas económicas de intercambio comercial con monedas diferentes al patrón dólar; y claro que sí, que se elija a un nuevo secretario general que se dedique juiciosamente a estas tareas para un Unasur fuerte de verdad.

*Doctor en Economía
Publicado en Telesurtv.net

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